martes, 4 de mayo de 2010

Ezequiel, el profeta incomodo!!




Adorar idolos, equivale
a adorar amistades, u objetos, etc. antes que a tu Creador. Estas en esa posicion?
A quien? solamente podria molestarle la palabra de su Creador?? Reflexionalo!!
Usa la palabra de Dios de tu Musa!! Quien nada debe, nada teme!!


Jehová no es un niñero que va a estar cada 3 minutos diciéndole a la gente qué hacer. O qué deberían hacer. Están las evidencias, la Biblia, el propio raciocinio para ayudar a decidir. La oración. Si eso no es suficiente para que una persona sepa decidir por sí misma...

-----------------
Ezequiel era profeta, y debía hablar a un pueblo que tenía en su ADN la rebeldía, el corazón indolente y terco, y el orgullo marcado en sus genes, de generación en generación.

Así que Ezequiel sería incómodo para quienes le oyeran, para ese público que vivía ya desterrado en Babilonia. Una audiencia que sólo quería vivir su vida, sin mayor novedad que seguir su rumbo en la vida, sin los chocantes mensajes de un tal Ezequiel.

El problema es que Ezequiel es sólo un profeta. Es un mensajero. Es un transmisor de un mensaje. El Originador del mensaje es Jehová. Así que hacer oídos sordos, hacerse el ciego o el mudo ante Ezequiel, le daría igual a Ezequiel. Mientras él estuviera transmitiendo los mensajes proféticos, él libraba su responsabilidad.



El Profeta Incómodo: Ezequiel


por Orion
Devuelve la esposa del hombre, porque es profeta.
Génesis 20:7





Eso le dijo Dios al Rey Abimélec, que quería casarse con Sara, la esposa de Abrahám Que Abrahám, el esposo de Sara, era un Profeta.

Esta es la primera vez que aparece la palabra "Profeta" en toda la Biblia. Puede decirse que la obra de Enoc y Noé fue profética, pero debe respetarse el hecho de que es de Abrahám de quien Jehová mismo primero, en la Biblia, le da el título de Profeta.

¿Qué es un Profeta?

Es una persona mediante la cual Dios da a conocer su voluntad y propósito. ¿Cómo sabe el Profeta cuál es la voluntad o propósito de Dios? Porque Jehová se la revela, por medio de sueños, visiones, un mensajero angélico, de esas formas plasma la Biblia el cómo Dios daba a conocer al Profeta Su voluntad. Los profetas eran voceros de Dios, ‘hombres de Dios’ con mensajes inspirados, que estaban de pie en el “grupo íntimo” de Dios y a quienes Él revelaba su “asunto confidencial”.

En la Biblia, los profetas hacían predicción del futuro. El profeta recibía de Dios la información que Jehová le mostraba, y este debía transmitirla a quienes requirieran de conocer el contenido del mensaje profético. Por ello vemos que en ocasiones los profetas proclamaban públicamente el mensaje profético recibido de Dios, o iban a donde el Rey de Israel o Judá, que como representantes de la nación, debían conocer cómo veía Jehová los asuntos.

Los más grandes profetas mencionados en las Escrituras Hebreas fueron Moisés y Elías. Moisés, era el vocero de Dios, quien predijo muchos acontecimientos que tuvieron un cumplimiento inmediato, como fue el caso de las diez plagas. Fue Mediador del pacto de la Ley en Sinaí y al instruir a la nación acerca de la voluntad de Dios. Aunque el pacto de la Ley fue de un inmenso valor para los israelitas como código y guía moral, también señaló hacia el futuro a las ‘mejores cosas por venir’.

Lo que hizo de Moisés un profeta tan impresionante es la íntima comunicación, bilateral, que Moisés tenía con Dios, así como el que Él lo utilizase para transmitir el entendimiento mucho más amplio de Su voluntad y propósito.

Pero hay otros profetas, que no hicieron milagros como los realizados por Moisés, Elías y Eliseo, sucesor de Elías.

Hubo profetas que predijeron acontecimientos futuros, y fueron los transmisores de los mensajes divinos.

Uno de ellos fue Ezequiel.

Ezequiel fue, junto con Daniel, profetas que operaron fuera del territorio de Israel, tras el exilio de Babilonia.

Ezequiel, fue comisionado por Dios estando a la orilla del río Kebar en el año 613 a. de la E.C., cuando, en visión, el carro celestial de Jehová, acompañado de cuatro querubines, vino desde el norte y se detuvo delante de él. Ante tan imponente espectáculo pletórico de fulgor divino, Ezequiel se postró reverentemente. Con su rostro a tierra, preguntándose qué propósito tendría esta visión, oyó que la voz del Conductor del carro celestial le hablaba. ¿Qué dijo? Ezequiel informa:

“Y él procedió a decirme: ‘Hijo del hombre, plántate sobre tus pies para hablar contigo”. (Ezequiel 2:1) A Ezequiel no se le habla con el uso de su nombre personal, sino con la expresión “Hijo del hombre (Ben adam).” Por todo el libro de su profecía, a Ezequiel se le habla noventa y tres veces de este modo. Solo una vez más aparece el nombre personal del profeta en el libro, y esta vez es en el capítulo veinticuatro, versículo veinticuatro, donde Jehová le dice a la casa de Israel, según lo cita el profeta: “Y Ezequiel ha llegado a ser para ustedes un portento. Según todo lo que él ha hecho, ustedes harán. Cuando esto venga, ustedes también tendrán que saber que yo soy el Señor Soberano Jehová.”

Así no se da ninguna prominencia al propio nombre del profeta, sino que continuamente se le recuerda su condición y su origen humildes. Él es simplemente prole del hombre terrestre. Más de seiscientos cuarenta años después se informa que Jesucristo hace referencia a sí mismo setenta y seis veces (de Mateo 8:20 a Juan 13:31) con la expresión “el Hijo del hombre.” Pero por esto él no se está comparando con Ezequiel, ni tampoco hace esto a Ezequiel un tipo de Cristo. Al compañero de destierro de Ezequiel, Daniel, también se le habla llamándosele “hijo del hombre.”

El mandato de Jehová a Ezequiel de que se levantara le impartió energía divina a Ezequiel, haciendo que pudiera levantarse del suelo. Como nos dice: “Y tan pronto como me habló, espíritu empezó a entrar en mí, y finalmente me hizo plantarme sobre mis pies para que yo oyera a Aquel que me hablaba.” Estando de pie ante la Presencia Divina, Ezequiel estaba más alerta para escuchar a Dios hablarle.

“Y él pasó a decirme: ‘Hijo del hombre, te estoy enviando a los hijos de Israel, a naciones rebeldes que se han rebelado contra mí. Ellos mismos y sus antepasados han transgredido contra mí hasta este mismísimo día. Y los hijos de rostro insolente y duro corazón... a ellos te estoy enviando, y tienes que decirles: “Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová.” Y en cuanto a ellos, sea que escuchen o se abstengan —porque son una casa rebelde— ciertamente sabrán también que había un profeta mismo en medio de ellos.’”—Ezequiel 2:3-5.

En ese momento Ezequiel es comisionado, asignado como Profeta. Hablará en el nombre de Jehová. Se le comisiona a hablar en el nombre divino, diciendo: “Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová.”

Jehová había enviado a Moisés como profeta suyo novecientos años antes, y ahora estaba enviando a Ezequiel. Ezequiel no estaba levantándose como profeta y tomándose la libertad de hablar en el nombre divino. Realmente era un profeta enviado por el Dios Altísimo. El hecho de que Jehová se le apareciera a Ezequiel en visión y hablara desde su trono sobre su carro celestial y directamente enviara a Ezequiel a una misión específica con un mensaje específico prueba que Ezequiel era un profeta verdadero, enviado por Dios, y que lo que habló bajo inspiración era la verdadera palabra de Dios. El hecho, también, de que fuera enviado a una misión tan difícil aumenta la prueba de que no se arrogó la posición de un profeta que estuviera hablando en el nombre de Jehová, sino que la Más Elevada Autoridad de toda la existencia lo envió a hablar en el nombre divino.

Ezequiel fue nombrado por Jehová profeta. ¿A quiénes hablaría Ezequiel? ¿A personas humildes, honestas consigo mismas, de corazón blando, dispuestas a escuchar lo que un profeta de Dios les hablaría?

No.

Ezequiel era profeta, y debía hablar a un pueblo que tenía en su ADN la rebeldía, el corazón indolente y terco, y el orgullo marcado en sus genes, de generación en generación.

Así que Ezequiel sería incómodo para quienes le oyeran, para ese público judío que vivía ya desterrado en Babilonia. Una audiencia que sólo quería vivir su vida, sin mayor novedad que seguir su rumbo en la vida, sin los chocantes mensajes de un tal Ezequiel.

El problema es que Ezequiel es sólo un profeta. Es un mensajero. Es un transmisor de un mensaje. El Originador del mensaje es Jehová. Así que hacer oídos sordos, hacerse el ciego o el mudo ante Ezequiel, le daría igual a Ezequiel. Mientras él estuviera transmitiendo los mensajes proféticos, él libraba su responsabilidad.

El problema lo tendrían los individuos miopes, los que veían a u hombre hablando. Los que creían que el mensaje de Ezequiel no era con ellos.

Porque Ezequiel fue cuestionado, calumniado, ignorado como profeta. ¿Invalidó eso su profecía? En lo absoluto. Eran palabras venidas de Dios.

Hoy en día la gente prefiere desoír palabras. Mensajes. Realidades. Evidencias. Uno tiene 2 opciones: hacer caso de las señales, o ignorarlas.

Porque uno puede argumentar que los seres humanos estamos sujetos a los designios de la voluntad divina, o a la Causación de Dios. Si estamos bajo la influencia inexorable de la voluntad de Dios, ¿no nos convendría acaso pensar en nuestro libre albedrío?

Si YO tengo libre albedrío, y no quiero, o prefiero ignorar la voluntad de Dios, o no me da la gana de hacerle caso a ninguna advertencia, mensaje, señal, o lo que sea que venga de Dios ¿me libro de las consecuencias de mi decisión?

¿No podría Jehová intervenir en mi corazón, para que YO entonces pueda tomar la CORRECTA DECISIÓN DE SOMETERME A LA DIVINA VOLUNTAD?

Extraigamos la respuesta de palabras del profeta Ezequiel, en las que Jehová argumenta el por qué juzgó adversamente a Israel:


"Y tienes que decirles: ‘Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: “El día en que escogí a Israel, también procedí a alzar la mano en juramento a la descendencia de la casa de Jacob y a darme a conocer a ellos en la tierra de Egipto. Sí, procedí a alzar la mano en juramento a ellos, y dije: ‘Yo soy Jehová el Dios de ustedes’. En aquel día alcé la mano en juramento a ellos para sacarlos de la tierra de Egipto a una tierra que yo había espiado para ellos, una que manaba leche y miel. Era la decoración de todas las tierras. Y pasé a decirles: ‘Tiren, cada uno de ustedes, las cosas repugnantes de sus ojos, y no se contaminen con los ídolos estercolizos de Egipto. Yo soy Jehová el Dios de ustedes’. Y ellos empezaron a rebelarse contra mí, y no consintieron en escucharme. Las cosas repugnantes de sus ojos no tiraron individualmente, y los ídolos estercolizos de Egipto no abandonaron, de modo que prometí derramar mi furor sobre ellos, para llevar mi cólera a su final sobre ellos en medio de la tierra de Egipto. Y me puse a actuar por causa de mi propio nombre para que no fuera profanado delante de los ojos de las naciones entre las cuales estaban, porque me había dado a conocer a ellas delante de sus ojos al sacarlos de la tierra de Egipto. De modo que los saqué de la tierra de Egipto y los introduje en el desierto. Y procedí a darles mis estatutos; y mis decisiones judiciales les di a conocer, para que el hombre que siga poniéndolas por obra también siga viviendo por ellas. Y mis sábados también les di, para que llegaran a ser una señal entre yo y ellos, a fin de que supieran que yo soy Jehová que los santifica. Pero ellos, la casa de Israel, se rebelaron contra mí en el desierto. En mis estatutos no anduvieron, y mis decisiones judiciales rechazaron, las cuales, si las sigue haciendo el hombre, también seguirá viviendo por ellas. Y mis sábados profanaron muchísimo, de modo que prometí derramar mi furor sobre ellos en el desierto, para exterminarlos. Pero actué por causa de mi propio nombre para que este no fuera profanado delante de los ojos de las naciones, delante de cuyos ojos los había sacado. Y yo mismo también alcé la mano en juramento a ellos en el desierto, para no introducirlos en la tierra que había dado, una que manaba leche y miel (es la decoración de todas las tierras), debido a que rechazaron mis propias decisiones judiciales; y en lo que respecta a mis estatutos, no anduvieron en ellos, y mis sábados profanaron, porque tras de sus ídolos estercolizos iba su corazón. Y mi ojo empezó a sentirse apenado por ellos para detenerme de arruinarlos, y no hice un exterminio de ellos en el desierto. Y procedí a decir a sus hijos en el desierto: ‘En las disposiciones reglamentarias de sus antepasados no anden, y sus juicios no observen, y con sus ídolos estercolizos no se contaminen. Yo soy Jehová su Dios. Anden en mis propios estatutos, y guarden mis propias decisiones judiciales y pónganlas por obra. Y santifiquen mis propios sábados, y ellos tienen que servir como señal entre yo y ustedes, para que ustedes sepan que yo soy Jehová su Dios’. Y los hijos empezaron a rebelarse contra mí. En mis estatutos no anduvieron, y mis decisiones judiciales no guardaron mediante ponerlas por obra, las cuales, de seguir poniéndolas por obra el hombre, también seguirá viviendo por ellas. Mis sábados profanaron. Así que prometí derramar mi furia sobre ellos, para llevar mi cólera a su final sobre ellos en el desierto.


Ezequiel 20:5-21

Jehová recuerda la historia de Israel, cuando ellos son librados de la esclavitud en Egipto. Jehová JURA introducirlos en la tierra de la Decoración, una tierra que mana leche y miel. Se supone que un asunto en el que Dios JURA por sí mismo, es de inexorable cumplimiento. Jehová actuó para cumplir su palabra. ¿Y los israelitas que salieron de Egipto, LIBRES, cumplieron ellos su parte para entrar a la tierra prometida? No. Jehová les previno contra la idolatría, y ellos adoraron al Becerro de Oro. Pero Jehová les había dado guía, leyes, instrucción, el maná, agua... todo lo que requería la nación mientras pasaba del desierto a la tierra prometida.

Pero los israelitas, a pesar de las acciones milagrosas, las intervenciones de Dios, que buscaban apelar vez tras vez, al corazón de los israelitas, no hizo efecto. ¿Culpa de Dios? ¿No intervino lo suficiente acaso?

Lo mismo sucedió con los israelitas, algunos que nacieron en el desierto. Jehová apeló a su corazón , pero algunos de ellos no dudaron en hacerse idólatras a la primera oportunidad.

Si hoy en día se están dando advertencias claras, dando evidencias, argumentos, mensajes punzantes cual dardos directo al corazón, pero estos son rechazados, ciertamente no es culpa de Dios. Ni del medio del que se sirva Dios para dar la advertencia.

Una persona puede sentir en su corazón que algo la está sacudiendo, pero cada cual decide. Decide si hacer caso a las señales, o ignorarlas. Más difícil es ignorar las señales cuando se está en medio de una condición en la que se cree es el pueblo de Dios. ¿El pueblo de Dios equivocado? ¿En ignorancia? ¿El pueblo de Dios juzgado adversamente por causa de la nefasta actitud de orgullo de sus líderes?

¿No pasó eso en tiempos de Ezequiel? ¿Extrañaría que pasara en estos tiempos? ¿Asombraría estar viendo en las propias narices que Dios NO ESTÁ con una organización, a pesar de que todo siga como si nada pasara?

Cada cual decide qué hace o deja de hacer. Pero de que el juicio de Dios es inexorable, lo es. Jerusalén fue arrasada por los babilonios, lo creyeran los judíos o no. Le hubieran creído a Ezequiel o no.

Jehová no es un niñero que va a estar cada 3 minutos diciéndole a la gente qué hacer. O qué deberían hacer. Están las evidencias, la Biblia, el propio raciocinio para ayudar a decidir. La oración. Si eso no es suficiente para que una persona sepa decidir por sí misma...

No hay comentarios:

Publicar un comentario