miércoles, 19 de mayo de 2010

Cain y Abel. El poder de la palabra.







martes 18 de mayo de 2010
Caín y Abel
Publicado por Orion


Eva fue la primera mujer. La primera madre. Dijo: «¡Con la ayuda de Jehová, he tenido un hijo varón!»

Era Caín. El primer humano nacido en la Tierra.

Después dio a luz a Abel, el segundo humano nacido en la Tierra.

Adán y Eva eran padres de Caín y Abel. ¿Qué eran Caín y Abel? Porque Adán y Eva eran marido y mujer. Esa era su relación. Abel era "hermano" de Caín. En hebreo la palabra אח, se traduce 'âch, awkh.

Transmite en su significado básico, la idea de consanguinidad y ser aliados. Si Adán y Eva eran el "hueso de mis huesos y carne de mi carne", lo que unía a Caín y Abel era el ser de la misma sangre. Tenían la misma sangre, la misma familia, la misma herencia genética.

Al nacer primero Caín, se convertía en en el primogénito de la familia, el futuro patriarca de la familia.

El patriarca de la familia sería el líder del clan familiar, y guiaría a todos en cualquier aspecto. Toma de decisiones, responsabilidades, esas eran las prerrogativas del primogénito. Aunque aquella primera familia humana estaba en pleno proceso de formación, ser la primera familia marcaría un rumbo para el resto de los descendientes de Adán y Eva.

También cierto es que Caín y Abel tenían la posibilidad de labrarse su propia relación con Dios, que ya sus padres no tenían.

Andando el tiempo, ambos se dedican a crecer y madurar. Abel se dedicó a pastorear ovejas, mientras que Caín se dedicó a trabajar la tierra.

Tiempo después, llegó la oportunidad de establecer formalmente una relación con Dios. No indica la Biblia que lo hayan hecho de niños, o adolescentes. Ya eran hombres maduros, conscientes de sus responsabilidades y posibilidades en la vida, y expresan su deseo de acercarse a Dios.

Dios solía comunicarse con Adán y Eva al caer la tarde en Edén. ¿Y ahora, qué pasaría con Caín y Abel? Dios se comunicaría con ellos, pero les tocaba a los hermanos dar el primer paso.

Caín presentó al Señor una ofrenda del fruto de la tierra.

Abel también presentó al Señor lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa.

Los hermanos tienen una buena relación. Son contemporáneos, varones ambos, y seguramente habrán pasado mucho tiempo hablando con sus padres sobre Dios, lo ocurrido con la serpiente, la expulsión de Edén.

Puesto que no hay constancia en la Biblia de que existiera una especie de código que les dijera qué hacer para acercarse a Dios, debieron de haber conversado y reflexionado mucho antes de dar el paso de presentar una ofrenda a Dios.

Es la primera vez en la Biblia que el hombre da algo a Dios. Dios les había addo TODO a Adán y Eva: la vida, la comida, dónde vivir, la guía, etc. Pero no refleja la Biblia que Adán y Eva se sintieran impulsados a retribuir a Dios dándole algo, como señal de gratitud y alabanza.

Así que la actitud de los 2 hermanos es positiva. Refleja humildad, devoción y gratitud. Algo que sus padres no mostraron. De modo que ambos, como hermanos, se pusieron de acuerdo e hicieron en simultáneo la ofrenda a Dios

Y, dice la Biblia, Dios miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró así a Caín ni a su ofrenda.

El apostol Pablo aporta un detalle:

Por fe Abel ofreció a Dios un sacrificio de mayor valor que el de Caín, por la cual fe se le dio testimonio de que era justo, pues Dios dio testimonio respecto a sus dádivas; y por ella, aunque murió, todavía habla.

En el momento de Dios expresar su respuesta a las ofrendas, mira con agrado a Abel y su ofrenda, pero a Caín y a su ofrenda, les ve con desagrado.

En hebreo la expresión "miró con agrado", significa mirar una cosa con ojeada penetrante, ansiosa. La evaluación de Dios a los hermanos y sus ofrendas no fue superficial. Fue sopesada, escrutadora, exhaustiva. Dios veía lo externo: la ofrenda. Y lo interno: el corazón.

La aprobación divina del sacrificio de Abel, se reflejó en que este fue consumido en el fuego.

La fe de Abel es destacada por Pablo, como un ejemplo de cómo esa fe le impulsó a dar una ofrenda que era lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa. No había una Ley que mandara a hacer eso, pero Abel consideró que dar lo mejor de una de sus ovejas y su grasa sería del agrado de Dios.

La Biblia no hace mayor distinción sobre la ofrenda de Caín.

Ambas ofrendas y las actitudes eran distintas, y Dios lo notó. Caín, siendo el primogénito, estaba obligado a ser el mejor. Era lo esperado. Su actitud parece denotar desgano en la ofrenda. ¿Recogió la ofrenda a última hora, por cumplir, por compromiso, porque no quedaba de otra?

Abel se tomó tiempo preparando la ofrenda. No tomaría cualquier oveja. Probablemente se esmeró en escoger la mejor, y prepararla a conciencia para que estuviera en condiciones apropiadas para ser dada a Dios.

Las actitudes de Caín y Abel se parecen mucho a las actitudes que se observan en muchas personas hoy día.Las actitudes religiosas, dogmáticas, tradicionalistas y rígidas, llenas de mecanicismos, mas por cumplir ante otros que ante Dios, abundan hoy día. Escasean personas como Abel, que reflexionan con perspicacia lo que sería del agrado de Dios.

Jesús nos enseñó a orar para que se haga la voluntad del Padre, tanto en el Cielo, como en la Tierra. Pero, ¿quién determina qué quiere Dios realmente?

Ese rol lo desempeñan las religiones organizadas, que interpretan desde su óptica la posibilidad de lo que Dios quiere, o que ellos creen que quiere.

Eso le pasó a Caín. Cualquier ofrenda sirve, y cualquier actitud de corazón le agradará a Dios, razonó.

Tarde o temprano los resultados se hacen patentes. Se refleja qué quiere Dios o qué no quiso nunca, y se asumió como su voluntad.

Caín, al fracasar en su ofrenda, se enfureció y andaba cabizbajo.

Entonces Jehová le dijo: «¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo? Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo.»

Dios no consideró a Caín un caso perdido. Si Jesús enseñó que el buen pastor deja 99 ovejas por ir en búsqueda de una perdida, ¿no iría Dios en búsqueda del corazón de Caín?

Caín estaba enojado. Lleno de ira. Y cabizbajo. Su rostro reflejaba la indignación y la rabia que sentía. hay expresiones populares en cada país sobre esos momentos en los que un@ está molesto. Y la cara se pone roja como un tomate de la rabia. La sangre hierve, el calor de la rabia hace su efecto.

Jehová razona con Caín. Dios no habla con Abel, sino con Caín. Le manifiesta que si rectifica, le esperan grandes recompensas. Después de todo, es el primogénito.

Hacer lo bueno, trae buenos resultados. "Al debido tiempo segaremos si no nos rendimos de cansancio", recuerda Pablo a los Gálatas.

El llamado de Dios a Caín es el de un Padre amoroso. Dios sabe que Caín puede dirigirse a hacer lo bueno, puede ser un líder patriarcal que dirija a la familia mejor que Adán, cuando le llegara su momento de hacerlo.

Pero no desconoce Dios la latencia del pecado. "Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte." La ira de Caín era un hervidero en su interior. Su rabia, resentimiento y celos por Abel eran como una fiera agazapada al acecho, aguardando por el momento oportuno para devorar a la presa. Que en este caso, era el propio hermano de Caín, Abel.

Estaban las 2 posibilidades: o hacer lo bueno, o lo malo. Lo bueno le traería grandes recompensas, pero lo malo... Caín debía saber que le traería desgracias.

No obstante, tú puedes dominarlo, dice Dios.

Llama la atención que Dios no coloca a Caín ante la tentación de hacer lo malo. Razona con él, le aporta razones para que se decante por hacer el bien, y lograr la recompensa. Le insta a dominar su ira, a domar la fiera que lleva en su interior.

¿Qué significa dominar ese pecado o deseo maligno que perturba a Caín, tentándole a hacer daño a Abel? En hebreo "dominar" es mashal, significa «gobernar, reinar, dominar».

O Caín dominaba sus pasiones, o estas le dominarían a él. Caín podía ejercer dominio sobre sí mismo. Caín debía responsabilizarse por sus propios actos y motivos. Culpar a Abel o a Dios, no era opción.

El Génesis añade:

Caín habló con su hermano Abel. Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano y lo mató.

Caín fue a hablar con Abel. Le haría creer que pasarían un buen rato juntos como hermanos. Pero Caín atacó a Abel, y le mató. Estaban lejos de casa, en el campo, lejos de la posibilidad de que Adán o Eva hicieran algo para evitar lo que él deseaba hacer.

Tras un tiempo, Jehová le preguntó a Caín:
—¿Dónde está tu hermano Abel?
—No lo sé —respondió—. ¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano?
—¡Qué has hecho! —exclamó el Señor—. Desde la tierra, la sangre de tu hermano reclama justicia.

La pregunta de Jehová a Caín no pretendía indagar qué había pasado, pues Dios lo ve todo, y vio el asesinato. Erauna pregunta para saber qué cuenta daría Caín de sí mismo, ya que él era responsable de lo sucedido, o en todo caso, de saber si su hermano estaba bien o no.

Mintió. Dijo que no sabía dónde estaba Abel. Y hasta en tono cínico y despectivo dijo que él no era el guardián de su hermano.

Dios sentenció a Caín:
-Por eso, ahora quedarás bajo la maldición de la tierra, la cual ha abierto sus fauces para recibir la sangre de tu hermano, que tú has derramado.

Cuando cultives la tierra, no te dará sus frutos, y en el mundo serás un fugitivo errante.

Este castigo es más de lo que puedo soportar —le dijo Caín a Jehová—.

Hoy me condenas al destierro, y nunca más podré estar en tu presencia.

Andaré por el mundo errante como un fugitivo, y cualquiera que me encuentre me matará.

—No será así —replicó Jehová—. El que mate a Caín, será castigado siete veces.Entonces Dios le puso una marca a Caín, para que no fuera a matarlo quien lo hallara.

Así Caín se alejó de la presencia de Dios, y se fue a vivir a la región llamada Nod, al este del Edén.

Caín se unió a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc. Caín había estado construyendo una ciudad, a la que le puso el nombre de su hijo Enoc.

Caín se fue delante de Dios. Aceptó vivir lejos de Dios, proscrito, desterrado, como un ser maldito.

Luego Enoc, hijo de Caín, tuvo un hijo llamado Irad, que fue el padre de Mehujael. Éste, a su vez, fue el padre de Metusael, y Metusael fue el padre de Lamec. Lamec tuvo dos mujeres. Una de ellas se llamaba Adá, y la otra Zilá. Adá dio a luz a Jabal, quien a su vez fue el antepasado de los que viven en tiendas de campaña y crían ganado. Jabal tuvo un hermano llamado Jubal, quien fue el antepasado de los que tocan el arpa y la flauta. Por su parte, Zilá dio a luz a Tubal Caín, que fue herrero y forjador de toda clase de herramientas de bronce y de hierro. Tubal Caín tuvo una hermana que se llamaba Noamá.

Lamec, descendiente de Caín, primer polígamo de la historia bíblica, dijo a sus mujeres Adá y Zila:«¡Escuchad bien, mujeres de Lamec!¡Escuchad mis palabras!Maté a un hombre por haberme herido,y a un muchacho por golpearme. Si Caín será vengado siete veces,setenta y siete veces será vengado Lamec.»

Mientras tanto, Adán, que había empezado a vivir las consecuencias de su pecado, volvió a unirse a su mujer, y ella tuvo un hijo al que llamó Set, porque dijo: «Dios me ha concedido otro hijo en lugar de Abel, al que mató Caín.»

Finalmente la descendencia de Caín murió en el Diluvio.

Caín y Abel fueron los primeros hermanos humanos. El ser de la misma sangre debió haberlos unido, pero no fue así.

Caín es un hombre que por resentimiento, ira, frustración, se deja envolver en la llama de sus pasiones. Es alguien con una visión distorsionada de la realidad. Para Caín, soló su visión de los asuntos era la correcta. Claro, era una visión bajo el cristal de la ira y el resentimiento, contra Abel y contra Dios.

Muchas personas son como Caín. Ante sus propios fracasos y vicisitudes, culpan a otros y se resienten. Sus pasiones y emociones les consumen, y se manifiestan en la forma de habla cínica, chismes, rivalidades, envidias, y dañar a las otras personas, que son culpables de su resentimiento.

Todos tenemos emociones, y está en nuestro poder dominar a esa posibilidad de hacer daño a otros que puede aflorar en cualquier momento.

Dios habló a Caín antes, para que tuviera tiempo de pensárselo. Caín podía dominar su ira. Confrontarla, y superarla. Cuántos crímenes pasionales, cuánto daño se causa a otros y a sí mismo cuando no se somete a control ese monstruo interior que puede llevarnos a hacer mal.

La Causalidad está siempre presente: Causa y Efecto.

El famoso Otelo de Shakespeare, es una especie de Caín, preso de los celos. ¿Se sintió satisfecho de sí mismo Caín tras matar a Abel? ¿Realmente se siente bien quien se deja dominar y arrastrar por sus bajas emociones?
en 5/18/2010 08:00:00 AM









miércoles 19 de mayo de 2010
El poder de la palabra
Publicado por Orion

Las palabras tienen poder.

"En el Principio era la Palabra... y la Palabra se hizo carne".

Si uno fuera consciente del poder de las palabras, tendría más cuidado con lo que dice.

La conversación más importante es aquella que uno hace consig@ mism@.

"Muerte y vida están en el poder de la lengua", puntualiza un proverbio.

Eso quiere decir que hablarse de una manera positiva, sería la diferencia entre la vida que tenemos ahora y la calidad de vida que tendremos, por la calidad de ese diálogo interno que llevamos TODOS los días. Se cree que uno se habla a sí mism@ un promedio de 14 horas diarias.


¿Se imagina lo que es estarse insultando, maltratando emocionalmente, con frases autodestructivas, negativas, TODO el DÍA, TODOS los DÍAS?


Si uno escoge creer que no es gran cosa, que la vida nunca será buena contigo y que jamás conseguirás nada de lo que quieres, así será exactamente lo que tendrás.

La conversación interior y la interpretación de las circunstancias

Otro hecho interesante sobre el asunto de hablarse a uno mismo es que afecta la manera en que interpretamos lo que sucede en nuestra existencia. Muchos creen que hay situaciones que causan enojo, dolor, pena o ansiedad. Sabemos que es realmente nuestra creencia sobre lo que nos pasa lo que nos hace responder de la manera en que lo hacemos en cualquier situación. Por ejemplo, un joven le regala a su novia una docena de rosas rojas. Ella lo ve venir y se dice a sí misma, sonriendo: “Él me ama de verdad. Yo soy algo especial para él”. ¿Cuál te imaginas que será su reacción? Cualquier cosa que ella haga, ya sabemos que será positiva, ¿verdad? Pero, por otro lado, supongamos que ella piense para sus adentros: “¡Sinvergüenza! Él sabe que lo descubrí saliendo con Tere y ahora me trae flores nada más que para apaciguarme. ¡Hemos terminado!” ¿Cómo le responderá la novia a su novio en este último caso? Con rosas o sin ellas, seguramente que la actitud no será positiva, en manera alguna. E incluso si él le dice: “¡Es que yo verdaderamente te amo sólo a ti!” pero la novia continúa creyendo y pensando que él es un sinvergüenza, nada hará que cambie de idea y tampoco cambiará su reacción.

Ahora bien, si ella va a caer en un estado depresivo o no, dependerá también de lo que se diga a sí misma. Supongamos que diga para sí: “Yo no soy buena. Yo no soy atractiva... es por eso que él está saliendo con otra”, entonces lo más seguro es que con esto reafirmará sus sentimientos de baja autoestima e incluso puede caer en la depresión. Sin embargo, si se dice a sí misma: “Me alegro porque descubrí quién es realmente. Yo merezco algo mejor. Estoy dispuesta a esperar a alguien que me ame como deseo ser amada”, entonces podrá sobreponerse a la situación más rápidamente. Como advertirás, no es en realidad la situación la que afecta nuestros sentimientos, sino más bien lo que creemos y nos decimos a nosotros mismos acerca de lo que sucedió, lo que nos hace sentirnos como nos sentimos.

Conversando negativamente con nosotros mismos

Un ejemplo de dicha experiencia fue lo que le pasó a un hombre: Elías. Después de un gran triunfo se sintió tan intimidado por Jezabel, cuando ella le amenazó de muerte con palabras, que no sólo huyó al desierto para ocultarse de ella, sino que expresó deseos de morirse: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida”.


Esta reacción no tiene sentido alguno para cualquiera de nosotros cuando la contemplamos. ¿Cómo podía Elías en un momento experimentar el gran poder y la omnipotencia de Dios y en el siguiente huir asustado? ¿Qué le estaba pasando?

Es un buen ejemplo de un monólogo interior irracional. Seguramente la conversación que Elías sostuvo consigo mismo pudo ser: “Mejor me voy de aquí. Jezabel me va a matar. ¿Qué pasará si Dios no me ayuda? ¡Estoy sentenciado!” Aun cuando Elías corría en medio de la lluvia enviada por su propio pedido por el Dios Todopoderoso, su conversación negativa consigo mismo lo abrumó completamente.

Huyendo de lo negativo

Afortunadamente podemos terminar con el diálogo interior negativo que nos enferma, y hacer que nuestros pensamientos obren a nuestro favor y no en contra de nosotros. ¿Cómo?


Primero, escucha tu conversación interior


Entrénate para escuchar exactamente los pensamientos que causan las emociones que percibes. Debido al desarrollo de nuestras actitudes y creencias a través de nuestra vida, con frecuencia el resultado de las reacciones que recibimos de nuestros seres queridos, profesores, amigos, etc., tienden a producirse en un nivel no muy profundo de nuestras conciencias. Al sintonizar esos sentimientos, identificándolos y evaluándolos, podremos decidir cómo responderemos ante un acontecimiento determinado de nuestra existencia. Podemos cambiar los pensamientos que nos conducen al fracaso sólo si primero los conocemos. Repítelos en voz alta. Si no los reconoces, continuarán dominando tu mente.

Segundo, elimina los mensajes que constituyen un detrimento de tu diálogo interior y de ti mism@


Identifica aquello que envenena tus pensamientos y los debilita. Algunas palabras claves para repasar son las de absolutos tales como “nunca” y “siempre”. Afirmaciones como “Nunca voy a formar mi equipo” o “Siempre fracaso”, no sólo son destructivas sino irracionales. Imagínate que estás tratando de desarrollar una nueva habilidad como esquiar, y continuamente te caes. Eso te frustra. Cuando sintonizas tu diálogo interior podrías descubrir, por ejemplo, que tu cuerpo te está diciendo que estás físicamente en malas condiciones y debiste prepararte mejor para lograr tu deseo de esquiar. ¿Verdad? Si es así, entonces haz algo. Practica en las pistas de descenso más fáciles, toma lecciones, inicia un plan diario para mantenerte en buenas condiciones físicas. No obstante, si cuando escuchas tu conversación interior te oyes diciendo: “Soy tonto y estúpido y nunca voy a aprender a esquiar”, esto será la señal de que lo que te estás diciendo debe ser corregido, y corregido inmediatamente. En este caso el diálogo interior es irracional.

Tercero, elimina las palabras negativas


Para. Sal de ese ciclo negativo en que probablemente te encuentras. Cuanto antes lo hagas, será mejor.

Cuarto, sustituye lo negativo con una conversación interior más positiva

La clave está en insertar lo positivo tan rápida y tan concretamente como sea factible. Por ejemplo, si tú te sorprendes a ti mismo diciéndote: “Nunca voy a pasar este examen”, suspende ese pensamiento negativo inmediatamente y reemplázalo por una convicción que sea más racional y acertada, como por ejemplo: “Podré pasar el examen si me preparo adecuadamente. No soy tonto. He pasado otros tests anteriormente. Voy a comenzar a prepararme ahora mismo”. No sólo esta idea será más realista, sino que también reemplazará la actitud negativa por una más productiva y superadora que la anterior.

Quinto, mantén una estrecha relación con Dios, permitiéndole que viva en ti


Que la paz y su Palabra que mora “en abundancia” en nosotros, te enseñe y exhorte “en toda sabiduría”. Una vida dedicada a Dios pronto lleva a decir: “Cristo vive en mí” y uno elige ser influido por su Palabra. Aunque el pensamiento originado en la íntima manera de pensar de las personas influye por sí mismo en sus vidas y en las de otros, los cristianos creen que pueden ser influidos por la conversación interna originada en su dominio espiritual interior. En otras palabras, la mente humana puede encontrar un nuevo recurso en Dios, el cual puede también mejorar nuestro diálogo interno. Los pensamientos tales como “Yo no sirvo para nada” pueden ser transformados en: “Dios me ama. Soy valioso”. O mensajes como: “Estoy solo y no tengo a nadie” pueden ser sustituidos por las palabras de aliento de Cristo que nos dice: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.

Los pensamientos de Pablo, cuando son interpretados a la luz de la importancia del diálogo interior positivo, adquieren un significado completamente nuevo: “Por lo demás, hermanos, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced…Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.


Repitiendo estos pasos podrás adquirir el hábito de pensar positivamente. Sé paciente contigo mismo. Puede tomarte semanas o meses neutralizar tu repertorio de mensajes negativos. El identificar esta suerte de “autoadoctrinamiento”, desafiarlo y reemplazarlo por una saludable conversación interior llevará tiempo, así como lleva tiempo desarraigar cualquier otro hábito. Puede requerir mucho trabajo, pero valdrá la pena. Te asombrarás de cuánto más eficientemente vivirás cada día, lo que te permitirá disfrutar de una vida más saludable, feliz y productiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario