jueves, 15 de abril de 2010

Las religiones ante el nuevo paradigma. Jesuita Xavier Melloni.





Las Religiones ante el Nuevo Paradigma. Jesuita Xavier Melloni.

La otra etimología propuesta por Lactancio hace derivar la palabra «religión» del verbo latino religare: «Obligados por un vínculo de piedad a Dios estamos “religados”, de donde el mismo término “religión” tiene su origen, no —como fue propuesto por Cicerón— a partir de “releyendo”».[6] Este segundo sentido resalta la relación de dependencia que «religa» al hombre con las potencias superiores de las cuales él se puede llegar a sentir dependiente y que le lleva a tributarles actos de culto.[7]
Religion es religarte con Dios. Sin religiones no hubiera habido ni juego ni historia.

Las Religiones ante el Nuevo Paradigma.

Xabier Melloni se nos acerca de nuevo con toda su luz, poesía y discernimiento de la mano de Ana María González. Esta amiga de Donosti se ha tomado el trabajo de transcribir la conferencia que impartió el jesuita catalán en el marco del Foro religioso de Vitoria, recientemente celebrado. He aquí el documento que nos ha enviado.
Es una suerte compartir con vosotras y vosotros, esta indagación necesaria porque como contemporáneos del tiempo en que nos toca vivir, desde el lugar en que cada uno se encuentra, necesitamos conspirar conjuntamente y es lo que estamos haciendo estos días de inspiración conjunta. Dice Einstein: “Ningún problema debe ser resuelto en el mismo nivel de conciencia que lo ha creado”. Esto es lo que tiene que ver con el nuevo paradigma, que es la percepción de que se ha dado una saturación en el modelo con el que hemos permanecido siglos. Se ha dado un “impasse” que es la oportunidad de cambiar de nivel de conciencia. Repito: “Ningún problema puede ser resuelto en el mismo nivel de conciencia que lo ha creado”. Invitación, pues, a abrirse a un nuevo nivel de conciencia que implica dejar el anterior y eso no nos es fácil porque exige abandonar cosas con las que hemos crecido, nos hemos ido configurando, hemos descansado y hemos pasado momentos de crisis. Para que realmente haya un cambio de nivel radical hay que soltar, desprenderse, quedarse en el vacío. No hay subida hasta la cima del monte sin pasar por la noche. Luego esa noche se descubre más amable que la alborada pero ha de ser noche, para que no sea bajada de ojos y volverlos a abrir, la noche es noche donde los entornos que parecían claros y evidentes dejen de serlo. A lo largo del día de ayer se dijo de diferentes maneras que el nuevo paradigma tiene que ver con dos cosas: con la relacionalidad de lo real y con una perspectiva no-dual o a-dual. Una formulación que se presenta en negativo sin caer en el monismo ni en el dualismo que es difícil de atrapar o que se nos va de las manos. La manera de aproximarse no es del orden del decir sino del ser. 1. La realidad es interrelación ¿Qué es eso de la interrelacionalidad o de la no dualidad? Es dejar de fragmentar la realidad entre lo visible y lo invisible, entre lo divino y lo que llamamos humano y lo que llamamos cósmico, entre el creador y lo creante, entre el pasado, el presente y el futuro. Ser capaz de descubrir que en una semilla está todo el árbol comprendido y al mismo tiempo la semilla no es el árbol. ¿Qué sería el árbol sin la semilla y la semilla si no llegara a ser árbol? Todo eso se da a la vez aunque nosotros tengamos que separarlo porque lo propio del ser humano es que no somos capaces de demasiada realidad. Con un poco de exceso de realidad ya quedamos como colapsados. Necesitamos la lenta obertura a esa profundidad de lo real que se nos va dando a través de palabras, conceptos, cambios de paradigma en un momento de la conciencia. 2. La inseparabilidad entre el conocedor y lo conocido, entre el creyente y lo creído Se nos dice desde el nuevo paradigma que el ser humano está en el tránsito entre el microcosmos y el macrocosmos y esto apenas lo llegamos a percibir y a comprender. Hacia abajo perdemos pie porque no sabemos qué es la realidad de los átomos y subátomos que nos constituyen y por arriba también perdemos pie en un espacio infinito del que no somos más que algo pequeñísimo en la inmensidad de lo real. Y al mismo tiempo que somos eso, sin saber qué somos, somos capaces de pensarlo, de serlo. Cada uno de nosotros cuando pensamos en el universo, el universo está en el momento en que lo estamos pensando. Somos una parte minimísima y al mismo tiempo, en el acto de estarlo pensando, estamos representando al universo entero. Misterio. Absoluto, pleno y continuo misterio que sólo se puede percibir desde una actitud silente que es a lo que tratan de conducir las religiones. Porque ¿qué son las religiones? Reediciones o relecturas del infinito prodigio del existir que se nos regala con el primer suspiro del nacer y se nos retira con el último suspiro del vivir. En ese tránsito de nuestra existencia las religiones ofrecen caminos, propuestas de sentido que tienen diferentes y complejas configura- ciones. 3. Pasar de competir a co-inspirar ¿Qué nos dicen las religiones? Que lo que necesitamos para existir está ahí y lo que está ahí lo necesitamos para existir. (..suena un móvil..) Que necesitamos el móvil porque gracias a él estamos muchos aquí y eso forma parte de la realidad con la que convivimos, donde tenemos unos medios adversos y hemos construido otros amables para vivir con paz y serenidad los retos que nos hemos propuesto. Las religiones nos dicen que aquello que es necesario ya está aquí y que lo que está aquí nos es necesario. ¿Y qué es lo que ya está aquí que nos es necesario? En palabras de Raimon Panikkar, la realidad es constitutivamente cósmica, en la materia, en el tiempo y en el espacio; humana -que es la conciencia que nos hace estar aquí presentes, que ponemos a nuestro estar- y esa profundidad que se nos escapa y que antecede a todo lo que se nos da, que llamamos lo divino, más allá de lo perceptible y a lo que no se puede llegar sino a través de lo perceptible. Que significa brillar a través de lo divino. Es lo que palpita a través de lo visible pero que está más allá de lo que vemos. Ese más allá de lo que vemos es lo que las religiones teístas llaman Dios. Ese desde donde lo vemos, ese don que no vemos es el cosmos. Nuestro cuerpo, nuestro espacio-tiempo nos permite ver y comprender todo y nos hace humanos, y eso se da a la vez continuamente en nosotros más allá de nuestra capacidad de percibirlo. ¿Qué hacen las religiones? Desplegarlo. Nos explican que eso estaba antes de que nosotros llegáramos y estará después de que nosotros marchemos y que son ofertas de sentido, de caminos que se nos ofrecen para que podamos transitarlos y podamos abrirnos a la profundidad de lo real. ¿Cuál es el nuevo paradigma ante las religiones? Cada una de estas propuestas de sentido unas a otras o bien se ignoraban o competían o unas a otras se devoraban. Hoy tenemos los recursos suficientes para que no nos podamos ignorar. La televisión o internet no nos permiten ignorarnos. Tenemos la fuerza para exterminarnos los unos a los otros y eso es lo que pasó el 11 de septiembre hace años en Estados Unidos. Caímos en la cuenta de que la metrópolis era vulnerable. Las guerras no sólo ocurren fuera, sino que también pueden ocurrir dentro. O las religiones están al servicio de ese nuevo paradigma que es la pluralidad o van a ser las que más van a poder testificar el exterminio de unos contra otros. 4. La complementariedad entre las religiones ¿Cuál es la llamada a las religiones del nuevo paradigma? Que percibamos, que nos demos cuenta de que nos necesitamos las unas a las otras para ir desplegando la anchura, profundidad y altura de lo real. Cada dimensión religiosa no contradice a la otra, sino que es una plenitud que se ofrece a otras plenitudes. Lo propio de nuestro tiempo y más para los siguientes va a ser la libertad de escoger la copa en la que queramos beber esa plenitud. Eso requiere una madurez en el discernimiento, en la formación, un conocimiento de las diferentes propuestas de sentido que nos hacen sin que ni nos confundamos ni nos escandalicemos, ni juzguemos, sino que profundamente nos respetemos y nos impulsemos a que ese soplo de plenitud que cada religión ofrezca nos enriquezca y seamos más humanos, más abiertos, más receptivos, más pequeños, más capaces de comprender esa estructura humana que somos entre el macrocosmos y el microcosmos. Hoy por hoy podemos decir que existen tres grandes configuraciones religiosas que han coexistido desde antiguo pero que podemos ser más concretos en sus especificidades. En esta confluencia de caminos, de cosmovisiones hay diferencias. Igual que se habla de la biodiversidad, la diversidad de la biología, la importancia de la fauna, la flora, la riqueza de la ecología, debemos de mantener la diversidad de lo sagrado, es decir que, habiendo muchas maneras de modular el misterio del ser, no perdamos las antiguas formas de nombrar el misterio. Existen tres grandes configuraciones de religiones y es en el conocimiento de ellas donde se producirá la fecundidad de la síntesis del nuevo paradigma. 4.1. Las religiones cósmicas. Primera constelación religiosa: Las aborígenes, religiones que nos permitimos despreciar durante siglos cuando llegamos con la altivez de nuestra verdad a ahogar verdades ajenas a otras tierras, porque no teníamos la apertura de compartir nuestras verdades con las de los otros. Se diría que la tierra que pisaban aquellos era sagrada y lo propio de la religión aborigen es la sacralidad de la tierra no como idea sino como una actitud que dispone de modo reverencial. Lo propio de las religiones aborígenes no es divinizar la materia, no es idolatrizar las plantas o las cascadas sino percibir el fondo sagrado que tienen y que cuando participamos de ellas no tenemos derecho a violentarlas. Lo propio de las religiones aborígenes es la reciprocidad de la relación con la naturaleza. No se puede pedir más de lo que uno no dé. Todo lo que se pide se devuelve con la propia vida. Porque la vida cuando se da se está ofreciendo, se está sacrificando. Para mantener ese equilibrio uno se lo ofrece a esa naturaleza. Hemos construido esta civilización y nos damos cuenta de que como no escuchemos la sabiduría ancestral desde nuestros antepasados vamos a dejar un planeta desolador y un gran destrozo en dos o tres generaciones. Estamos descubriendo que necesitamos recuperar una sabiduría que la necesitamos para vivir como humanos. 4.2. Las llamadas religiones teístas. Lo propio es concebir este horizonte que sostiene lo real como un inmenso y primordial “tú” que nos dice “yo”. O como un primordial “yo” que cuando se dirige a los otros nos dice “tú”. Esa es la experiencia de Israel, con Abraham o Jacob, “Yo Soy el que Soy” y, siendo “el que Soy”, en esa relación “Yo-tú” se estructura toda la experiencia religiosa. Nos es inconcebible otro modo de concebir a Dios que no sea desde la relacionalidad “Yo-tú”. Eso es profundísimo e inagotable. Místicos como Santa Teresa han llegado al centro de la morada, a la profundidad de lo que habían de llegar. Eso nos constituye a nosotros, desde nuestra fe. Nuestros salmos, nuestras oraciones están construidas sobre esta fuerza de la relacionalidad y de ahí se desprende la dimensión ética, porque hay respeto a la persona, a sus derechos, es decir, todo lo que se desprende del personalismo judeocristiano. Como dijo muy bien Mayor Zaragoza, más importante que aquel 11 de septiembre del 2002 fue el año 1947 cuando la ONU proclamó en nombre de toda la humanidad que todo ser humano sobre la tierra tiene unos derechos inviolables, irreemplazables, que hay que respetar. Esa estructura personalista de nuestra relación con Dios es muy rica aunque tiene el peligro de ser demasiado antropomágica o antropocéntrica descuidando otros elementos que van más allá del “Yo-tú”, que es la relación con la tierra, que no está tan considerada en las religiones judía y cristiana. 4.3. La llamada oceánica ¿Por qué decimos oceánica? Porque lo propio de esa experiencia religiosa no es la relacionalidad “Yo-tú” (sino percibir la realidad como un todo en el cual emerge y se sumerge el yo. Si se sumerge el “yo” también el “tú”. Hay un solo ideal, con la imagen de la ola que se descubre océano. La ola no reduce el océano, pero ¿qué será la ola sin océano? Desaparece el “Tú” de Dios y el “yo” humano y queda el flujo de formas y existencias de relaciones que llevan a la conversión, a la sabiduría, a un modo no dual que se rompe cuando digo “yo” o digo “mío”, porque me desgajo y comienza la agonía y cada vez que me entrego y entrego lo mío en esa totalidad fluyo desde lo que soy en ese todo. Eso lo podemos saber, no estoy diciendo nada que no sepamos. Es propio del nuevo paradigma no yuxtaponer estos tres modelos: el aborigen, el personalista y el oceánico sino comprender que son tres oberturas simultáneas al misterio de vivir y que las religiones, en la medida en que sean capaces de articular estos tres movimientos, podrán ofrecer a la humanidad los instrumentos para dar el paso civilizatorio en el que nos encontramos. Y en la medida en que nos ignoremos o apartemos llegaremos mutilados a donde hayamos de llegar. 4.4. El modelo secularista, es el marco de la no religión, el propio de occidente, en el marco de la secularización. ¿Hacia dónde apunta este marco? A postular o reafirmar una ultimidad en las cosas. Las personas en cuanto a la dimensión ética, y por tanto al compromiso de unos por otros en esta vida, es hacer un mundo mejor a través de la técnica y de la ciencia, que tratan de indagar cómo puede ser el medio en el que vivimos. Lo propio de este cuarto modelo secularista es que puede que cada vez sea menos agresivo, no necesita afirmarse tanto como antes en contra del Cristianismo que a la religión de alguna manera le sometía. Convive con nosotros pero eso no bastaría para el nuevo paradigma en el que nos movemos. Se trataría de comprender qué verdad también dice a la realidad que no excluye nuestra propia verdad y que convive con ella y que juntos tenemos que hacer este camino. Uno de los autores que en estos momentos se sitúa en un “ateismo fiel”, dice él de sí mismo, es un autor francés André Compte-Sponville en un libro que se titula “El alma del ateismo”, serenamente muestra una nueva generación de pensadores franceses a-teos, (el guión es importante) que se abstiene de la hipótesis de Dios (a-teo, no Dios), sosteniendo la no necesidad del postulado de Dios, se reconoce un ateo fiel –dice él- a los valores del cristianismo. No tiene nada en contra, al contrario, de lo que el cristianismo ha aportado a la civilización cristiana, simplemente que la hipótesis de Dios no le es necesaria para ser humano y describe una experiencia mística que tuvo a los 25 años siendo profesor en un instituto de Filosofía en un pueblecito al norte de Francia, saliendo un día con sus colegas del instituto a pasear por el bosque, entre nieblas en un lugar cercano a Bélgica, dice así: “Después de cenar salí a pasear con algunos amigos por un bosque al que amábamos. Estaba oscuro, caminábamos, poco a poco las risas se apagaron, las palabras escaseaban, quedaba la amistad, la confianza, la presencia compartida, la dulzura de esa noche y de todo. No pensaba en nada, miraba, escuchaba. Rodeado por la oscuridad del sotobosque, la asombrosa luminosidad del cielo, el silencio ruidoso de las ramas, algunos crujidos, ruidos de animales, el ruido más sordo de nuestros pasos. Todo eso hacia que el silencio fuera más audible. De pronto, ¿qué?, nada, es decir todo, ningún discurso, ningún sentido, ninguna interrogación, sólo una sorpresa, una evidencia, sólo una felicidad que parecía infinita, una paz que parecía eterna. El cielo estrellado sobre mi cabeza, inmenso, insondable, luminoso y ninguna otra cosa en mí que este cielo del que yo formaba parte, como una alegría sin objeto, sin otro objeto que todo, sin otro sujeto que ella misma, ninguna otra cosa en mí en la noche oscura, que la presencia deslumbrante de todo. Ya no había palabras, ni carencia, ni espera, sólo puro presente de la presencia. Apenas puedo decir que paseara, sólo estaba el paseo, el bosque, las estrellas, nuestro grupo de amigos, únicamente la presentación silenciosa de todo”. Este momento, que es una experiencia de no dualidad, está en todos porque tenemos momentos de esos, pero quizá no sabemos identificarlos y enseguida los interpretamos. Ahí es donde entra el nuevo paradigma, la consciencia de que las religiones son interpretaciones de esa experiencia y propiciaciones para alcanzar esa experiencia. Cuando caemos en la cuenta de esto, entonces se abre mucho más el espectro y la posibilidad de comprender que aunque yo vaya por el camino de mi interpretación, otros pueden ir por el de su interpretación a ese mismo lugar que está más allá de todas las interpretaciones que podamos hacer. Cuando eso se comprende las religiones sin dejar de ser lo que son, se liberan de su absolutismo. El complejo de las religiones, como de todo acto cognitivo, es que está tan vinculado lo que vivimos con el modo que tenemos de comprender lo que vivimos que separar eso requiere un gran ejercicio de desprendimiento. Ese desprendimiento es justamente, como decía al principio, la exigencia a la que nos aboca el nuevo paradigma. Podremos acercarnos a esa comprensión si sabemos tomar distancia. En ese tomar distancia hay que soltar y en el soltar está la confianza y ahí es donde todos tenemos resistencias y también nuestras evidencias de que tiene que ir por ahí. 5. El proceso y el resultado del encuentro Cuando somos capaces de comprender que la otra tradición religiosa no niega mi modo de acceder a lo real, a la visión de la realidad sino que la complementa, se producen tres momentos o impactos: 5.1. La purificación. Cuando percibo que por otro camino se puede llegar al mismo lugar que por el mío, el contraste con la belleza, contundencia, consistencia de la otra religión me ayuda a dejarme interpelar por lo que se está diciendo. En esa interpelación se produce una purificación. La luz que recibo me ayuda a mirar con mayor finura y autocrítica aquello que en mi propia percepción religiosa puede haber sido parcial, epocal, me ayuda a no absolutizar mi propio punto de vista, me ayuda a indagar, a intuir aquello que si no fuera por los otros no me lo plantearía y se da una mutua purificación. 5.2. La fecundación. Algo de lo ajeno entra en lo propio. Cuestiones que en mi tradición no me hubiera planteado me lo plantean los otros, sin que por ello caiga el eje del propio esquema. Por ejemplo, nuestra oración occidental está vertida en palabras y en textos. No hay nada que decir sobre eso, pero tiene un déficit corporal. No caemos en la cuenta de que el modo como nos sentamos, disponemos, es nuevo. Santo Domingo describe unas diez posturas, Santa Teresa no habla de eso, San Ignacio tiene alguna insinuación. ¿Qué problema hay? Las tradiciones orientales nos ayudan a sentarnos, insisten en la importancia de la columna vertebral o de tomar conciencia de la respiración. No afecta a nuestros textos sino que nos disponen y se produce la fecundación. Desde las religiones orientales recibimos todo el énfasis antropocéntrico que tienen las tradiciones proféticas de que si en tu oración no tienes en cuenta el hábitat en que vives, eso pierde en conexión y comunión. Eso es un plus que recibimos de las religiones orientales. Cuando el cristianismo ha ido a Asia o a Africa ¿qué ha ofrecido? Escuelas y hospitales, es el mejor regalo que podía darles, es decir, la cura y la promoción de las personas. Es un instinto que tiene el Cristianismo, cosa que no hará el budista, porque su aportación estará en descubrir la profundidad de la persona, el acento propio de las tradiciones más personalistas. Sin darnos cuenta se produce una fecundación. Las órdenes religiosas hindúes y en parte algunas de las budistas han incorporado cosas del cristianismo. Sin darnos cuenta se produce una mutua fecundación y se complementan las unas a las otras. 5.3. Hacia síntesis superiores todavía por realizar. Pero no sólo es purificarnos y que mutuamente nos fecundemos. Eso no sabemos cómo se va a producir. Tal vez estamos siendo llamados y se está produciendo ya porque estamos en un momento de posibilidades de síntesis mayores. Síntesis que no es mezcla. La mezcla es una configuración o subproducto tóxico de elementos heterogéneos que dan un conglomerado menor. Cuando se habla de sincretismo esa fecundación mutua se ve que es a costa de mezclar elementos que al final no es una cosa ni otra y entonces perdemos toda la consistencia que tienen las tradiciones religiosas. En cambio la síntesis es que en esa combinación nueva de elementos se da un lugar de mayor profundidad, de mayor percepción de perspectivas y ese es el elemento del nuevo paradigma, no caer en fáciles mezclas que serían los fáciles sincretismos, sino ir hacia una síntesis superior. ¿A costa de que desaparezcan las tradiciones anteriores que han llegado hasta aquí? No lo sabemos porque estamos hablando de miles de años. Las perspectivas son a largo plazo. De hecho hoy coexisten dos modelos, el pluralista (que es como decir que creemos en los dos primeros momentos el de la purificación y el de la fecundación que han de mantenerse, pero sin querer ir más allá…) y el otro modelo que es el universalista que intuiría que el resultado final de irnos encontrando los unos a los otros no puede sino irnos llevando a un lugar común. Ante esa situación es natural que haya miedo a perder el contorno y eso explica los movimientos retroactivos, regresivos que son los fundamentalismos, que hay que comprenderlos desde su razón de ser. Hay que comprender que son simultáneos y unos abogan por esa síntesis superior, otros se quedarán en la fecundación y otros intentarán que no se pierda aquello que da sentido y forma a una tradición religiosa. Y eso es lo que está sucediendo en vuestra diócesis hermana. Es miedo al cambio de paradigma porque toca cosas muy sustanciales. Si entendemos que es miedo entonces nuestro juicio también es medio. No podemos juzgar el miedo del otro. Estamos llamados a comprender ese miedo y sólo si el otro se siente comprendido de su miedo puede haber diálogo. Ese diálogo intrarreligioso o intraeclesial es tan importante como el extrarreligioso o extraeclesial que es tener en cuenta al otro y comprenderlo desde donde está y no desde donde yo quisiera que estuviera, es comprenderle tanto como a mi mismo. Está ahí, pues está ahí. El paradigma nos afecta a todos aunque cada uno esté situado de un modo o de otro. ¿Qué es lo que en ese encuentro de las tradiciones religiosas estamos llamados a ofrecernos mutuamente? Desde tres maneras a la vez. Por un lado, como seres humanos tenemos que apasionarnos por lo real. Todas las religiones son un impulso a vivir, a interesarnos por lo real. Es la pasión por la vida lo que nos hace ser religiosos. El interés por lo real al mismo tiempo es una contención, porque nos ayuda a distanciarnos de aquello mismo por lo que nos interesamos porque si no nos convertimos en depredadores. Las religiones son un ejercicio de contención. Las normas morales, éticas de toda tradición religiosa es un poner freno al deseo para que no sea un deseo comprometido que destroce sino al contrario, que sea respetuoso en aquello mismo que estoy ofreciendo. Interés por la realidad y contención que significa respeto a aquello que existe y a aquéllos que existen conmigo. Finalmente, el silenciamiento. Todas las tradiciones religiosas tienen métodos para acallar el deseo y la mente y situarnos en un lugar anterior a nuestro deseo y a nuestra acción desde donde recibir el ser que se nos da. Si entendemos estos tres movimientos de compromiso, de contención y de silenciamiento nos podemos situar ante el mensaje que nos transmiten los textos. 6. Posibilidad de compartir nuestros textos sagrados Ahí voy a un tema muy importante. Son muy recientes las traducciones que nos están llegando de otras tradiciones religiosas en lenguas que no eran accesibles para nosotros. Hoy en día accedemos a los grandes textos del Budismo, Taoismo, etc. Nunca habíamos tenido tan cerca la sabiduría de las otras tradiciones religiosas, pero necesitamos claves de lectura para leerlos. 6.1 Claves de lectura para leerlos. Ahí mismo tenemos un gran reto. Por un lado la facilidad para llegar a los textos, pero ¿quien nos interpreta la lectura de los textos para hacer una lectura correcta de ellos? Es una de las cuestiones que tenemos planteadas. Y podemos ir más al fondo: si comprendemos los textos que se nos dan ¿no es tiempo ya para que en nuestras liturgias podamos leer los textos de todos? ¿Por qué va a ser más palabra de Dios la mía que la tuya? La cuestión es ¿cómo discernimos qué es palabra de Dios? Entendemos por palabra de Dios todo aquello que nos hace entregarnos, contenernos y silenciarnos. Cualquier texto que sea capaz de abrirnos, que al mismo tiempo que nos abre nos ayuda a descubrir la reverencia por la realidad y nos remite al silencio que lo funda todo, es un texto sagrado porque nos ayuda a vivir abiertamente. ¿No es tiempo ya de que los textos puedan ser leídos y proclamados en nuestras liturgias tanto como los nuestros en las suyas? Es un paso que empieza a darse en según qué ambientes, incluso textos seculares como la poesía, que hace años que se empezaban a introducir en ciertas liturgias, más de comunidades de base, textos de Casaldáliga o de León Felipe considerados de hecho como Palabra de Dios. Eso requiere mucho discernimiento, mucha audacia, mucha libertad y mucha confianza. Si estamos atravesados por lo mismo ¿por qué eso mismo no puede haber sido dicho de muchos modos y no sólo según el marco canónico de nuestras Escrituras? Porque el marco canónico ha sido un discernimiento que hicieron nuestros antiguos para distinguir textos sagrados de textos tóxicos y ese discernimiento tiene que haber siempre, pero a lo mejor el discernimiento de hoy no es el discernimiento de ayer. ¿Cuál es la canonicidad de los textos? La capacidad que tienen de abrirnos y no cerrarnos. ¿Cómo decimos de ciertos textos o salmos que esto es Palabra de Dios? ¡Qué barbaridad! Porque tenemos las claves para comprender porqué eso es palabra de Dios. ¿Quién nos priva de eso? El miedo a la confusión, pero entonces el miedo nos acorrala y hace que no salgamos de los mismos textos que ya conocemos, cuando hay una belleza y una sabiduría exquisita más allá de nuestro territorio canónico. Eso está por estrenar y en parte ya se empieza a hacer en ámbitos pequeños. Lo que se necesitan son hermeneutas de los textos que nos ayuden a leer desde la entrega, la contención y el silenciamiento. Todo lleva a ese triple ritmo. 7. No somos iguales pero somos lo mismo. El triple camino que hemos de ayudarnos a recorrer. El deseo nos hace tomar conciencia de otra cuestión. Las religiones se puede decir que tienen tres etapas y que de alguna manera cada una de ellas está en nosotros. Hay una primera etapa chamánica, una segunda etapa sacerdotal y otra tercera de sabiduría. 7.1. La etapa chamánica. En las religiones o en las religiones teistas la profética, es la etapa india, del fuego incandescente. Chamán es un término que proviene de las tribus siberianas que significa “persona de conocimiento”, que ha tenido el don o la audacia de moverse por los tres mundos, físico, el transmundo -el mundo de los dioses- y el mundo de los infiernos, que ha viajado por los tres mundos y ha traído conocimiento sanador y necesario para la comunidad. Viajando por alturas abismales ha vuelto con conocimiento a costa de arriesgar su vida. Cada vez que viaja vuelve con un conocimiento nuevo y se arriesga a no volver. Eso en las religiones proféticas se corresponde a Moisés, a Amós, a los grandes profetas y a Jesús que bajó del cielo vivió en la tierra y descendió a los infiernos con Adán y Eva restituídos. Es la novedad de una nueva adhesión de las cosas que hace que genere valores y gestos nuevos. Si no ¿qué es la Eucaristía? Jesús cambia el texto de la tradición en la fiesta de Pascua, diciendo “Este pan soy Yo, este vino soy Yo”. Es la actualización y actuación de esa donación que en mí hoy se realiza. 7.2. La etapa sacerdotal. La siguiente generación trata de repetirlo y las palabras recordarlas y ponerlas por escrito para no perder la fuerza con que fueron pronunciadas y entonces comienza la etapa sacerdotal, la repetición de los gestos y de las palabras para conservarlas. Porque no se puede vivir siempre en etapa india o chamánica porque pocas personas tienen el don de vivir en la novedad constante. Eso necesita sacerdotes que son los mantenedores de la tradición para que eso se perpetúe. Es la fidelidad a la transmisión de unos textos y gestos que se necesita canonizar porque dieron y seguirán dando vida. Hay unas personas que se responsabilizan de la correcta interpretación de la palabra y del gesto y aparece el clero, distinguido del pueblo, porque tiene la obligación de repetir y asegurar la correcta transmisión de esa experiencia. Esa etapa segunda sacerdotal canoniza las Escrituras a costa de decretar heterodoxas las que no lo son y a determinadas personas para esa función de las que no tienen esa función, de detectar verdades que hay que defender o separarlas porque no dicen lo mismo. Y eso con el tiempo va entrando en crisis. Hemos interiorizado tanto la etapa sacerdotal del cristianismo que nos podemos permitir ponerla en crisis, en su rigidez, para entrar en la etapa de sabiduría donde no se necesita mantener tanto la identidad de unos textos y ritos o de personas encargadas porque aquello que había que transmitir ya ha sido interiorizado en la masa crítica de una generación. 7.3. La etapa de la sabiduría. Entonces se puede ir viviendo el tercer momento de sabiduría porque hay suficiente discernimiento para comprender cuál es el núcleo de aquellas palabras y recrear y expandir en otros gestos y palabras y donde no hay unas personas especializadas para defenderlo sino que cualquier persona abierta a la sabiduría está llamada a prolongar el recuerdo para abrirnos a una etapa de sabiduría que es en la que hoy nos encontraríamos. El cambio de paradigma justamente es el paso de la etapa sacerdotal a la etapa de la sabiduría. En la etapa sacerdotal estamos todos blindados en la canonicidad de nuestras creencias, ritos y textos y, en cambio, en la etapa de la sabiduría sabiendo a donde apunta el texto podemos adaptar y recrear textos, en función de abrirnos, contenernos y silenciarnos. 8. Estimularnos a adentrarnos en lo único necesario ¿Qué es silenciarse sino morir a las palabras, morir a las ideas, morir a las creencias qué son los recortes nuestros para que aquella entrega que nace del silencio sea más capaz de acoger realidad que antes de haberse silenciado? La invitación del nuevo paradigma es a ejercitarnos de tal manera en ese silenciamiento de la mente, de nuestros recortes de la realidad que nos han servido suficientemente hasta ahora aunque a costa de mucha sangre, para seguir profundizando en aquello en lo que indicaban pero con una libertad que en la etapa sacerdotal o mítica no teníamos. ¿Cuál es la diferencia, el paso de lo mítico a lo místico? En la mítica se considera que la comprensión que estoy teniendo de la realidad es la identificación entre la forma y la realidad con que veo esa forma y en la mística es el dinamismo que esa forma conlleva más allá de la forma misma. Entonces no hay límite. El límite está en nuestra limitación o en nuestra propia incapacidad, pero no viene dado por fuera sino según la capacidad de irnos abriendo, silenciando, entregando. ¿Qué es la realidad sino Dios entregándose a si mismo? ¿Qué es lo real sino lo que se nos está dando a través de lo que somos nosotros y de lo que nos rodea? ¿Qué somos sino el darse de Dios en nosotros? ¿Cómo podemos alcanzar al Dios que se nos da sino dándonos en su darse? El problema de la mente es que la mente no se da, la mente trata de controlar, de captar, de situarse. El camino de la mística y la apertura al nuevo paradigma es que si bien la mente tiene sus funciones, donde se pone el acento no está en el control de la mente – que es lo que se convierte en creencias y las creencias incompatibles con otras religiones y entonces viene la guerra de religiones- sino que lo que está en juego es ese modo de estar en la realidad que al mismo tiempo que la comprendemos eso mismo nos sirve para entregarnos y en esa entrega que hacemos de nosotros mismos comprendemos más y entregarnos más y se va produciendo una reciprocidad que no es otra que aquello que los cristianos llamamos desde antiguo de la “Perijóresis intratrinitaria”. No es otra cosa que, expresado en lenguaje mítico, hablar de Padre, Hijo y Espíritu Santo. El lenguaje es mítico pero lo que dice es místico. En cada Credo, decimos que la profundidad de lo real es un darse permanente de aquello que llamamos Padre-Madre. En Dios hay una profundidad que está continuamente dándose. Ese darse que surge de Dios es el Hijo que se recibe de ese darse del Padre y lo propio del Hijo es un flujo constante que es el Espíritu Santo. Eso que es la realisima belleza pero que lo podemos comprender a nivel mítico o a nivel conceptual o sea racional, mental, si lo comprendemos adualísticamente o místicamente no es más que la descripción de Lo que Es. ¿Dónde va a estar la Trinidad sino aquí mismo? La Trinidad no está allá. ¿De qué estamos hablando? Estamos hablando de la mismidad de lo real. ¿Qué pasa cuando Dios se da? Nace el Hijo. ¿Dónde nace el Hijo? Donde estamos nosotros. Nosotros somos el Hijo en términos mítico racionalistas, antropológicos, pero si somos capaces de ir más allá del lenguaje y comprender lo que se nos está diciendo, eso es lo verdadero. Son palabras que balbucean y lo intentan decir. Y si soltamos amarras nos invitan a acercarnos al Budismo para escuchar hablar del Nirvana, del Shankara…o del Shankara al Nirvana.. ¿Que dice el Induísmo?. Lo mismo que nosotros pero con otro lenguaje. ¿Qué es el Shankara sino la forma y qué es el Nirvana sino la interioridad no condicionada por la forma que está engendrando continuamente forma y en la experiencia de vacío es donde las dos cosas se acumulan y no están separadas la una de la otra? El Induísmo y el Budismo están diciendo lo mismo y así podríamos seguir con otras religiones… En la profundidad de lo real hay un darse que engendra la forma que somos nosotros, esa forma que la recibimos y cuando la entregamos volvemos al origen. Es la única experiencia verdadera. Estamos creados desde la profundidad de Dios. Cuando eso se ha entendido todo está absolutamente abierto y se da aquí y ahora en cada instante. Pero para abrirnos hemos de soltar y en ese umbral nos deja el nuevo paradigma.









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