domingo, 13 de junio de 2010

Testimonio de su entrega al Señor,Juan Luis Guerra 440.








Apocalipsis.

El Interludio / El Angel Fuerte



Entre la sexta trompeta y la séptima tiene lugar un impresionante y significativo paréntesis, el cual contiene una de las secciones más profundas y a la vez más sencillas del Apocalipsis, en la cual Juan vio al Ángel poderoso, al librito, la vara de medir, los dos testigos y el terremoto.

Ahora todo está señalado al final. La primera mitad de la septuagésima semana de Daniel está casi cumplida, pero los últimos días muestran al mundo en abierta rebelión contra Dios y su pueblo, contra quienes la bestia y el anticristo derraman toda su furia. Pero antes de que los apóstatas gentiles y judíos y sus seguidores beban el residuo de la venganza de Dios, aparece esta consoladora visión en medio de la obscura nube de los juicios. Este es un severo recordatorio al mundo de que, a pesar de la furia de los inicuos, el gobierno del mundo le pertenece en toda justicia al Creador, y esto será demostrado con poder. Pero la visión también está destinada a fortalecer y consolar a los creyentes, especialmente a los que están sufriendo, porque el mismo poder que aplastará al enemigo, exaltará el honor de los que sufren.

El ángel fuerte (10:1-7)

¿Quién es este ángel glorioso que ocupa el cielo, la tierra y el mar? Dios pone las nubes por su carroza (Salmo 104:3) y envía a este ángel que viene con gloria. Algunas versiones hablan de él como "un ángel fuerte". Algunos escritores ven en él el heraldo angélico que anuncia la solemne crisis que vendrá bajo el tercer ay o séptima trompeta (11:15-19). En vista de que la palabra "ángel" no denota exactamente a un miembro de la raza angélica, sino que a menudo denota una cosa o persona en servicio activo, ¿pudiera ser que este "ángel fuerte" se refiera a Cristo mismo, que sale para actuar a favor de su pueblo fiel? Observemos las diferentes características del Personaje maravilloso que domina el universo.

Cristo no sólo deja el cielo como punto y lugar de partida, sino que "desciende del cielo", que es su hogar natural (10:1). Los tratos de la Providencia con la tierra están por terminarse, así que el Señor deja su habitación celestial para establecer su reino universal una vez su programa de juicios esté consumado. ¡Cómo le alabarán las huestes de redimidos y de ángeles cuando Él salga de la presencia de ellos para tomar el poder para sí mismo y reinar!

Cristo está "envuelto en una nube" (10:1). La nube es un símbolo que requiere poca interpretación, ya que en las Escrituras las nubes figuran mayormente como indicación de la presencia y majestad de Jehová. ¡Cómo dependía Israel de la nube, la shekina de gloria! El estar vestido de una nube, entonces, es una señal pública y visible de la majestad del Señor.

Cristo tiene un arco iris sobre su cabeza (10:1). El arco iris, descrito como "la cumbre de la divinidad" que rodeaba el trono (4:3), ahora circunda la cabeza del ángel fuerte. Simboliza que hay un pacto en vigencia y por medio de él, el remanente fiel de Dios recibe garantías de que aun en medio del cruel conflicto estará seguro y no tiene qué temer. Cristo viene como el Mensajero del Dios que guarda sus pactos y convocará a la tierra para que sea testigo de que a causa del rechazo del hombre, Él está a punto de romper su pacto con el mundo. ¡Qué aspecto tan glorioso presentará el Señor con su cabeza coronada con un esplendoroso arco iris!

El rostro de Cristo es como el sol y sus pies como el fuego (10:1). Aquí nos encontramos con una repetición de lo que vimos en la visión de Patmos (1:15, 16). La doble metáfora del sol y el fuego nos habla del carácter supremo, penetrante y firme del mensaje que se va a dar. Tomados en conjunto, el rostro como el sol y los pies como columna de fuego pueden sugerir la suprema majestad de Cristo y su estabilidad eterna al experimentar la tierra la inflexible santidad de su misión judicial.

Cristo tenía un librito en su mano (10:2). La palabra "libro" viene de biblos, de donde sacamos también la palabra Biblia. Aquí tenemos una "pequeña Biblia", una versión amplificada de la cual es el libro de los siete sellos del capítulo 5. El "librito" estaba abierto, mientras que aquel libro grande estaba sellado y fue abierto por el Cordero. Este está abierto para que todos lean su mensaje inconfundible.

El pie derecho de Cristo estaba sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra (10:2). En esta descripción clara y gráfica que nos da Juan acerca del ángel fuerte. Él es presentado como una figura colosal que está de pie, y abarca tanto la tierra como el mar. Como Señor de la creación. Él domina la escena completamente. Se ha preguntado si acaso hay algún significado especial en la posición de los pies. ¡Ciertamente lo hay!

El mar — turbulento, agitado e intranquilo — representa el estado caótico y revolucionario de las naciones.

La tierra, la cual ha estado dominada parcialmente por el hombre, simboliza el gobierno organizado de la gente educada y civilizada. Tres veces se dice que el ángel estaba parado sobre mar y tierra (10:2, 5 y 8) y esta repetición denota énfasis divino. La fuerte y firme pisada de los pies de bronce bruñido de Cristo significa la sujeción completa de todos los pueblos y fuerzas del mundo a Él. Los hombres y las fuerzas naturales de todo el universo reconocerán su dominio cuando Él ejerza tanto su derecho como su poder.

La voz de Cristo era como rugido de león (10:3). Aquí tenemos otra característica de la "voz como de muchas aguas". Ninguna voz es más temida por el hombre y por las bestias en la selva que el rugido de un león. Las voces fuertes y rugientes no siempre son inteligibles. Sin embargo, no habrá ningún malentendido en el significado del rugido del león de la tribu de Judá, pero causará intenso terror y desesperación entre los hombres (Salmo 68:33; Oseas 11:10; Joel 3:16). En el maravilloso Salmo de las voces, se nos dan siete descripciones de la majestuosa voz del Señor (Salmo 29).

Si el rugido de león es indicativo de poder irresistible, los siete truenos (10:3) hablan del terror que producirá el Señor en toda su plenitud cuando venga para aplicar juicio. Cuál será la naturaleza de este juicio, no se nos dice, porque a Juan se le dio orden de sellar lo que oyó y no escribirlo (10:4). Diez veces aparecen los truenos en el Apocalipsis, y como los estruendos proceden del trono, contienen un mensaje y un mandato divinos. Job habla del "trueno de su poder" (Job 26:14), y mientras Jesús estaba aquí en la tierra, la voz de Dios les parecía voz de trueno a los que la oyeron (Juan 12:28, 29). El trueno es la voz de Dios en el juicio y la expresión de su autoridad para juzgar.

Como las visiones de Daniel, el contenido de estos siete truenos tenía que ser cerrado y sellado. Juan los entendió y sabía que significaban la perfección de la intervención de Dios en juicio, pero el mandamiento divino en cuanto a la naturaleza de los truenos fue: "No las escribas." Gran parte de la sección profética del Apocalipsis no podrá ser entendida completamente hasta que los sucesos predichos tengan cumplimiento.

Cuando Jesús ascendió al cielo, levantó sus manos en un acto de bendición sacerdotal sobre su pueblo. Ahora, cuando asciende, levanta las manos al cielo (10:5) como jurando que cumpliría con los justos juicios del trono de Dios. La mano levantada al cielo era el gesto acostumbrado para hacer un juramento (Génesis 14:22; Deuteronomio 32:40; Daniel 12:7). Aquí tenemos una de las visiones más sublimes del Apocalipsis. Trate de visualizar la escena: El Ángel fuerte de Jehová, con el mar y la tierra bajo sus pies; El volumen de la profecía final en su mano izquierda y su mano derecha levantada al cielo, jurando por el Dios de los siglos y Creador del universo que el juicio sobre los inicuos sería inmediato.

¿Cómo debemos entender la frase "que el tiempo no sería más", o como traducen algunas versiones, "no se demoraría más"? ¿Podría ser que el clamor de toda una vida por venganza, "¿hasta cuándo, Señor?" (Salmo 13:1, 2; Apocalipsis 6:10), está a punto de ser contestado y que el día del hombre terminará ahora en un fuerte y severo juicio? Como hemos visto, el número siete sugiere perfección, y las siete trompetas y los siete truenos significan la plenitud perfecta de las advertencias de juicio de parte de Dios. No queda lugar para que ocurra ninguna cosa antes del juicio final, del cual todos los juicios anteriores han sido un anticipo. En virtud de su derecho natural y su obra redentora, Cristo vuelve ahora para consumar el juicio que le ha sido comisionado por el Padre (Juan 5:22, 27).

La palabra revelación (griego, apokálipsis) implica el descubrimiento de un misterio, y en este acto del drama el misterio de Dios (10:7) que fue predicho por los profetas y apóstoles está a punto de ser consumado (Romanos 16:25, 26; Efesios 1:9, 10, etc.). Ahora vemos muchas cosas por espejo oscuramente (por ejemplo, el misterio del aparente silencio de Dios cuando sus santos son maltratados y cruelmente perseguidos). Puesto que es un Dios de justicia, ¿por qué permite El que los terribles pecados de los hombres queden sin castigo, y por qué no interviene El para corregir los errores de la tierra?

El misterio del cual habla Juan puede ser el brutal martirio de los santos de la Tribulación y el silencio del cielo hacia este terrible mal que se está perpetrando. Pero el misterio está llegando al final. Cristo aparece para arrebatar el gobierno mundial de la mano de Satanás, para expulsar al diablo, al usurpador, y poner fin a su tiranía sobre la tierra. El misterio de la paciencia divina por más de seis milenios está ahora a punto de terminar. La hora del juicio ha llegado para que Dios vengue completa y definitivamente a sus elegidos, que han estado clamando a El día y noche.

Cuan conmovedor es el elocuente tributo de Hervey a la descripción inigualable de Juan acerca del "ángel fuerte" (del libro de Hervey llamado Meditaciones):

Observe el aspecto de este augusto personaje. Toda la brillantez del sol resplandece en su rostro y toda la furia del fuego arde en sus pies. ¡Vea sus vestiduras! Las nubes forman su túnica y las cortinas del cielo ondulan sobre sus hombros; el arco iris forma su diadema y toda la redondez de los cielos con un círculo de gloria es el ornamento de su cabeza. ¡Contemple su actitud! Un pie descansa sobre el océano y el trono sobre la tierra. La ancha y extensa tierra y el mundo de las aguas sirven de pedestal a aquellas columnas poderosas. ¡Considere su acción! Su mano está alzada hasta la altura de las estrellas; El habla y las regiones del firmamento hacen eco con poderoso acento, como resuena el desierto a media noche con el rugido del león. La artillería de los cielos se descarga como señal; el estrépito de siete truenos propaga la alarma y prepara al universo para recibir sus órdenes. Para terminar, y darle un toque de la más sublime grandeza y de la más profunda solemnidad a la representación, jura por el que vive por los siglos de los siglos.
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El Libro Amargo / La Caña de Medir

El libro amargo (10:8-11)

Ahora Juan recibe la orden de tomar y comer el librito que ha visto en la mano del ángel fuerte. Podemos suponer con toda confianza que el contenido de este volumen eran las advertencias y profecías del resto de las Escrituras, desde Génesis hasta Judas. Ha llegado el tiempo de declarar el consejo divino a los pueblos, naciones, lenguas y gobernantes. Juan debía digerir mentalmente el mensaje del libro y luego declararlo.

Varias veces se compara en las Escrituras la Palabra de Dios con el alimento que debe ser asimilado. Ezequiel, igual que Juan, experimentó el sabor agridulce de una profecía (Ezequiel 2:8; 3:1-3). Jeremías, de la misma manera, tuvo que comerse la palabra divina (Jeremías 15:16). El primer efecto de la comunicación profética fue tan dulce como la miel en la boca y le produjo a Juan un enorme placer el ver que las predicciones del pasado estaban ya para ser cumplidas. Fue dulce a su paladar el reconocer que al fin el gobierno de la tierra iba a pasar de Satanás a Cristo, que una época mala estaba a punto de terminar y una nueva empezaría.

Pero luego, el apóstol meditó en el efecto de los juicios sobre las multitudes sin Dios y pensó en la ira final bajo las siete copas y los terrores del Señor que estaban ya para ser derramados sobre los impíos. Mientras analizaba la ruina final de los perdidos, la angustia se apoderó de su corazón. Aquello que era dulce a su paladar tendría un efecto amargo sobre los rebeldes moradores de la tierra. Se había renovado su misión y ahora tenía que salir a profetizarles a las multitudes acerca del juicio que vendría.

Para todos los predicadores de este tiempo de gracia está en pie el mismo principio. Un mensaje dado por Dios debe primero ser recibido y absorbido en su propio ser. Una verdad de segunda mano, no experimentada, nunca puede ser dinámica. Tanto lo dulce como lo amargo del Evangelio revelado por Dios deben ser parte del entrenamiento espiritual de los heraldos. Las verdades que ellos se complacen en recibir exigen que muera el yo personal y que experimenten la amargura que viene de los sufrimientos y las desilusiones que se sufren cuando se testifica de verdad.

La caña de medir (11:1, 2)

La caña, un instrumento de medir de cerca de tres metros de largo, es mencionada frecuentemente por los profetas del Antiguo Testamento. Ezequiel habla de aplicar al templo la vara de medir (Ezequiel 40:3; 42:16-20). En la Nueva Jerusalén un ángel mide a la Iglesia glorificada con una vara de oro (21:15) y aquí Juan usa una caña de madera para medir el templo. Este acto de medir sugiere que Dios se apropia, preserva y acepta el templo, el altar y a los adoradores. La expresión "como una vara" (o medida firme) puede significar la firmeza y estabilidad de las acciones mencionadas.

Lo que es medido pertenece a Dios y será preservado por Él. La orden consistía en medir no sólo el templo, sino también a aquellos que adoraban allí. ¿Qué implica esta extraordinaria expresión? Seguramente no eran la estatura y el grueso de estas personas lo que él tenía que medir. La palabra usada para "templo" es naos y significa "el lugar santísimo", la parte más interna del santuario, "el templo de Dios, el cual sois vosotros," dice Pablo en 1 Corintios 3:16, 17; 2 Corintios 6:16; Efesios 2:21. Medir a aquellos que adoran allí significa medir a los hijos de Dios que creen en Él, aquellos en los cuales El mora. En cuanto a los gentiles impíos, la orden era: "No los midas." Ellos serán rechazados.

La mención del "patio" y el "templo" revela que nos estamos acercando a campo judío. De hecho, todo el capítulo es de carácter preventivo. Los judíos estarán ya de regreso en su propia tierra y el templo ya estará reconstruido. En general, las trompetas están relacionadas con la devastación de naciones y pueblos gentiles cristianizados, pero ahora los juicios están a punto de ser transferidos de los gentiles a los judíos.

Los tratos de Dios con la parte apóstata del mundo gentil están por concluirse. Los tiempos de los gentiles ya habrán terminado su curso. Ahora nos estamos acercando a la segunda mitad de la septuagésima semana de Daniel, la cual es la última parte de la era de la Tribulación. El hombre de pecado hace un pacto de siete años con los judíos, pero se convierte en un traidor a medio camino de dicho período. Lo que aquí se describe es la agonía de la hora final de incredulidad de Israel durante este tiempo.

Este período que cubre la devastación de los gentiles se presenta en cuatro diferentes formas. Cuarenta y dos meses de treinta días cada uno, lo cual corresponde a los 1260 días de los dos testigos. Estos cuarenta y dos meses o 1260 días hacen tres años y medio, lo cual es equivalente a un "tiempo" (un año), "tiempos" (dos años) y "la mitad de un tiempo" (medio año), como se da en Daniel 12:7. (Vea también Apocalipsis 11:3; 12:6, 14; 13:5.) Este período se usa para describir la duración de la blasfemia y el poder de la bestia. También es designado como "la mitad de la semana" (Daniel 9:27). La agonía venidera de Israel, entonces, estará limitada a cuarenta y dos meses. Y este será un período suficientemente largo para que el pueblo beba la copa de la indignación del Señor.

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Los Dos Testigos (11:3-14)

En los siete Espíritus de Dios nos referimos brevemente a estos dos profetas martirizados, que fueron resucitados por el Espíritu de vida. Ahora los veremos más detalladamente, teniendo en cuenta que estamos pasando de los adoradores del santuario a los testigos en la ciudad y que, tanto los adoradores como los testigos, dan testimonio del sacerdocio y de la realeza de Aquél de quien se dijo: "Se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado" (Zacarías 6:13).

En cuanto al número e identidad de los dos testigos, muchas explicaciones han sido propuestas. Algunos expositores son de la opinión de que debemos interpretar a estos dos testigos como un número competente de siervos fieles de Cristo. El número dos, se dice, representa testimonio: "Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación" (Deuteronomio 17:6; 19:15). Por lo tanto, con el número de testigos lo que se pretendería es que hubiera un testimonio completo y adecuado. Sin embargo, nosotros rechazamos esta suposición. El lenguaje usado aquí señala a dos personajes bien conocidos. Los términos son definitivos y enfáticos:

"Mis dos testigos." Por lo tanto, éstos deben haber sido conocidos por lo menos para Juan. Además de esto, las palabras "testigos" y "profetizar" se aplican de ordinario a individuos, no a abstracciones.

Los dos inspirados testigos, quienes han de ser resucitados para administrar consolación a los afligidos, han sido identificados de varias maneras: como Moisés y Elías, Enoc y Elías, el Antiguo y el Nuevo Testamento, la Ley y el Evangelio, judíos y gentiles, etc. Si los dos testigos son Enoc y Elías, esto les haría evadir la dificultad de morir por segunda vez, porque estos dos santos del Antiguo Testamento nunca han muerto y por lo tanto quizá pudieran ser los testigos muertos por la bestia. (Vea Hebreos 11:5.)

Juan no nos da ninguna clave en cuanto a su identidad, sino simplemente los describe como testigos, olivos, candeleros, profetas. (Un testigo podría ser el mismo Juan. Vea 10:11.) "Los dos olivos" nos hacen recordar a Josué y Zorobabel (Zacarías 4:3, 12), quienes ministraron al pueblo judío, tal como las dos ramas de olivo vertían de sí el aceite en el depósito de la lámpara. Los "dos testigos" en el período de la tribulación serán como canales de aceite que alunen taran al remanente, y como símbolos de la paz venidera. El Espíritu Santo será el aceite que habrá dentro de ellos, el cual hará que su ministerio de consolación sea posible. Como "candeleros" o "lámparas", estos testigos deberán dar un testimonio claro y firme. El ministerio de ellos se llevará a cabo a la luz clara de Dios, porque están en pie delante del Señor de la tierra.

Como portadores de luz típicos, estos testificarán que aquél que ha sido negado por doquier está ahora a punto de ser reconocido universalmente como el legítimo Rey sobre todos. Como "profetas" (11:10), predicarán en forma tan fiel que harán que las conciencias de los hombres sean sacudidas. El pecado con sus consecuencias trágicas es un tema atormentador aun para las conciencias más duras y cauterizadas. De manera que estos testigos tendrán un ministerio de tormento por medio de las plagas que podrán infligir y también por el testimonio que darán en contra de su ambiente humano.

Los dos testigos deberán profetizar vestidos de cilicio. Esto es, con un vestido de acuerdo con su mensaje (Mateo 11:21). El cilicio era el vestido que usaban los profetas cuando llamaban al pueblo a arrepentirse de sus pecados. Su apariencia externa iba de acuerdo con sus palabras (Joel 1:13; 1 Reyes 20:31). Puede ser que el vestido de cilicio de los testigos sea una expresión clave, para conectar este episodio bajo la sexta trompeta con el sol ennegrecido como tela de cilicio (en un acto de justa retribución contra los apóstatas que rechazan la justicia de Dios), bajo el sexto sello (6:12).

Los días de su profecía, o predicación bajo la inspiración del Espíritu (un mensaje de juicio contra los apóstatas) serán mil doscientos sesenta. En estos días ellos ejecutarán su misión profética. La duración de su misión ya está establecida. No darán un testimonio intermitente. Predicarán todos los días hasta que el período aludido se termine. Según creemos, cubrirá la última mitad de la semana de Daniel, o la gran Tribulación propiamente dicha.

También es evidente que a estos testigos se les otorgará un poder ilimitado. Estarán capacitados para realizar milagros "cuantas veces quieran" (11:6) y aplicar con juicio inexorable su misión sobre los rebeldes (Salmo 68:18). Estos testigos repetirán los milagros que Moisés y Elías realizaron contra la esclavitud y la apostasía. Tal como lo hizo Elías, la lluvia será detenida (Santiago 5:17, 18) y como lo hizo Moisés, las aguas se convertirán en sangre (Éxodo 7:17),

Pero los dos predicadores vestidos de cilicio serán "inmortales hasta que su trabajo haya terminado". La garantía inmediata del cumplimiento de su misión se indica con las frases "si alguno quiere dañarlos", "si alguno quiere hacerles daño" y "cuando hayan acabado su testimonio". Profetizarán en Jerusalén, el centro de interés profetice y político durante los últimos tres años y medio de la Tribulación y serán invencibles hasta que hayan terminado su dinámica y espectacular tarea.

La conclusión del ministerio profético de los dos testigos les vendrá a través de una muerte violenta. "Acabado su testimonio" es una frase en la que se usa el mismo verbo usado en la descripción del final del ministerio de Pablo, también por muerte violenta. "La bestia (o bestia salvaje, como aparece en el original) sube del abismo." Sólo el anticristo, quien es mencionado aquí por primera vez en el Apocalipsis, encaja en este cuadro. Esta bestia es descrita detalladamente en Daniel 7:8, 11 y Apocalipsis 13:1, prueba innegable de la unidad de las Escrituras. El triunfo de esta bestia, quien excede en crueldad y blasfemia a toda maldad que haya aparecido jamás sobre la tierra, evidentemente es total, porque logra callar y matar a los dos testigos. Todo el martirio y la masacre de santos de todas las generaciones alcanzan su punto cimero aquí. Con la muerte de aquellos testigos revestidos de poder divino, aparecen fuerzas brutas para triunfar sobre la verdad y la justicia.

Para aumentar la humillación y el menosprecio hacia los dos testigos, se permitirá que sus cuerpos permanezcan en la calle un número de días igual al número de años que duró su ministerio. Por tres días y medio los espectadores se regocijan al ver los cadáveres de los testigos con un deleite infantil y diabólico a la vez.

Los nombres "Sodoma y Egipto" se aplican a Jerusalén para simbolizar la opresión y la esclavitud. "Sodoma" representa la inmundicia y la maldad (Génesis 18:20, 21; Judas 7; 2 Pedro 2:6-8). "Egipto" fue la nación donde Israel fue oprimido.

La jubilosa celebración por haber cesado las actividades de los dos profetas fue universal; los términos "pueblos, tribus, lenguas y naciones" indican la cuádruple distribución de la familia humana. Los hombres se envían regalos entre sí como si se tratara de un alegre festival. La causa del regocijo público es la muerte de la verdad. Sin embargo, la venganza divina estaba a la puerta. Pronto, el regocijo sería reemplazado por el remordimiento. El día de la risa de Dios estaba por llegar.

El envilecimiento público ahora cede el paso a la vindicación pública. El Espíritu de vida de parte de Dios hace revivir los huesos muertos de los testigos y entre los espectadores cunde el pánico. Muchas similaridades pueden trazarse con los huesos secos de Israel (Ezequiel 37:10, 11; Oseas 6:2) y la resurrección de nuestro Señor después de tres días.

La ascensión de Cristo tuvo lugar en presencia de sus amigos (Hechos 1:9). Y lo mismo ocurrió con Elías (2 Reyes 2:11). Pero la ascensión de estos dos testigos resucitados se llevó a cabo a plena vista de sus enemigos. (Compare 11:12 con 4:1.) Ahora, la justicia retributiva se derramará muy pronto sobre el pueblo y la ciudad para el malicioso y perverso derramamiento de la sangre de los dos testigos. Un terremoto, calificado como "grande" debido a la asombrosa destrucción que ocasiona, al hacer que se derrumbe la décima parte de la ciudad y que siete mil personas pierdan la vida. En el número partitivo "décimo" tenemos la idea de juicio completo, porque el diez es símbolo de perfección en cuanto al orden divino. En los siete mil muertos vemos la lista negra de Dios. Estos hombres estaban designados ya como muy merecedores del justo castigo de Dios. En forma de contraste, recordemos a los siete mil que Dios había reservado para sí mismo en Israel (1 Reyes 19:18). En este número definido de la gente que perece nos encontramos con los dos números perfectos y comprensivos siete y mil, que implican así la destrucción plena y total de los no arrepentidos.

Haciendo un resumen del valiente ministerio de los dos testigos, vemos que declaran que Cristo, a quien los impíos habían rechazado, es el Señor de toda la tierra. Denuncian severamente la iniquidad humana, por lo cual incurren en el odio de los pecadores. Proclaman el carácter justo del Juez, haciendo ver a la gente la justa retribución que estaba por llegarles, deplorando las blasfemas pretensiones de la bestia salvaje y predicando contra Jerusalén (la cual, aunque santa según el propósito de Dios, está corrompida y en destrucción).

De "los demás" (es decir, los israelitas que habían sobrevivido) se dice que están aterrorizados y dan gloria al Dios del cielo, a donde son llevados los dos testigos. Después de tanto, el Dios del cielo es reconocido también como Dios de la tierra.


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