domingo, 27 de junio de 2010
Salmo 52 y 53.
SALMO 52 (51)
El amor de Dios dura por siempre
52:1 Del maestro de coro. Poema de David.
52:2 Cuando el edomita Doeg vino a avisar a Saúl, diciéndole: "David ha entrado en casa de Ajimélec".
52:3 ¿Por qué te jactas de tu malicia,
52:4 Estás todo el día tramando maldades,
tu lengua es como navaja afilada,
y no haces más que engañar.
52:5 Prefieres el mal al bien,
la mentira a la verdad; Pausa
52:6 amas las palabras hirientes,
¡lengua mentirosa!
52:7 Por eso Dios te derribará,
te destruirá para siempre,
te arrojará de tu carpa,
te arrancará de la tierra de los vivientes. Pausa
52:8 Al ver esto, los justos sentirán temor
y se reirán de él, diciendo:
52:9 "Este es el hombre
que no puso su refugio en Dios,
y se envalentonó por su maldad".
52:10 Yo, en cambio, como un olivo frondoso
en la Casa de Dios,
he puesto para siempre mi confianza
en la misericordia del Señor.
52:11 Te daré gracias eternamente
por lo que has hecho,
y proclamaré la bondad de tu Nombre
delante de tus fieles.
SALMO 53 (52)
¡Cuándo aprenderán los malhechores!
Salmo 14, 1-7
53:1 Del maestro de coro. Para la enfermedad. Poema de David.
53:2 El necio se dice a sí mismo:
"No hay Dios".
Todos están pervertidos,
hacen cosas abominables,
nadie practica el bien.
53:3 El Señor observa desde el cielo
a los seres humanos,
para ver si hay alguien que sea sensato,
alguien que busque a Dios.
53:4 Todos están extraviados,
igualmente corrompidos;
nadie practica el bien,
ni siquiera uno solo.
53:5 ¿Nunca aprenderán los malvados,
los que devoran a mi pueblo
como si fuera pan,
y no invocan al Señor?
53:6 Ellos temblaron de espanto
donde no había nada que temer;
Dios ha dispersado los huesos de tus agresores:
tú los has confundido, porque Dios los rechazó.
53:7 ¡Ojalá venga desde Sión
la salvación de Israel!
Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo,
se alegrará Jacob,
se regocijará Israel.
Imprecación contra los enemigos
69:23 Que su mesa se convierta en una trampa,
y sus manjares, en un lazo;
69:24 que se nuble su vista y no vean,
y sus espaldas se queden sin fuerzas.
69:25 Descarga sobre ellos tu indignación
que los alcance el ardor de tu enojo;
69:26 que sus poblados se queden desiertos
y nadie habite en sus carpas.
69:27 Porque persiguen al que tú has castigado
y aumentan los dolores del que tú has herido.
69:28 Impútales una culpa tras otra,
no los declares inocentes;
69:29 bórralos del Libro de la Vida,
que no sean inscritos con los justos.
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