jueves, 17 de junio de 2010

Los siete juicios.










Estudio sobre Apocalipsis


Los Siete Juicios
Apocalipsis 17:1 - 20:15

La condenación de Babilonia | La gran ramera domina a la bestia | La verdadera Iglesia | La madre de las rameras |
La bestia destruye a la gran ramera | Juicio de reyes y ejércitos | Condenación de la bestia | Juicio del falso profeta |
El juicio del diablo | Condenación de Gog y Magog | Condenación de los perdidos |El trono del juicio |El Juez | El juicio |

En los capítulos altamente trágicos que vamos a considerar ahora, Cristo actúa rápidamente como conquistador y somete a todos sus enemigos. ¡Qué acción tan rápida y precisa la que tenemos en esta sección! ¡Cuan majestuosa es la escena en que nuestro omnipotente Señor toma para sí todo poder y reina por encima de todos! Una vez que Él se levante para tratar contra todas las fuerzas antagónicas, nadie será capaz de soportar su poderío. Con una vara de hierro, desmenuzará aun al más poderoso enemigo. Los gobernantes orgullosos y arrogantes, tanto infernales como humanos, han de ser despedazados como vaso de alfarero. Ya se trate de sistemas, ciudades, o ciudadanos, todas las cosas y todas las personas contrarias a su voluntad y gobierno han de caer ante su mirada y sus juicios poderosos. Aunque es el amante Cordero, Cristo ahora revela su poder como león.

Los tronos de la tiranía y los santuarios idolátricos son destruidos. El Salvador entra en su reino y se ciñe la corona de este pobre mundo.

Fue una ocasión memorable aquella cuando Jesús llegó a la sinagoga de Nazaret, tomó el rollo del Antiguo Testamento de la mano del ministro y leyó del profeta Isaías un pasaje que relacionó con su propio ministerio:

El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado... a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová (Isaías 61:1, 2).

Entonces Él cerró el libro en este punto, sin terminar la cita. Es decir, sin leer la parte que dice: "Y el día de venganza del Dios nuestro."

"El año de la buena voluntad de Jehová" abarca la venida del Señor como Salvador y la dispensación de gracia durante la era de la Iglesia (Apocalipsis, capítulos 1 al 3). "El día de venganza del Dios nuestro" tiene que ver con lo que sigue al día de salvación: el día del juicio durante la gran Tribulación (Apocalipsis, capítulos 4 al 20). Con llamas de fuego, el Dios justo toma venganza sobre los inicuos (2 Te-salonicenses 1:8). Esta es la razón por la cual se menciona el amor en esta sección judicial del Apocalipsis. Puesto que el amor del Cordero ha sido rechazado, el día de su ira viene sobre todos los que aman y practican la mentira. Su amor por los suyos es mencionado en la sección de gracia (1:5; 3:10; vea también 2:4; 12:11).

Sofonías fue uno de los profetas que testificaron anticipadamente por medio del Espíritu Santo (1 Pedro 1:11) sucesos que estaban muy distantes de su propio tiempo. Describiendo "el gran día del Señor", dijo que sería:

• Día de ira y de angustia,

• Día de aprieto y de alboroto,

• Día de asolamiento y de tiniebla,

• Día de nublado y de entenebrecimiento,

• Día de trompeta y de algazara,

• Día de la ira de Jehová (Sofonías 1:15-18).

1. La condenación de Babilonia (17:1 — 18:24)

Se necesitan unas palabras de introducción sobre la relación íntima que hay entre los capítulos 17 y 18, ya que ambos tratan sobre Babilonia, pero desde distintos ángulos. Se dan breves informes sobre la destrucción de Babilonia en 14:8 y 16:19, pero los capítulos 17 al 19 están llenos de todos los detalles del juicio de Dios sobre un sistema religioso pecador. Es esencial tomar todos estos pasajes en conjunto y leerlos como si fueran uno solo.


En el capítulo 17 hallamos:


la Babilonia mística;

un sistema corrupto;

un cristianismo apóstata;

la ramera y la bestia;

el fingimiento religioso;

el deleite de los reyes de la tierra con la ramera borracha, "El misterio de Babilonia";

En el capítulo 18 hallamos:


La Babilonia material.

una ciudad condenada.

un comercialismo impío.

a Dios y Babilonia.

el orgullo mundano.

los gobernantes y mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por la destrucción de la Babilonia comercial.



Es muy apropiado que uno de los siete ángeles encargados de derramar las siete copas de la ira sea quien le explique a Juan el juicio que acaba de pronunciar sobre Babilonia (14:8; 16:19). Dos frases muy significativas parecen dividir este capítulo 17:

• "Te mostraré la sentencia" (17:1);

•"Te diré el misterio" (17:7).

El doble desarrollo de este capítulo es de por sí claramente manifiesto:

• La gran ramera controla a la bestia (17:1-7);

• La bestia destruye a la gran ramera (17:7-18).



A. La gran ramera domina a la bestia (17:1-7)

Una mujer y una ciudad son usadas ambas como símbolos de la Iglesia (2 Corintios 11:2; Apocalipsis 21:2, 9, 10) y ambas figuras son usadas en esta descripción del cristianismo apóstata. En 17:18 la mujer es identificada como la ciudad: "Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra." La mujer vestida de escarlata, una de las maravillas profundas de las Escrituras, es la obra maestra de falsificación de Satanás. ¡Qué gran farsa y falsificación de la verdadera Iglesia es la madre de las rameras!

La verdadera Iglesia es una virgen casta;

la iglesia apóstata es una ramera.

La Iglesia está desposada con un solo esposo;

la iglesia apóstata se enreda en actos promiscuos con los reyes de la tierra.

La verdadera Iglesia es el misterio de la santidad;

la iglesia apóstata es el "misterio de Babilonia",

La verdadera Iglesia es "columna y apoyo de la verdad";

la iglesia apóstata es llamada Babilonia: "confusión."

La verdadera Iglesia ofrece la copa de la salvación;

la iglesia apóstata sostiene la copa de oro llena de abominaciones.

La verdadera Iglesia ha sido comprada con la sangre de Cristo;

la iglesia apóstata está ebria con la sangre de los mártires de jesús.

Se dice que la mujer está "sentada". Por lo tanto, nos llama la atención el asiento de ella. "Está sentada sobre muchas aguas" (17:1);

"siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer" (17:9). El hecho de estar "sentada sobre muchas aguas" recibe la siguiente exposición de parte de Juan en 17:15: "Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas." Las "muchas aguas" tipifican las vastas multitudes de la raza humana sobre quienes la mujer ha lanzado sus hechizos. La antigua Babilonia poseía una riqueza que provenía del río Eufrates y sus numerosos canales de irrigación. La iglesia apóstata se alimenta de las naciones que gobierna.

El estar "sentada sobre muchas aguas" (Jeremías 51:13) indica que la gran ramera gobierna y domina a las naciones religiosamente, así como la bestia sobre la cual ella va montada, gobierna políticamente. Como representante de un vasto sistema religioso, la mujer tiene un séquito universal de seguidores. La gran ramera y la bestia son compañeras en iniquidad y apostasía. Combinadas, representan el poder eclesiástico y el gubernamental.

Que esté sentada "sobre la bestia" (17:3) significa que la ramera cabalga sobre la bestia. Ella no sólo ejerce dominio religioso sobre las multitudes, sino que también es capaz de manejar y dirigir a la bestia. Todos los reyes vasallos y los gobernantes humanos, especialmente los que estén dentro del imperio romano revivido, estarán bajo su control. Los poderes políticos y civiles estarán sujetos a su gobierno y supremacía. Y tal dominio total y completo sobre el vasto poder imperial apóstata encabezado por la bestia ya se está formando.

Dos ideas contradictorias están representadas en la mujer y en la bestia. Podríamos expresar los dos contrastes de la manera siguiente:

La mujer personifica la corrupción de la verdad;

la bestia representa el desafío abierto a Dios.

La mujer incorpora todo aquello que es licencioso;

la bestia incorpora todo lo cruel y despiadado.

De esta manera, la corrupción y la violencia que ocasionaron el diluvio (Génesis 6:11) han de alcanzar su punto culminante en la mujer y en la bestia. La expresión "sentada sobre una bestia" es una profecía de que la iglesia apóstata será llevada y sostenida por las naciones, y que reinará y gobernará con poder temporal.

Los siete montes sobre los cuales la mujer se sienta (17:9) representan siete reyes o siete formas sucesivas de gobierno político. De los siete emperadores romanos, "cinco han caído" (lo cual puede referirse a muerte por medios violentos) antes del tiempo de Juan. Estos cinco casi siempre se enumeran de la manera siguiente: Julio César, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. El sexto, el cual reinaba cuando Juan escribió el Apocalipsis, era el blasfemo Domiciano, quien terminó siendo asesinado. Puede ser considerado como el "uno es". El otro emperador, el cual todavía no había reinado hasta el tiempo de Juan, será el séptimo cabecilla romano. La bestia será el octavo, "y es también de entre los siete". Mientras que por una parte la bestia será distinta en carácter y obras, por la otra continuará la forma de gobierno autocrático del séptimo rey. Y es la mujer quien dominará esta última expresión soberana de todo movimiento y secta anticristiana que exista en ese momento, bajo la consolidación y el control de Satanás. Los siguientes contrastes pueden ser útiles:

La verdadera Iglesia


Virgen casta

Sujeta a Cristo

Pertenece al cielo

Adornada divinamente

Preservada por Cristo

Le espera la gloria eterna

Verdadera novia

Tiene un llamamiento celestial

La obra maestra de Cristo

Habitada por el Espíritu Santo

Misterio de los siglos

Sumisa a Cristo

Arrebatada al aire

Ejerce poder espiritual

Exhibe la gloria de Cristo




La madre de las rameras

Gran ramera

Sujeta a Satanás

Pertenece a la tierra

Adornada satánicamente

Destruida por la bestia

Le espera eterna ruina

Imitación de iglesia

Codicia posesiones terrenales

La obra maestra de Satanás

Poseída por el mal espíritu

Misterio de iniquidad

No se sujeta a nadie

Lanzada a la perdición

Busca poder secular.

Se gloría en lo sensual


La bestia va a ser la cabeza de un imperio confederado. El poder ejecutivo, que comenzó con Nimrod ha de concluir con la bestia, y ambos están relacionados con Babilonia. Dios va a permitir que la tierra profética posea poder ejecutivo. Esta tierra profética estará constituida por las naciones que encierran al mar Mediterráneo con aliados del imperio de los cesares. Todos estos formarán la confederación de la bestia. Todas estas naciones "que moran en la tierra" tendrán una mente terrenal. El dominio de la bestia es tanto externo (porque se extenderá a todas las naciones) como interno (que se conformará al mundo).

El sistema pagano babilónico era una doble mezcla de la unión de los poderes civiles y religiosos y de las costumbres y formas externas. Se usaban ritos secretos de iniciación y los adoradores eran consagrados por ceremonias de purificación, aun cuando fueran culpables de cometer maldades. La mujer, el misterio de la iniquidad, es el símbolo de una religión pagana con un sacerdocio que ejercía dominio sobre toda autoridad civil. Sus maquinaciones son secretas e internas, mientras que las de la bestia son manifiestas a todos. En el conflicto por la autoridad y el control supremos, la bestia sale victoriosa.

Quitar a la ramera equivaldrá a quitar de sobre las naciones una carga espiritual, mental, política y económica. Aunque todas las naciones se regocijarán por la destrucción de la ramera, sin embargo, todas cometieron fornicación con ella y le tributaron reverencia.

La palabra misterio implica un hecho espiritual intrínseco escondido e imposible de ser descubierto por el mero uso de la razón, pero que ahora es revelado. La unión entre Cristo y su Iglesia es un misterio. En contraste con el misterio de la piedad estará el misterio de iniquidad. Esta parte del nombre místico estampado indeleblemente en la frente de la mujer describe perfectamente al terrible sistema que ella representa: una falsificación de la Iglesia verdadera. El lugar de supremacía de Cristo sobre las naciones es usurpado. En lugar de ser la depositaría de todo lo que es verdadero y santo, la mujer es descrita como la materialización del error y la maldad.

"Babilonia la grande" es llamada grande debido a su reputación terrible y por ser la representación personal de la confusión general. Esta descripción de la mujer sugiere un extendido sistema de maldad espiritual que representa la culminación de todos los males que operan en contra de la verdadera Iglesia mientras ésta esté en la tierra.

El babilonianismo del capítulo 17 es el sistema eclesiástico de la iglesia apóstata. Esa es la religión de la bestia. Dicho sistema es llamado "Babilonia la grande" para distinguirlo de la Babilonia de Nabucodonosor, conocida como "la gran Babilonia". La palabra "Babilonia" significa confusión y está asociada con Babel y su torre inconclusa. Usado para designar a la mujer, el nombre Babilonia representa el cristianismo apóstata desde el punto de vista divino. Desde este punto de vista, dicho babilonianismo es el misterio de la abominación. El cristianismo profesante, sin miembros nacidos de nuevo, y totalmente sin Dios se va a expandir hasta completar el plan de la mujer babilónica vestida de escarlata. Este babilonianismo será una religión que los reyes de la tierra considerarán como una pesada carga, por lo que finalmente se unirán a la bestia en un esfuerzo por liberarse de un sistema que los ha convertido en esclavos.

¿Cuál es el significado de la expresión "la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra"? En la antigua Roma las rameras llevaban en la frente un rótulo con su nombre. Vale la pena describir y comparar nombres en la frente. En 19:16, Cristo tiene un nombre sobre sus vestiduras y en su muslo. Los redimidos tienen el nombre de Dios en sus frentes. El nombre de la ramera en su frente es otro ejemplo de la farsa de Satanás. Todos los nombres que lleva la mujer están en agudo contraste con la mitra del sumo sacerdote con su inscripción "Santidad a Jehová". La descendencia de esta madre de las rameras será numerosa. El cristianismo apóstata será el padre de toda suerte de religiones, idolatrías y artes usados por Satanás para apartar a los hombres de Dios. Bajo la figura de la madre de las rameras encontramos lo peor de la religión y la fuente de todo lo que es moralmente repugnante.

El cristianismo apóstata será una abominación sobre la tierra y a los ojos del Señor debido a la amalgama que ofrecerá. La parábola de la mujer que mezcla la levadura hasta que toda la masa está bien leudada, podría describir también el veneno de un sistema maligno que está a punto de permear el mundo religioso. Babilonia, como ya lo hemos hecho notar, significa mezcla o confusión. "Ba-bel," que significa "la puerta hacia Dios", fue un lugar donde se dieron cita los pecadores sin ley. Sin embargo, Dios intervino con la mezcla y confusión de lenguas y desparramó a la gente por doquier. Abraham fue llamado de una civilización apóstata para fundar una nueva raza. De manera que Babilonia, la principal de las ciudades idolátricas es un emblema apropiado de la monstruosa maldad y de la extendida influencia de cristianismo apóstata de los últimos días. Pero la destrucción de este malévolo sistema ocurrirá cuando la bestia rechace y desafíe las exigencias de la mujer que tiene la autoridad y el control supremos.

Dos frases describen la abominable naturaleza de la gran ramera:

"El vino de su fornicación" (17:2) y "la inmundicia de su fornicación" (17:4). Fornicación es una relación ilícita, y la fornicación espiritual es el equivalente a la idolatría. "Han fornicado con sus ídolos" (Ezequiel 23:37). La solemne acusación contra los habitantes de la tierra es que ellos sucumbieron ante la brillantez seductora y la atractiva exhibición de la ramera. Se dice que los reyes y los pueblos fueron atrapados por los encantos corruptos y licenciosos de la mujer escarlata. Pero todos los que hayan bebido de su copa, sin importar que sea de oro, deberán perecer junto con ella.

Juan presenta a la mujer sentada sobre una bestia vestida de escarlata, con una copa de oro en su mano, llena de las abominaciones e inmundicias de su fornicación (17:4). Ocurrió lo mismo con la Babilonia antigua. Mientras todavía disfrutaba de toda su gloria, su ruina fue proclamada por Jeremías: "Copa de oro fue Babilonia en la mano de Jehová, que embriagó a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos; se aturdieron, por tanto, las naciones" (Jeremías 51:7).

Como la bestia escarlata está llena de nombres de blasfemia (17:3), así la copa de oro está "llena de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación". La última fase de la religión apóstata estará caracterizada por la idolatría y la corrupción, y la influencia mundial de esta monstruosa ramera se puede deducir del hecho de que ella hace que otros se embriaguen con el vino de su fornicación.

Se dice de la bestia de color escarlata que estaba llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos. Aquí tenemos al último rey, el caudillo federal de las naciones, un rey de reyes y señor de señores. Que está lleno de nombres de blasfemia implica que todo el dominio de la bestia es totalmente corrupto, caracterizado por la blasfemia abierta y escandalosa (13:1-10). En los diversos nombres tenemos las varias formas de rebelión y de obstinación. De manera que tanto la bestia como su imperio son blasfemos e impíos.

"Llena de nombres" también puede significar por dondequiera; no sólo en las cabezas sino por todas partes. En las "siete cabezas" se nos da la idea de poder administrativo total, (13:1) cubierto por medio de formas o sistemas efectivos de gobierno. Los "diez cuernos" representan personajes reales, quienes reinan con autoridad real con la bestia, el cuerno pequeño de Daniel 7:8, 20. Esta bestia de color escarlata es identificada con la cuarta bestia de la visión de Daniel (Daniel 7:23, 24).

Para poder ver a la mujer montada en la bestia, Juan nos dice que el ángel lo tuvo que transportar al desierto, esto es, a un lugar de soledad y de evidente desolación. ¿Qué era lo que Juan quería decir con el término "desierto"? Una explicación dice que el esplendor de la mujer y de la bestia cautiva el corazón y los sentidos físicos de toda la gente, con excepción de los del remanente fiel, para quienes esta atractiva exhibición no es más que un desierto, porque Dios no está en ella.



B. La bestia destruye a la gran ramera (17:7-18)

La expresión "te mostraré" de 17:1 es modificada en el "te diré" de 17:7. Ahora se le da a Juan la interpretación divina del misterio de la mujer y de la bestia que la lleva. El apóstol se había maravillado por esto con el asombro de una horrible sorpresa; pero ahora era la tierra la que se maravillaba al ver el juicio de Dios derramándose sobre la mujer y sobre la bestia (17:18). Aquí se revela un doble misterio:

• El misterio de la bestia (17:7-14)

• El misterio de la ramera (17:15-18).

La mujer y la bestia son tratados separadamente, ya que son distintos (a pesar de que son compañeros en iniquidad y en apostasía). La mujer da la idea de poder eclesiástico, mientras que la bestia personifica el poder civil. Cuatro fases de la historia de la bestia (17:7-14) le son explicadas a Juan. En cuatro breves y enérgicas expresiones, Juan conoce el curso y la consumación del imperio más grande del mundo:

• "Era"

• "No es"

• "Está para subir del abismo"

• "Ir a perdición"

"La bestia que has visto, era" (17:8), refiriéndose al pasado. Aquí tenemos el antiguo imperio romano como existió en la forma imperial hasta el tiempo de Juan y hasta su destrucción en 476 d.C. Bajo una larga sucesión de gobernantes imperiales, la bestia existió como un vasto y consolidado imperio. Aunque la bestia será una persona real, también se usa como la cabeza figurada de un sistema apóstata, así como la mujer. De esta manera, la bestia (o el imperio que ella representa) es una parte integral de la profecía bíblica.

"La bestia que has visto, no es" (17:8), refiriéndose al presente. Aunque los países incorporados al antiguo imperio de fama mundial todavía permanecen, el imperio consolidado como tal ya no existe. Fragmentos de la antigua vida y las leyes romanas caracterizan a muchas de las naciones que una vez fueron parte de este poderoso imperio.

"La bestia que has visto.. . está para subir del abismo e ir a perdición" (17:8), refiriéndose al futuro. Al levantar el telón, Dios capacita a Juan para que vea a través del corredor de los siglos y observe el avivamiento satánico del imperio romano. Dando un salto en el tiempo, Juan puede ver en forma de visión el atardecer de dicho avivamienlo: "Está para subir del abismo." La bestia misma se levanta al principio de la septuagésima semana profética. Su imperio surge a la mitad de la semana. La esposa del Cordero viene del cielo, mientras que el imperio de la bestia (para sorpresa de todos los hombres) surge de en medio del abismo.

En este maravilloso panorama histórico del futuro de la bestia se nos dan nociones de la fase final del apóstata poder civil de los gentiles. La hora de la venganza ha llegado. La bestia y su Babilonia están a punto de ser destruidos. Se hace mucho énfasis en su ruina perdurable en la repetida frase: "Va a la perdición" (17:8, 11). En 17:11 se hace énfasis en el griego en "la bestia". Peculiar y preeminentemente, es ella la que está señalada para la destrucción. Este cuerno pequeño, con ojos como de hombre y con una boca que habla grandes cosas, va a ser lanzado vivo al lago de fuego; vivo y acompañado de sus socios en el crimen (19:20). La frase "va a la perdición" se usa también con respecto a otro individuo: Judas (Juan 17:12). Esto ha inducido a algunos escritores a afirmar que la bestia es la encarnación de Judas. El imperio mismo será destruido por Cristo en su venida, cuando Él aparezca para tomar todos los reinos del mundo y los convierta en su imperio mundial.

Dos veces se nos dice que el malvado y engañado mundo se asombrará por la aparición de la bestia (13:3; 17:8). Pero tan asombroso fenómeno no sorprenderá a los escogidos, quienes entienden con exactitud la personalidad de la bestia. Serán únicamente aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida quienes contemplarán con asombro las artimañas de Satanás. Los escogidos poseen una mente dotada de sabiduría y por lo tanto entienden el significado profetice de todo lo que está escrito.

Entre las características prominentes de la bestia destacan su historial político y su guerra en contra del Cordero. Ya hemos escrito algo acerca de las siete cabezas. Los diez cuernos, se nos dice, representan a diez reyes o sus reinos. Las siete cabezas expresan formas sucesivas de gobierno, mientras que los diez reyes son contemporáneos, y se ve como si estuvieran dominando un territorio real durante el período de la bestia. Los diez reyes son coexistentes con la bestia e indican la apariencia de su imperio, el cual existirá en forma de diez reinos.

Las respectivas cabezas de estos reinos reciben poder como reyes, lo cual significa que conservan sus derechos reales. Tienen un poco de reyes, pero no son poseedores del poder total de sus reinos. Inclinándose en obediencia total ante la voluntad de la bestia, estos reyes le darán todo su poder y su fuerza a ella. Con un mismo sentir, llevan a cabo la voluntad de la bestia y se convierten en sus aliados dependientes.

Estos diez reyes reinarán por "una hora" con la bestia. La duración de los reyes es medida con relación al reino de la bestia. "Una hora" representa un tiempo definido de corta duración. La bestia, aunque se establecerá a sí misma como un rey de reyes, será depuesta muy en breve por el verdadero Rey a su venida. La victoria del Cordero sobre la bestia y su coalición de reyes será violenta y completa.

En el versículo 17:14 se anticipa la victoria final y completa de Cristo en el mensaje del ángel, una victoria que se describe más detalladamente en 19:19-21. Esta guerra y la ira del Cordero son específicamente: contra el anticristo y sus reyes, congregados con el doble propósito de destruir a Israel para que deje de existir como nación (Salmo 83:4) y hacer guerra contra el Cordero como una expresión de su odio hacia Él.

Note que el Cordero es visto como el Señor de señores y Rey de reyes. La palabra griega de la cual viene el término "cordero" es el diminutivo armón, "el corderito." En contraste con la arrogancia y la malignidad de la bestia tenemos la mansedumbre y la inocencia del Cordero. Sin embargo, el Cordero Todopoderoso triunfa sobre la bestia. Los títulos que se usan para designar a nuestro Señor combinan su mansedumbre con su poder, su ternura con su fuerza.

El Apocalipsis es esencialmente un libro del Cordero. El libro en su totalidad gira en torno de Cristo como Cordero.

• Capítulo 1: la visión del Cordero

• Capítulos 2 y 3: el mensaje del Cordero

• Capítulos 4 y 5: la adoración del Cordero

•Capítulos 6 al 19: la ira del Cordero

•Capítulo 19:7-10: las bodas del Cordero

•Capítulo 19:11-22: el reino del Cordero.

El nombre "cordero" aparece veintisiete veces en el Apocalipsis y se

presta para un estudio extremadamente valioso:

•El Cordero inmolado (5:6; 7:14)

•El Cordero adorado (5:8; 21:22)

• El Cordero digno (5:12)

•El Cordero eterno (5:13, 14)

• El Cordero revelador (6:1)

•El Cordero airado (6:16, 17; 14:10)

• El Cordero reinante (7:10)

•El Cordero sustentador (7:17)

• El Cordero que escribe (13:8; 21:27)

• El Cordero que vendrá (14:1)

• El Cordero que es seguido (14:4)

•El Cordero victorioso (12:11; 14:10; 17:14)

• El Cordero desposado (19:7-9; 21:9)

• El Cordero iluminador (21:23-25)

• El Cordero que refresca (22:1)

• El Cordero obedecido (22:3, 4).

¡Cuan cierto será que "el Cordero será la gloria en toda la tierra de Enmanuel"!



Este decimoséptimo capítulo del Apocalipsis está lleno de "señales". Podría elaborarse otro bosquejo del libro con referencia a la palabra "señal":

• La señal en el cielo (12:1)

•La señal de la personalidad de Satanás (12:3; 13:3)

• La señal del poder de la bestia (13:13)

• La señal de la iglesia ramera (17:6)

• La señal de un mundo inicuo (17:8).

Las tres características de aquellos que participan en la victoria del Cordero las poseen también todos sus santos: "Ellos están con Él." Así como la bestia comanda sus ejércitos, así también Cristo cuenta con sus huestes militantes que lo asisten. Los ejércitos celestiales, constituidos por el cuerpo completo de los santos redimidos, acompañan a Cristo cuando Él desciende del aire a la tierra. ¡Qué escena! La bestia y sus ejércitos están a un lado, y el Cordero con sus ejércitos al otro, y del resultado de esto no hay ninguna duda. Cristo será exaltado entre las naciones. Será exaltado sobre la tierra.

En "las aguas donde se sienta la ramera" (17:15-18) puede verse que las fuerzas del mal montan una blasfema parodia de Jehová sentado sobre el diluvio. Las aguas que vio Juan (17:1) tipifican, según se le explicó, "pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas". Aquí podemos ver la inmensa influencia moral de un cristianismo apóstata sobre las vastas masas de la humanidad.

"Estos aborrecerán a la ramera" (17:16). ¡Qué abyecta desolación la que le espera a la iglesia apóstata! Habiendo determinado liberarse a sí mismo y a su imperio de la influencia sutil y empobrecedora de la ramera, la bestia se torna ahora contra ella y la desmonta de su exaltado trono. Los gobernantes del imperio confederado despojan a la ramera de todos sus ornamentos vistosos y seductivos. Las naciones confederadas con su cabecilla principal se confabularán aborreciendo a la ramera. La caída de la gran ramera ocurre debido a un cambio repentino ocurrido en los pueblos esclavizados. No sólo habrá repugnancia hacia la ramera y pillaje sobre sus riquezas y adornos, sino que también su carne será devorada. La expresión "sus carnes" en plural como se da aquí tiene el sentido de grandes cantidades: las posesiones terrenales, la plenitud de la carnalidad. Pero la bestia y los diez reyes, antes admiradores y esclavos de la ramera, son ahora sus más crueles y amargos enemigos y se hartan con todas las posesiones de la ramera.

Después la ramera será quemada "con fuego". En todo este proceso gradual de castigo puede hacerse referencia al castigo legal de la abominable fornicación. En tiempos antiguos, a veces las rameras eran quemadas. La voluntad permisiva de Dios es enfocada nuevamente en el perfecto acuerdo que hacen los reyes con la bestia. En el fondo de la alianza de las naciones y su unión con la bestia (y la destrucción final de la ramera) está la voluntad de Dios. Él ha decretado la destrucción del dominio gentil y del cristianismo apóstata, y triunfará. Dios puede usar aun a hombres malos para hacer que sus propósitos se cumplan. La ira del hombre puede servir para glorificarlo a Él.

Estamos de acuerdo con lo que dice Walter Scott: "Dios obra en forma invisible pero no menos real, en todos los cambios políticos del día de hoy. El estadista astuto y el diplomático inteligente son simplemente agentes en las manos del Señor, aunque ellos no lo sepan. El egoísmo y las tendencias en la política pueden influir en la acción, pero Dios está obrando firmemente hacia un fin: manifestar las glorias celestiales y terrenales de su Hijo. O sea que, en lugar de estorbar los planes de Dios, los legisladores y los gobernantes mas bien los llevan a cabo inconscientemente. Dios no es indiferente, sino que está tras la escena de las acciones humanas. Los hechos de los diez reyes del futuro en relación con Babilonia y la bestia — el poder eclesiástico y el secular — no solo están bajo el control directo de Dios, sino que todo es realizado en cumplimiento de su Palabra." En un tiempo tan crítico como este, debemos mantener nuestros ojos atentos a las evidencias de que la mano gobernante de Dios se halla entre las naciones.

Seguidamente dirigimos nuestra atención a la destrucción de la Babilonia material. Tanto la historia bíblica como la secular nos proveen una descripción adecuada de la antigua ciudad de Babilonia, la cual alcanzó su mayor gloria y magnificencia durante el reinado de Nabucodonosor (604-562 a.C.). Con sus altas murallas, sus torres, avenidas, jardines y palacios, la antigua Babilonia debe haber sentido la fascinación de ser dominante e insuperable. Que sus fortunas han sido objeto tanto de maravilla como de desgracia es un hecho que enfatizan profetas e historiadores por igual. Actualmente no existe Babilonia, lo cual ha hecho que algunos expositores afirmen que todas las profecías del Antiguo Testamento relacionadas con la destrucción de esta ciudad ya se cumplieron y que, por lo tanto, ya no podrá ser reedificada. En la actualidad, el territorio que cubría la Babilonia de la Biblia es conocido con el nombre de Hillah.

Babilonia, donde Alejandro Magno se embriagó hasta morir, fue el tercer reino mundial que oprimió a Israel en los tiempos de la supremacía gentil. El nombre "Babilonia", derivado de "bab-el", que significa la puerta de Dios, se convirtió en "Babel", que significa confusión. De manera que la puerta de Dios vino a convertirse en el lugar de reunión de rebeldes pecadores donde, para detener la creciente apostasía, Dios intervino con la confusión de las lenguas.

La historia y la profecía de Babilonia pueden ser bosquejadas brevemente:

1. Nimrod fue su fundador (Génesis 10:10, 11). Su primera reina (y símbolo de una ciudad y un sistema malvados) fue Semíramis I. Babilonia, por ser la primera de todas las ciudades idólatras, es el emblema más apropiado para declarar la enorme maldad y la influencia extensa y abrumadora del cristianismo apóstata.

2. Como reino secundario bajo el dominio de Asiría, Babilonia ayudó a esta última a atacar a Israel y Judá (2 Reyes 17:24-31; 2 Crónicas 33:11).

3. Se profetizó que Babilonia sería la captora de Judá (2 Reyes 20; Jeremías 25:9-14).

4. Fue escogida por Dios para castigar a Judá (1 Crónicas 9; Jeremías 25:9).

5. Tendría que ser castigada severamente por sus maldades (Jeremías 25:9-14; Daniel 5).

6. Babilonia fue la opresora de Israel, como se simboliza en Daniel capítulos 2 y 7 bajo "la cabeza de oro" y "el león".

7. Babilonia volverá a ser prominente otra vez como símbolo bajo el anticristo (Apocalipsis 17:5, 18).

Después de la destrucción de Nínive, la gran metrópoli del mundo vino a ser Babilonia, la cual, de acuerdo con el gran historiador Herodoto, tenía cien puertas de bronce sólido, con muros de más de diez metros de altura y tan anchos que bien podían correr sobre ellos seis carrozas a la par. Los profetas anunciaron la destrucción de Babilonia (Isaías 13:1-22; Jeremías 50:9-46). Alejandro Magno trató de restaurar a Babilonia, pero Dios había declarado: "La barreré con escobas de destrucción" (Isaías 14:24), y desde entonces ha permanecido en ruinas.

Babilonia fue el instrumento divino de juicio sobre Egipto, Judá, Edom, Moab, Amón, Tiro, Sidón, Asiria, Hazor y Nínive. Isaías, Jeremías y Ezequiel son notablemente claros en sus declaraciones sobre Babilonia en su relación con Judea.

La Babilonia del Apocalipsis ocupa la misma relación con respecto a la Babilonia de los profetas del Antiguo Testamento que la que ocupa la Nueva Jerusalén con respecto a la Jerusalén de los profetas. En el Apocalipsis, ambas ciudades son usadas en un sentido místico, mientras que en los profetas las ciudades deben ser tomadas en su significado literal. Debido a que no tenemos informes de una iglesia cristiana en medio de las ruinas de la antigua Babilonia, entendemos que la Babilonia desde la cual Pedro envió su primera epístola debe haber sido Roma (1 Pedro 5:13), donde su hijo espiritual, Marcos, estaba con Pablo (Filemón 24).

La restauración de Babilonia como una verdadera ciudad es una cuestión muy discutida. Hay muchos eruditos bíblicos que afirman que todas las referencias del Apocalipsis a Babilonia deben entenderse simbólicamente. La Biblia anotada de Scofield, por ejemplo, dice: "La idea de que Babilonia será reedificada literalmente en el sitio de la antigua Babilonia se halla en conflicto con Isaías 13:19-22. . . El profeta ve de cerca y de lejos a la vez, y predice la destrucción de la Babilonia literal, la cual existía en aquel entonces, con la advertencia adicional de que una vez destruida, Babilonia nunca sería reconstruida. Todo esto se ha cumplido ya al pie de la letra."

No cabe duda de que el anticristo se nos presenta aquí como "el rey de Babilonia", sobre el cual triunfará Israel.

Regresando a las profecías, descubrimos de la misma manera que Jeremías presenta una doble profecía acerca de Babilonia. Vemos por una parte la invasión de la ciudad por parte de los medos y persas, pero también está la profecía acerca de un futuro enemigo (Jeremías 50:1-7). La referencia aquí concerniente a la repartición de Israel y Judá es futura definitivamente. En Jeremías 50:8-16 las plagas son similares a las de Apocalipsis 18. El pasado y el futuro de Babilonia vuelven a presentársenos en Jeremías 50:21-46. En Jeremías 51:5-10 encontramos un lenguaje idéntico al que se usa en Apocalipsis 14:16; 16:17-21; 18:1-24.

La antigua Babilonia, con todo su misticismo y paganismo será destruida repentinamente con el derramamiento de la séptima copa (Apocalipsis 14:8; 18:1-24; Isaías 21:9).

Zacarías es otro de los profetas del Antiguo Testamento que predijeron el retorno del babilonianismo. El significado figurado del lenguaje usado en Zacarías 5:5-11 puede ser expresado en esta forma:

El "efa", una medida equivalente a unos 37 litros, se refiere al comercio que se mueve a través de toda la tierra.

La "tapa de plomo", de un peso como de 72 kilogramos, simboliza lo pesado del tráfico y las riquezas del comercio.

La "mujer" se interpreta aquí como representando la maldad dentro del efa. La palabra hebrea rasha significa agitación, 'a naturaleza caída del hombre tal como se manifiesta en toda ilegalidad y desenfreno (Job 3:17; Isaías 57:21).

Las alas "como de cigüeña" (un ave inmunda) y el "viento" que traían las alas representan los rápidos logros y el desarrollo de la Babilonia material como el gran centro comercial del mundo.

A Juan se le dio una completa y detallada revelación sobre la destrucción de una ciudad real (18:1-3). Las profecías del Antiguo Testamento acerca de Babilonia presentan una mezcla de los destinos pasado y presente, pero Juan presenta una declaración completamente profética de ruina. La frase de apertura, "después de esto" (19:1), implica un nuevo principio y nos introduce a una revelación distinta. El capítulo 17 nos da la descripción del poder y de la perdición de la Babilonia mística. En el capítulo 18 continúa la séptima trompeta (16:17-21), interrumpida por el paréntesis sobre la Babilonia mística o eclesiástica. La frase introductoria enfatiza la unidad total de los temas revelados. Mientras que el tema de Babilonia es traído desde el capítulo 17, el capítulo 18 ofrece una revelación distinta y subsecuente. Después de la perdición de la Babilonia mística o eclesiástica viene la destrucción de la Babilonia material o comercial.

Evidentemente, el ángel autoritativo que anuncia la ruina de Babilonia no es el guía de Juan del 17:1, 7, 15. Varias características de este importante, mensajero angélico deben ser consideradas. En primer lugar, él desciende "del cielo", lo cual sugiere el carácter celestial del juicio de Babilonia y el interés que demuestra el cielo por los asuntos de la tierra. No importa quiénes sean los agentes humanos de la destrucción de Babilonia; es el cielo el que la juzga en última instancia.

El "gran poder" del ángel de la destrucción sugiere que existen órdenes y grados entre las huestes angélicas. Algunos ángeles son más distinguidos que otros, y algunos reciben autoridad para actuar por Dios en circunstancias especiales. Que este no es un ángel ordinario, se demuestra claramente por el hecho de que "la tierra fue alumbrada con su gloria" o "a causa de su gloria". Tan poco tiempo hace que este ángel salió de la presencia de Dios, "que al pasar arroja una ancha ráfaga de luz a través de la oscura tierra". Pero, ¿existe aquí la noción de una gloria inherente, además de una gloria recibida? Walter Scott sugiere que este ángel no puede ser nadie más que Cristo mismo (como en 8:3 y 10:1). Combinando estos pasajes encontramos a:

• Cristo, el Angel-Sacerdote, intercediendo a favor de su sufrido remanente (8:3);

• Cristo, el Ángel-Redentor, tomando posesión de su herencia (10:1);

• Cristo, el Ángel-Vengador de su pueblo, tomando venganza sobre Babilonia (18:1 — 19:5).

Puesto que los ángeles son "poderosos en fortaleza" (Salmo 103:20), el fuerte clamor de este ángel anunciando el juicio de Babilonia no es prospectivo sino retrospectivo. Desde el punto de vista del ángel, el poderoso e inicuo sistema ya está destruido (18:2). La repetición es como el solemne canto fúnebre de los condenados: "¡Ha caído! ¡Ha caído!"

• Un estado degenerado se ha convertido en bestia.

• Una iglesia apóstata se ha convertido en ramera.

• Un cristianismo apóstata, incapaz de cambiar, debe ser destruido.



En el capítulo 17, un sistema religioso corrupto es despojado de sus posesiones y riquezas, las cuales a su vez son transferidas a los tesoros de los gobernantes del imperio. Pero las autoridades civiles apóstatas que hayan triunfado sobre la gran ramera enfrentarán días más terribles que los que impusieron sobre la mujer del capítulo 17, ya que tendrán que rendirse ellos mismos y sus reinos ante la voluntad bestial y brutal del anticristo.

El vocabulario usado en esta sección inicial nos presenta la razón por la cual Babilonia es destruida. Las relaciones ilícitas sostenidas con naciones y reyes bajo la dirección de la religión del capítulo 17 se convierten en relaciones ilícitas en el ámbito del comercio en el capítulo 18. Casi no podemos creer que se pueda concebir a una ciudad que se ha convertido en habitación de demonios y cuyo hogar definitivo sea el abismo del mundo infernal. Babilonia es también centro de inigualable maldad y degradación y capital del demonismo. Por "espíritus inmundos" y "aves inmundas y aborrecibles", podemos entender los diversos agentes de Satanás de una naturaleza altamente perniciosa que cooperarán para hacer que Babilonia se hunda en un fango de iniquidad y abominación ante los ojos del Dios santo.

También se incluye en esta grave acusación contra Babilonia el juicio sobre aquellas naciones (extendidas por una zona geográfica considerable) que caerán como presa fácil bajo los encantos y la seducción de una metrópoli atea. "Los reyes de la tierra" no deben confundirse con los representantes personales de los diez reinos. Ofreciendo un bocado tentador a todos aquellos que quieran asociarse con Babilonia con el objetivo de adquirir ganancias meramente mundanas, los mercaderes de la tierra trafican con sus riquezas. Su abundancia le había sido arrebatada a la gran ramera por la fuerza civil apóstata que la codiciaba. Pero tal desarrollo de intereses personales será de corta duración, porque estos mismos comerciantes llorarán y se lamentarán por la pérdida de sus fuentes de riqueza.

De todas las plagas que consumirán la tierra, las que caerán sobre Babilonia serán las peores debido a que, en toda su intensidad, invadirán la ciudad "en un día" (18:4-8). Las plagas de Egipto vinieron por etapas, pero aquí la muerte, el llanto, el hambre y el fuego reciben autorización de parte del fuerte Juez para llegar juntas y repentinamente (16:19-21).

La voz celestial que llama al pueblo de Dios para que salga de la ciudad es diferente de aquella voz angelical de 18:1. Posiblemente es Dios mismo quien invita a su pueblo a dejar los pecados y las plagas de Babilonia (Jeremías 50:4-9; 51:5-8, 45). Semejante llamado a la separación es válido en todo momento y lugar donde existe la presencia del espíritu y los principios babilónicos (2 Corintios 6:17). "No seáis partícipes de sus pecados" significa: "No tengáis comunión con Babilonia, y no recibiréis sus plagas." Así le ocurrió a la mujer de Lot que se detuvo cerca de la ciudad contaminada y condenada y pereció por detenerse y volverse a mirar. Este solemne llamado también sugiere que Dios tiene su propio pueblo, aun en una ciudad apóstata, pero que la única seguridad que puede haber para ellos sólo la pueden obtener separándose del mundo.

Por "sus pecados" debemos entender la evidente y terrible corrupción del estado moral de Babilonia, un estado que requiere el severo juicio de Dios: "Porque sus pecados han llegado hasta el cielo." La primera confederación de Babel fue atea: la torre de piedras se proponía alcanzar el cielo (Génesis 11:4). Pero aquí es una torre de pecados la que ha llegado al cielo. ¡Qué monumento de vergüenza! Aquí tenemos una torre de Babel, no de piedras sino de pecados. Tan horrendos e impíos que provocan el juicio severo y total del cielo.

Los ejecutores de la ira de Dios recibieron órdenes de darle a Babilonia la medida completa de juicio que se merece: "Pagadle doble según sus obras." La copa de destrucción debe llenarse al "doble". La copa de lujuria y prominencia debe ceder el paso a la de tormento y humillación. La muerte debía tomar el lugar de la vida; el lamento debía destronar a la exaltación; el hambre sustituiría la abundancia de deliciosas comidas; el fuego debía consumir todas las ostentosas obras de Babilonia. "El doble" significa una porción completa, una doble recompensa de acuerdo con la ley levítica. La venganza aquí va mucho más allá del antiguo "ojo por ojo". En la justicia retributiva de Dios, la medida es duplicada. Sin embargo, estos terriblesjuicios no serán una mera venganza rencorosa. Como todos los juicios divinos, este será justo y bien merecido.

Aquí se nos presenta una descripción peculiar de la confiada jactancia de seguridad de Babilonia en las palabras "Ella se ha glorificado y vivido en deleites." La presunción es otro crimen más que se le achaca a Babilonia. La ciudad no es juzgada únicamente por su conducta sino también por su carácter. El orgullo interno se indica por el pretencioso estado de reina. Pero cualesquiera que sean las esperanzas que tenga de recuperar su antigua grandeza, la destrucción de Babilonia ya está sellada: "Será quemada con fuego." Su juez será el Dios Todopoderoso. Su destrucción es segura debido a la justicia y el poder de Dios.

Uno no puede leer Apocalipsis 18:9-19 sin reconocer la concentración de lujos y riquezas en la gran ciudad de Babilonia. La riqueza de las naciones aumenta y por doquiera se siente la gran influencia de dicha capital. Los potentados, los regentes del comercio y todos los que transitan el mar en embarcaciones mercantes participan de la prosperidad económica de Babilonia, pero también, como ella, serán tomados por sorpresa en el holocausto de destrucción. Se pueden ver separadamente tres clases de personas a las que afecta la ruina de Babilonia.

Los reyes sobresalen en los lamentos, ya que ellos eran los que se estaban beneficiando de la influencia económica mundial de Babilonia (18:9, 10). Y esta expresión "reyes de la tierra" se entiende como la designación de jefes y gobernantes en general; no sólo los diez reyes confederados a los cuales se refiere el capítulo 17 como asociados con la bestia. Todos los gobernantes asociados con la lujuria y el libertinaje de la Babilonia material hasta la hora de su derrocamiento se lamentarán y llorarán al presenciar su incendio. Bajo el impacto del gran terremoto (16:17-21) estos reyes corruptos huirán de la arruinada ciudad en un estado de frenesí, clamando: "¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!" (18:10). Asi es como los juicios de Dios provocan temor aun en los más impíos.

Debido a que el comercio juega un papel de gran importancia en la grandeza de la ciudad, los comerciantes aparecen también entre los que más se lamentan (18:11-16). La gran variedad de mercancías mencionadas especialmente en los versículos 12-14 demuestran que Babilonia llega a ser una gran metrópoli comercial en un período como de tres años después de que la ramera ha sido destruida. En los días del anticristo, el mercado será controlado desde este centro comercial de las naciones. En esta encrucijada del mundo estará centralizado todo el negocio mundial. El lenguaje de este pasaje sugiere un lujo extremo. Todo lo que una persona pudiera desear existe en este emporio universal. Joyas carísimas, muebles muy costosos, perfumes exóticos, suculentos banquetes, centros comerciales llenos de gente, ropa muy fina. . . todo se encuentra allí. Compra y venta, pasiones desbordadas, placeres, centros de deleite musical que reproducirán los días de Noé y Lot.

En total se especifican unos 29 artículos comerciales, indicando que una gran parte del mercado mundial será afectada seriamente por la ruina de Babilonia. Todos los artículos vendidos en este almacén mundial podrían agruparse en siete categorías:

1. Valores y adornos

2. Indumentaria costosa

3. Muebles suntuosos

4. Olores fragantes

5. Vida abundante

6. Espectáculos triunfantes

7. Infame tráfico humano

Oro, plata, piedras preciosas y perlas.

Lino fino, púrpura, seda y escarlata. Es interesante notar el contraste que hay entre el lino fino mencionado aquí y el de la novia según (19:8).

Muebles fabricados con madera olorosa, marfil, metales, etc. Es probable que la madera olorosa mencionada aquí sea el gálbano aromático, árbol de Cirene cuya resina es uno de los ingredientes del incienso.

Canela, especias aromáticas, incienso, mirra y ungüentos. Aquí se ve que los ingredientes del sagrado aceite de la unción son profanados por usos viles. Vino, aceite, harina, trigo, animales, ovejas, etc.

Caballos y carros. Abundarán los vehículos más veloces en la tierra y en el aire.

Esclavos ("cuerpos") y almas de hombres.

A los traficantes de esclavos se les llama a veces "comerciantes de cuerpos", y Babilonia va a tener su propio mercado de esclavos. Las mujeres venderán su cuerpo y los hombres venderán su alma para la satisfacción de su concupiscencia. Indudablemente serán esclavos voluntarios, atraídos por el esplendor y la influencia seductora de la ciudad de Babilonia. Sin embargo, en el término de una hora todas esas grandes riquezas serán destruidas. Con razón, los millonarios de la tierra, cuyo poder comercial venía del oro, la plata, las piedras preciosas, los animales, los esclavos y las almas, llorarán y se lamentarán por la destrucción de todas las fuentes de sus riquezas. Toda la mercadería quedará completamente arruinada. Todo aquello que alimentaba el orgullo y la prosperidad perecerá al movimiento repentino e inesperado de la mano divina.

Como centro mundial de finanzas y comercio, Babilonia estará involucrada en un intenso movimiento mercantil en los mares. Naves repletas de toda suerte de mercaderías entrarán y saldrán de sus puertos. Los patéticos lamentos de los pilotos y marineros nacen del hecho de que la desolación de Babilonia significa el fin del tráfico marino y por ende, el final de su único modo de ganarse la vida (18:17-19). ¡Con razón, todos aquellos que se han enriquecido por medio de las naves en el mar lloran, se lamentan y echan polvo sobre sus cabezas! Su testimonio es el siguiente: "¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?" Para todos los navegantes, nada se podía comparar con Babilonia. Ella era el emblema del prestigio y el poder mundanos. Su influencia universal había sido ganada a través de la política, la diplomacia y los medios deshonestos. Su dominio se había extendido amplia y extensamente por medio de la espada y el dinero. Pero toda esa grandeza inicua es barrida y destruida repentinamente por Aquél que es capaz de lanzar a los poderosos de sus tronos de poder.

Al considerar conjuntamente las lamentaciones de los monarcas, los mercaderes, los marineros y los músicos (18:22), nos damos cuenta del terror que caracteriza al juicio de Babilonia.

El doble ay de los monarcas termina con la expresión: "En una hora vino tu juicio" (18:10). Aquí nos damos cuenta de lo repentino de la acción divina. El golpe de venganza de la mano del Señor será rápido e inesperado.

El doble ay de los mercaderes da su punto de vista sobre la ruina de Babilonia: "En una hora han sido consumidas tantas riquezas" (18:17). Indica el desvanecimiento total de toda prosperidad material orgullosa.

El doble ay de los navegantes nos describe otra fase de la angustia experimentada a causa de la caída de la ciudad: "En una hora ha sido desolada" (18:19). Se encontraba repleta de grandes riquezas en un momento, pero en pocos instantes fue dejada totalmente despojada de todas sus posesiones.

En la absoluta ruina que le sobreviene a la Babilonia literal (18:21-24), la violencia destructora ejecutada por el ángel poderoso es descrita en las siguientes palabras: "Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada." Esta es una frase que aparece seis veces en el Apocalipsis. La desaparición de la ciudad es el cumplimiento de todas las declaraciones profélicas que se refieren a su destrucción. Dos capítulos, Jeremías 51 y Apocalipsis 18, deben ser estudiados y comparados cuidadosamente. El fuego y el terremoto serán los medios por los cuales será destruida la ciudad desde su centro hasta las orillas, y esto ocurrirá sin previo aviso. (Compare Isaías 13:19 con Apocalipsis 18:8, 9, 18).

Debido a una visitación directa de Dios, Babilonia será destruida completamente. Los mejores cantantes y músicos del mundo quedarán silenciosos, pues no se oirá nada más que gritos de angustia y dolor. Los artistas que prostituyeron el arte para perfeccionar la adoración sensual del cristianismo apóstala no podrán reparar el mal. Ni siquiera la luz de una lámpara podrá encontrarse.

En esta notable sección del Apocalipsis nos encontramos con un excelente ejemplo de la interpretación de las Escrituras por medio de las mismas Escrituras. Leemos acerca de un poderoso ángel que toma una piedra, como una gran piedra de molino y la arroja en el mar clamando:

Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada (18:21).

Volviendo a Jeremías, vemos que Dios le da instrucciones al profeta para que ate al libro una piedra y lo eche a la mitad del río Eufrates, y luego dice:

Así se hundirá Babilonia, y no se levantará del mal que yo traigo sobre ella (Jeremías 51:64).

Al estudiar la profecía de Daniel referente al último imperio mundial, observamos al profeta prediciendo el momento en que es cortada una piedra, sin la intervención de la mano del hombre. Esta destruye completamente la imagen que representa la gran era de los gentiles (Daniel 2:44, 45). El mar es un símbolo de la intranquilidad y la turbulencia de las naciones gentiles y sabemos que la "gran ciudad, Babilonia" es la expresión final de la dominación de la monarquía gentil. Por esto no es difícil ver en Cristo la Piedra que sale de la montaña de Dios para realizar la destrucción de la civilización pagana.

Comparando un pasaje bíblico con otro, podemos hacer un resumen de las diversas causas de la ruina absoluta de Babilonia:

1. Por el orgullo de su corazón y por su posición (Isaías 13:19; 14:4;

Jeremías 50:29-34; Apocalipsis 18:7, 8).

2. Por la opresión y supresión de Israel (Isaías 14:2-22; Jeremías 51:24, 25).

3. Por su lujuria y sus deseos mundanos (Isaías 47:8-11; Apocalipsis 14:8; 18:3, 9).

4. Por sus hechicerías y su demonismo (Isaías 47:12, 13; Apocalipsis 18:2, 23).

5. Por la idolatría (Jeremías 50:2; 51:47; Apocalipsis 18:6-24).

6. Por la persecución de los santos (Apocalipsis 18:6-24).

Las Escrituras designan a Babilonia como sujeta a la venganza de Jehová, en vista de que es prominente como enemiga y esclavizadora de su pueblo Israel. El martirio de los justos, que empezara con la muerte de Abel y sigue aumentando en intensidad con el correr de los siglos, llega a su punto máximo cuando se convierte en la concentración final de los martirios y el centro de terror en Apocalipsis 17 y 18. Pero la destrucción de ambas Babilonias constituye la venganza de la sangre de los santos y también la culminación de la ira de Dios (18:24).

La orden divina de destruir a Babilonia es seguida por un llamado divino a los santos para que se deleiten en la destrucción total de dicha ciudad (18:20 — 19:6). La expresión "Alégrate sobre ella" se usa en el sentido opuesto al regocijo de la compañía de 11:10, donde observamos el gozo de los inicuos por la muerte de los dos testigos. Al fin Dios ha dado su aprobación a este hecho celestial. Regocijarse por tan terrible ruina no parecería muy celestial, pero la ejecución de la justicia divina siempre evoca la aprobación del pueblo de Dios. El cielo se regocija por la venganza contra la gran ramera y la bestia. Es aquí donde llegamos a entender algo sobre los salmos imprecatorios, llenos de expresiones de gozo de parte de los santos por el juicio ejecutado sobe los impíos. Una traducción literal del versículo 18:20 diría:

"Regocíjence sobre ella cielos y santos y ustedes los profetas, porque Dios ha llevado a cabo el juicio que ustedes deseaban sobre ella."

En 18:24 vemos que la sangre de los profetas, de los santos y de todos los que fueron martirizados sobre la tierra, clama por venganza. Tras la caída de Babilonia son vindicados todos los que han sido perseguidos. Este coro de aleluyas entre el primer juicio y el segundo es una extensión del 18:20. Lo que les ha producido dolores y lamentaciones a los hombres notables de la tierra, causa gran regocijo en el cielo. Es muy interesante notar que el primer aleluya en el Nuevo Testamento es el que surge ante el juicio de la gran ramera (19:12). Los cuatro aleluyas que pronuncian la gran multitud, los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos constituyen una exclamación de victoria en la cual se atribuye alabanza y gloria a Dios. Al fin llega la desolación eterna para Babilonia, tal como fue profetizada en el Antiguo Testamento (Isaías 13:1-22; Jeremías 50:13, 23, 29-40; 51:26, 37, 62).

El humo que de ella sube por los siglos de los siglos es una señal de la ruina de Babilonia, como testimonio permanente del justo juicio de Dios derramado sobre todas las fornicaciones y la persecución contra el pueblo de Dios realizada por ella. El término "sube", con referencia al humo del 19:3, viene de una palabra que tiene un significado diferente al que se da en el caso del incienso de 8:4. Algunos escritores aseguran que el significado de este pasaje que señala que el humo continúa subiendo por los siglos de los siglos, puede implicar que el lago eterno de fuego y azufre estará expuesto a la vista de los moradores de la tierra en la nueva creación después del milenio (Isaías 62:22-24; Apocalipsis 14:9-11).

La frase inicial del capítulo 19: "Después de esto", describe una secuencia de acontecimientos y el punto culminante de los capítulos anteriores. Por fin, la venganza de Dios entra en acción. La destrucción de Babilonia anunciada en 14:18 es cumplida totalmente aquí. Las razones por las cuales son derramados los juicios de Dios se dan en 15:3 y 16:7.



Al repasar brevemente esta sección de los aleluyas, la cual celebra la eterna y definitiva ruina de Babilonia, nos damos cuenta de que la misma destrucción es considerada desde puntos de vista distintos en el cielo y en la tierra. En la tierra se escucha una lamentación de dolor y tristeza; en cambio en el cielo lo que se oye es una exclamación de triunfo y alabanza. La bella palabra "aleluya" significa "alabado sea Jehová", y ése es el sonido que se desborda en el cielo. Debe hacerse énfasis también en el hecho de que en el original griego hay un artículo definido antes de cada una de las posesiones divinas mencionadas en 19:1, como sigue:

• La salvación — liberación divina del juicio.

• La gloria — gloria moral divina en el juicio.

• El poder — la potencia divina manifestada en el juicio.

La base del triunfo de los redimidos y de los ejércitos celestiales es la verdad divina y la justicia de Dios: "Sus juicios son verdaderos y justos." Un principio fundamental es que todos los tratos de Dios con sus criaturas, ya sea en gracia o enjuicio, son realizados en medio de la manifestación de sus atributos esenciales, tal como se ve en estos capítulos de juicio.

El segundo aleluya está relacionado con lo definitivo y perpetuo que es un juicio ejecutado divinamente. Otros dos aleluyas incrementan el volumen de la alabanza. Dios es el Juez de Babilonia, así como Cristo es el Juez de la bestia. Finalmente una voz angélica exhorta a todos los siervos de Dios a que se unan en la alabanza antifonal a Dios, y sus voces unidas son como el rugido estruendoso de muchas aguas. Del trono de Dios, el verdadero centro y fuente de toda acción judicial, sale el llamado a alabar al Señor Dios Todopoderoso:

"¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reinar"

Detengámonos a considerar este título dado a Dios: "El Señor nuestro Dios." Él es el Señor de la creación, de la compasión y de la perfección. Él es nuestro Dios. Cuando el apóstol Juan escribió estas palabras había cientos de dioses falsos en Roma, pero este es "nuestro Dios". Este es el canto final en la Biblia y lo más correcto es que este sea el canto del triunfo total de Dios sobre sus enemigos. Este canto tiene mucha relación con el primer canto bíblico, especialmente el de Éxodo 15:11: "¿Quién como tú, oh Jehová?" Hay un desafío en estos cánticos. En el Salmo 43:3, 10 la incredulidad pregunta: "¿Dónde está tu Dios?" Esta es una pregunta que muchas personas se hacen hoy. Pero en aquel día habrá gran estruendo y alboroto cuando todo el mundo reconozca que Dios está sobre su trono y reina por toda la eternidad.

Nuestro Dios es todopoderoso; frente a Él no existe ninguna limitación. Esa es una de sus atribuciones supremas. Ni el diablo ni ningún otro dictador puede reclamar estas características; tampoco podrá reclamarlas el anticristo. La omnipotencia le pertenece solamente a nuestro Dios. En Efesios 1:19, 20 el apóstol Pablo escribe acerca de "la supereminente grandeza de su poder. . . la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales." Entonces procede a hablar de la supremacía de Cristo "sobre todo principado y autoridad".

El amor de Dios es tan omnipotente como eterno (Jeremías 31:3). Sus planes son también omnipotentes; no pueden ser frustrados, no importa cuánto lo intenten los humanos o las fuerzas malignas espirituales e invisibles. La voluntad de Dios también es omnipotente. La voluntad de Dios es la fuerza más grande en todo el universo. Nabucodonosor declaró, después de haber estado por siete años con los bueyes y las bestias: "Él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?" (Daniel 4:35). Lo más que podemos hacer en estos días de sufrimientos trágicos sobre la tierra es exclamar:

"¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios todopoderoso reina!"

Nuestro Dios ejerce dominio también sobre todo el universo. No solamente existe, sino que existe y reina. Cuando nos enteramos de esta realidad suprema, todo lo demás no importa nada. El trono de nuestro Dios está intacto; el apóstol Juan escuchó a una gran multitud que decía: "Gócemenos y alegrémonos." A pesar de todo lo que está trayendo desolación y muerte sobre los que moran en la tierra, mantengamos los ojos de nuestra fe puestos en el trono de Dios, un trono que jamás podrá ser conmovido.

El capítulo 19 del Apocalipsis es un interludio en el cual Juan se desvía para enfatizar la descripción de todo lo que oyó y vio como reacción del cielo ante la manifestación de la venganza divina. En cierto sentido este es uno de los capítulos más impresionantes de todo el Apocalipsis, pues empieza con el cielo abierto y Cristo descendiendo como el Juez-Guerrero, para concluir con su tarea de juicio final. En el bautismo de Jesús hubo un cielo abierto, y Ezequiel inició su ministerio en una manera similar (Mateo 3:16; Ezequiel 1:1). En este paréntesis hay tres secciones claramente marcadas:

• Los cuatro aleluyas (19:1-6)

• La cena de bodas del Cordero (19:7-10)

• El regreso del Redentor en gloria (19:11-21).

En cuanto a los cuatro aleluyas, es interesante notar que este es el único lugar en el cual se usa esta palabra en el Apocalipsis. La repetida frase del Antiguo Testamento "Alabado sea el Señor", viene de la palabra hebrea aleluya, un término favorito para los judíos de la antigüedad. El primer "aleluya" o "alabado sea el Señor" se usa aquí para celebrar el castigo de Dios sobre los inicuos (Salmo 104:35), y los cuatro aleluyas surgen como respuesta a los ejércitos celestiales y los santos de la tierra ante la destrucción de Babilonia.

Los dos primeros aleluyas son una extensión de la sección anterior, en la cual el cielo se regocija por la caída de Babilonia. Vienen de un poderoso ejército celestial que alaba y glorifica a Dios por sus juicios justos y verdaderos. El tercer aleluya es prolongado por el eco de los 24 ancianos y los cuatro seres vivientes, quienes agregan un fuerte amén a su tributo de alabanza. El cuarto aleluya proviene de la multitud de la tierra y de la creación al bendecir éstos a Dios por su omnipotencia.

La fiesta de bodas del Cordero es una preciosa revelación de Dios a los corazones de sus hijos. ¡Qué gran momento será aquél cuando "la Iglesia de los primogénitos" se una para siempre con Aquél que la redimió con su propia sangre! Esa será la fiesta de bodas del Cordero. Nuestra presencia allí será posible solamente por su gracia, y únicamente aquellos que hayan sido lavados por la sangre del Cordero estarán presentes en esa celebración nupcial.

Esta cena será de delicias, mientras que "la cena del gran Dios" (19:17) será de destrucción. En esta última cena las aves de rapiña vendrán y comerán carne de reyes, mientras que en la cena de la boda del Cordero los santos comerán con Cristo, el Rey de reyes. Nuestros bellos vestidos de bodas representan la justicia, que el Cordero atribuye e imparte a sus santos.

En cuanto al regreso del Redentor en gloria, no hay ninguna duda sobre quien será el jinete del caballo blanco. Sus nombres corresponden a todo lo que Él es en sí mismo, y también a la naturaleza de sus juicios. Él es llamado:

• Fiel y verdadero

• El Verbo de Dios

• Rey de reyes

• Señor de señores.

Las diademas que ciñen su frente son diademas reales, totalmente diferentes en carácter a las coronas falsas que lleva en la cabeza el anticristo. En cuanto a ia conmovedora frase "vestiduras teñidas en sangre," entendemos que se refiere a la sangre de los enemigos de Cristo, los que no han sido lavados en la sangre del Calvario. Uno de los nombres de Cristo, EL VERBO DE DIOS, ofrece uno de los más fuertes argumentos a favor de su encarnación (Juan 1:1-3, 14). Jesús mismo es la revelación definitiva y perfecta de Dios (Hebreos 1:1-4).



2. El juicio de reyes y ejércitos (19:17, 21)

1.a promesa y la profecía dadas a Cristo por su Padre fueron que cuando Él viniera para reinar, sus enemigos serían desmenuzados (Salmo 2:9). Aquí en la batalla del Armagedón con su carnicería, se ve el cumplimiento de la terrible profecía concerniente a la catástrofe que desmoronará los poderes gentiles en el mundo entero. Tenemos ante nosotros el día terrible del Señor predicho por los profetas (Joel 2:11; Miqueas 1:6). También debemos considerar en relación con esto aquellos dos capítulos que tratan acerca del período final del dominio gentil: Ezcquiel 38 y 39.

En la reunión para la cena del gran Dios, Juan nos presenta un cuadro claro y fuerte del campo de batalla después de la victoria de Cristo: "Un festín sacrificial ofrecido en la mesa de Dios para todos los buitres de la tierra." (Para una descripción de los hábitos de los buitres, vea Maleo 24:28). En este terrible conflicto hay algunos contrastes muy interesantes que deben ser considerados.

Las aves del cielo se comerán la carne de los hombres grandes y poderosos de la tierra. Para hacer frente a los ejércitos de la bestia y de los reyes de la tierra, aparecen las huestes de aquel jinete que cabalga en su caballo blanco. No hay ni asomo de duda de lo que resultará (19:14-19). Aun los pocos que escapen de aquí, serán capturados por Aquél que está sentado sobre su caballo blanco. En contra de los desesperados esfuerzos de Satanás por destruir al resto de los judíos, Dios protegerá al remanente de la simiente de Israel (12:17), mientras que los pocos que hayan quedado de los ejércitos de los reyes no serán protegidos por nadie, sino que serán destruidos por la venganza del Rey de reyes.

3. La condenación de la bestia (19:20; 20:10)

Por fin este "desolador" (Daniel 9:27), la "abominación desoladora" (Maleo 24:15) y "hombre de pecado" (2 Tesalonicenses 2:3-10) recibirá su recompensa por el odio diabólico que ha desplegado contra Dios y contra sus santos. Como el último y el más terrible de todos los tiranos de la tierra, recibirá su castigo bien merecido. Leemos: "La bestia fue apresada." Esta expresión es distinta a otras expresiones griegas. Tiene el sentido de tomar por la fuerza, prender (como lo hace un policía cuando captura a un criminal y lo lleva obligadamente y por la fuerza a la prisión). ¿Quién es ese que captura a la bestia y su compañero de crimen, el falso profeta? ¡Nada menos que el poderoso y triunfante Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, que irradian su justo enojo!

"Estos dos serán lanzados vivos a un lago de fuego que arde con azufre" (19:20). A estos no se les permite morir ni ser inmolados (como ocurre con sus aliados), sino que son lanzados vivos al castigo eterno. Los tres jóvenes hebreos del libro de Daniel fueron lanzados vivos al horno ardiente, pero Dios detuvo la acción del fuego y preservó con vida a los tres valientes jóvenes. En cambio, la bestia y el falso profeta son echados vivos al lago de fuego del cual nunca se podrán librar.

En lo que respecta al lago de fuego, no pretendemos saber todo lo que está implicado en dicho castigo eterno. Suponiendo que el lenguaje sea simbólico, la realidad tendría que ser mucho más terrible que la Figura presentada aquí. Jesús era un predicador que hablaba del fuego del infierno. Para Él, el castigo eterno era una terrible realidad y no le agradaba nada el sufrimiento eterno de los pecadores. Él dio su vida en la cruz para que los hombres no tengan que ser condenados, sino que tengan vida eterna. Es nuestra tarea urgente exhortar a los perdidos a huir de la ira que vendrá.

4. El juicio del falso profeta (19:20; 20:10)

Estos dos poderosos y perniciosos aliados que se unieron una vez en una lucha inicua contra Dios, ahora van también unidos hacia un mismo castigo. Aunque será responsable de asesinato y persecución contra las multitudes que no querrán adorar a la imagen de la bestia, al falso profeta no se le permitirá morir. Ni su pretendido poder de obrar milagros lo podrá librar de ser lanzado vivo al lago de fuego. No cabe duda de que el castigo eterno del falso profeta será terrible, debido a su fingimiento religioso. La condenación de la bestia y del falso profeta representará el final de las falsedades políticas y de un falso sacerdocio. Estos dos personajes sufrirán juntos, porque pelearon juntos contra el Cordero.

5. El juicio del diablo (20:1-3, 10)

Por fin la cabeza de la serpiente es totalmente aplastada (Génesis 3:15). La victoria ganada sobre el diablo en el Calvario al fin es puesta en total operación. El que fue una vez lanzado del cielo por su rebelión y luego echado del aire a la tierra (12:9), ahora es lanzado al abismo sin Fin por mil años (Apocalipsis 20:3). Su libertad de andar alrededor viendo a quién devorar (1 Pedro 5:8) será abolida cuando un ángel del cielo lo encadene y lo ate, confinándolo al abismo por un milenio. Juan dice que el dragón fue aprisionado "para que no engañe más a las naciones hasta que mil años sean cumplidos".

Los mil años de permanencia de Satanás en el abismo no producirán ningún cambio en su malévola personalidad. Cuando sea nuevamente suelto, demostrará que sigue siendo el mismo diablo antiguo. Pero mientras él se encuentre atado, la tierra respirará un aire más puro y el reino milenial de Cristo hará que la tierra se cubra de paz y justicia, como las aguas cubren la mar. Seis veces se menciona la frase "mil años", y este período será la época gloriosa del establecimiento del reino de Cristo predicha por los profetas, por Cristo mismo y por los apóstoles.

Después de su obra postmilenial de engañar y seducir, el diablo será lanzado (como se indicó anteriormente) "al lago de fuego y azufre" en donde se reunirá con sus frustrados seguidores, que ya habrán experimentado las mismas llamas por mil años. Allí entrará para sufrir juntamente con ellos el tormento eterno (20:10). Al fin la trinidad satánica, que ha estado tratando de imitar a la trinidad divina, recibe su castigo implacable. El diablo, la bestia y el falso profeta quedarán confinados eternamente al lago de fuego y azufre. ¡Con cuánta razón el diablo trata de hacer que la gente no lea este último libro de la Biblia, fuerte y claro en describir su merecida ruina y su castigo! No quiere que aquellos a quienes él ha engañado, sepan cuál será su terrible futuro.

6. La condenación de Gog y Magog (20:7-9)

La mención de Gog (el príncipe) y Magog (la tierra) nos lleva a Ezcquiel 38, donde Gog representa a todas las naciones que forman la gran confederación del norte. Llegamos ahora a la revuelta final de las naciones y su destrucción. Algunos se preguntan por qué soltará Dios a Satanás del abismo sin fin después del glorioso reino milenial de Cristo, durante el cual este león rugiente ha estado encadenado. ¿Por qué soltar al diablo, aunque sea por un breve período, para que forme una revuelta? La única respuesta es que el Señor quiere probar hasta dónde llega la depravación de la humanidad.

Cualquiera supondría que después de mil años de disfrutar de ese bendito y glorioso reino de Cristo, nadie en la tierra querrá hacer guerra contra Dios. Pero así como Adán pecó en el ambiente más perfecto del huerto del Edén, así también grandes multitudes de estos participantes del milenio se rebelan contra Cristo a pesar de la paz y la abundancia que acompañarán al gobierno del Rey. Por supuesto que Él los gobernará con vara de hierro y ellos se postrarán ante Él. Sin embargo, su respuesta instantánea al llamado de Satanás demuestra que esa obediencia a Cristo era fingida. Reconocían el poder de Cristo y se doblegaban ante Él, sólo porque tenían que hacerlo.

Pero el juicio será tan instantáneo como la revuelta de las naciones de los cuatro ángulos de la tierra; descenderá fuego de Dios desde el cielo y devorará a las multitudes (20:9). El fuego, como sabemos, está relacionado con todos los juicios de Dios, incluso el juicio de los creyentes ante el trono de Cristo (en el cual nuestras obras tendrán que ser probadas por fuego: 1 Corintios 3:13). En este conflicto final no habrá batalla; no se peleará. Dios Todopoderoso, que es fuego consumidor, destruirá instantáneamente a las engañadas y embrutecidas naciones. El último ataque del hombre contra Dios y contra "el campamento de los santos sobre la santa ciudad" termina en un completo fracaso, y el infierno abrirá su gigantesca boca para tragarse las hordas terrestres que el diablo haya engañado y conducido a la revuelta. ¡Por eso leemos después acerca de una tierra nueva libre del diablo para siempre!

7. La condenación de los perdidos (20:11-15)

Los tribunales de justicia de la tierra han presenciado algunas escenas tensas y terribles, pero aun los juicios más famosos palidecen en significado al ser comparados con las asombrosas escenas del juicio final que estamos a punto de considerar. Antes de entrar a estudiar el sombrío escenario de este gran juicio, familiaricémonos con el lenguaje usado en la narración.

Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron ju/gados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10-15).

Este juicio tendrá lugar después del milenio y la condenación final de Satanás, y después de que hayan sido desechados los cielos y la tierra actuales. Será el más solemne y terrible que jamás se haya visto. Por fin llega el momento en que el Juey. eterno arregla todas las cuentas. Después de eliminar a Satanás, el dios de este siglo, Cristo ahora se prepara para tratar con todos los pecadores de este mundo. Aquí llega al Fin del mundo, porque la creación huye de delante de la faz de Aquél que está sentado sobre el trono. Hay muchos que se refieren a esto como un juicio "universal", pero el Apocalipsis no habla de ningún juicio "universal". Todo juicio descrito aquí es particular. En este juicio no comparecerán todos los hombres de toda la historia de la humanidad. Aquí sólo estarán los impíos muertos, así como ante el juicio de Cristo sólo comparecerán los creyentes.

La visión de Juan se divide en dos partes, indicadas por la frase "Y vi"

• 20:11 — Y vi al trono y a su Juez

• 20:12-15 — Y vi a los muertos y su juicio.



A. El trono del juicio

Este libro tan especial que es el Apocalipsis, es un libro de tronos y juicios. En 19:11-21 tenemos el juicio de Cristo contra las personas vivas. Aquí en 20:11-15 aparece el juicio sobre los muertos. En 4:2 vemos el trono desde donde es gobernada la tierra. Mateo 25:31 nos habla del "trono de su gloria", el cual está relacionado con el juicio de Cristo sobre las naciones vivas. Pero entre todos los tronos de las Escrituras, el que se conoce como "el gran trono blanco" es el más terrible y severo.

¿Qué clase de trono es este que no será establecido ni en la tierra ni en el cielo? No es el trono de un soberano a punto de reinar y dar órdenes, sino el de un juez que está a punto de pronunciar juicio sobre los culpables. Es un trono establecido con un propósito específico; no es un trono permanente, porque deja de operar tan pronto como son aplicados los juicios sobre los condenados. En este trono las posiciones serán opuestas a las del juicio de Pilato. Allá el Creador fue juzgado por una criatura, pero ahora, la criatura comparece ante el Creador para recibir su sentencia. En la sala de Pilato, Dios permanece callado ante el hombre; pero aquí, el hombre queda ep silencio delante de Dios. Aquél que un día fue condenado ante un tribunal de la tierra, ahora será quien tendrá que decidir los destinos de la raza humana y revelar los principios del gobierno divino.

Por haber rechazado la gran salvación ofrecida por Cristo, ahora los pecadores tienen que comparecer ante el gran trono blanco. Este será un trono grande por muchas razones:

• Por la dignidad del juez mismo.

• Por la grandeza e inigualable solemnidad de la ocasión.

• Por lo grandioso de la escena: aquí amanece la eternidad.

• Por las eternas consecuencias del juicio.

• Por los grandes destinos determinados allí.

El color blanco del trono corresponde a la personalidad del que lo ocupa. Él es quien "ha dispuesto su trono para juicio. Él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud" (Salmo 9:7, 8). El infinito ante quien los finitos deben comparecer, es santo y justo en "el día de la ira y el justo juicio de Dios" (Romanos 2:5). No se tratará a nadie con injusticia o ingratitud, como le sucedió a Él a manos de Pilato. La blancura del trono simboliza la pureza y rectitud de los juicios del Juez. Aquí vemos el fulgor de la santidad, justicia y pureza divinas. ¡Cuan terrible será para los pecadores tener que enfrentarse al resplandor irresistible de la presencia del Señor!

B. El Juez

El Juez es el Señor nuestro Dios, el Salvador, quien declaró que su Padre le había dado toda "autoridad de ejecutar juicio" (Juan 5:27). En vista de que la salvación fue planeada por Dios, adquirida por Cristo y aplicada por el Espíritu Santo, es probable que las tres Personas de la Trinidad estén presentes en el juicio de aquellos que hayan menospreciado tal salvación. Sin embargo. Cristo será quien pronunciará el solemne juicio contra los perdidos. (Vea Juan 5:22; Hechos 10:42; 17:31; 2 Timoteo 4:2.)

Con sus ojos como llamas de fuego, Cristo escudriñará y abrasará a los que estén frente a Él (1:14; 19:12). Todo y todos se marchitarán ante su penetrante y ardiente mirada de justicia y juicio. Esos ojos no parpadearán con misericordia en esos momentos, porque con ilimitada majestad, el dueño de esa mirada penetrante ha adquirido el derecho de disponer del destino de sus voluntariosas criaturas. Puesto que el Juez es el justo, su juicio estará de acuerdo con su naturaleza. "¿El juez de toda la tierra, no hará lo que es justo?" Por supuesto que sí lo hará, como lo hace siempre. "Con justicia juzga y pelea." "Tus juicios son verdaderos y justos" (Apocalipsis 19:11; 16:7).

La mención del rosfo del Juez es digna de notarse. En 12:13-16 Israel se ve forzado a huir "delante de la serpiente", pero aquí "la tierra y el cielo" tienen que huir de delante del rostro del Señor, que es ahora el juez. Una vez ese rostro fue escupido, abofeteado y desfigurado, pero ahora luce adornado con una temible majestad. Y será en este rostro donde los inicuos verán su terrible sentencia de condenación.

¡Cuan diferente será la mirada de la Iglesia hacia aquel rostro! "Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (22:4). Los santos del Señor tendrán el honor de participar en el juicio. "Para ejecutar en ellos el juicio decretado; gloria será esto para todos sus santos. Aleluya" (Salmo 149:9; compare con 1 Corintios 6:2, 3).

C. El juicio

Los tribunales de los países democráticos tratan de ofrecer a los criminales un juicio justo. Este tribunal del cielo no se ha establecido para discutir sobre los pros y los contras en el caso de un pecador, sino para llevar a cabo una sentencia ya declarada. Los incrédulos del mundo de hoy ya están condenados, porque no han creído (Juan 3:18). En aquel día los muertos resucitarán y comparecerán ante el juez, no para juicio que compruebe su culpabilidad o su inocencia, sino para recibir la ratificación de una condenación ya pronunciada.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3:18). El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36).

Este juicio es llamado "eterno" (Hebreos 6:2), porque sus consecuencias son eternas. También sirve como garantía de que el pecado nunca invadirá la nueva creación de Dios. El cristiano se regocijará al saber que no tendrá que enfrentar jamás tal condenación: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1). Por haber aceptado a Jesús, que llevó nuestra condenación, y haber permanecido en Él, somos salvos del pecado y de su justo castigo.

D. Los juzgados

Son varios los objetos de juicio que se mencionan en el terrible relato del juicio del gran trono blanco, y es muy importante notar sus respectivos juicios.

La tierra y los cielos. Ocurrirá una desaparición instantánea de la antigua creación, porque el que está sentado en el trono fue su Creador. Por eso mismo, obedece inmediatamente a su mandato. ¿Por qué se desvanecerá la tierra? Porque fue el escenario del pecado y la rebelión, y sobre ella se derramó la sangre del Juez. Los hombres se aferraron a ella por muchos siglos, pero aliora desaparece. ¿Por qué desaparece el cielo también? Los cielos aéreos no pueden permanecer porque fueron contaminados por Satanás, el príncipe de la potestad del aire. ¿Cómo pueden permanecer los cielos si no son puros ante Dios? Entre las nuevas erial uras tendremos los nuevos cielos y la tierra nueva (Apocalipsis 21:11). (Vea también Isaías 65:17; 66:22; 2 Pedro 3:7, 10-13; Hebreos 1:10-12).

Los ángeles caídos. Como ya se decidió la suerte del principal rebelde (20:10), Cristo procede ahora a tratar con todos aquellos sobre quienes influyó Satanás. Si bien no tenemos pruebas en esta narración de que las huestes satánicas hayan de comparecer ante este trono, creemos que será en esta ocasión cuando serán juzgados todos los espíritus malignos. "Y a los ángeles que no guardaron su dignidad sino que abandonaron sus moradas, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día" (Judas 6). Si, como Pablo afirma, nosotros hemos de juzgar a los ángeles (es decir, a los caídos), entonces tal parece como que los santos estarán en este tribunal realizando una labor judicial. No es difícil entender por qué Satanás aborrece tanto el Apocalipsis y lucha por hacer que los creyentes no lo lean ni lo estudien. Él no quiere que sepamos cómo va a ser su terrible juicio, y el severo castigo que les aguarda a sus aliados angélicos y humanos.

Los muertos. En este grupo debemos agrupar a todos los muertos en pecado, ya sea que estén muertos espiritual o físicamente. Los impíos que estén en la tierra en estos momentos serán transferidos inmediatamente a este juicio, mientras que los muertos que se encuentren en el infierno serán levantados para que comparezcan con los otros ante este tribunal. Aquí comparecen ellos como prisioneros, esperando su sentencia de condenación eterna. Los muertos en Cristo fueron resucitados cuando el Señor regresó por su Iglesia (1 Tesalonicenses 4:16, 17). Pero esta resurrección no será "de entre los muertos" (para los creyentes), sino la resurrección de todos los muertos impíos para su juicio final. Todos los que murieron en pecado antes de que Cristo viniera al mundo serán juzgados de acuerdo al libro de la ley (Romanos 2:12; 3:19). Todos los que murieron después de Cristo serán juzgados de acuerdo con el Evangelio eterno. No se verán allí infantes ni débiles mentales, porque ellos no tuvieron conciencia de responsabilidad. Por esto, la sangre de Cristo, que cubre el pecado adánico, garantiza su presencia en el cielo.

Ante este trono terrible comparecerán pecadores de todas las categorías, como se indica en la frase "grandes y pequeños", expresión que aparece cinco veces en el Apocalipsis. Actualmente existen varias clases y distinciones, sociales y raciales. Pero toda distinción será eliminada cuando el Juez se siente en su trono, porque no hay acepción de personas en Él. Los grandes y poderosos, igual que los pobres y los insignificantes, entrarán al lago de fuego y azufre.

Los cobardes. Estos son los que vivieron en la tierra llenos de temores. Siempre tuvieron miedo de confesar a Cristo, de identificarse con el Evangelio y vivir para el Señor. Les fallaba el corazón debido al miedo. Aunque quizá fueran valientes y fuertes en otros aspectos, cuando se trató de recibir a Jesucristo como su Salvador, fueron cobardes.

Los incrédulos. Aquí tenemos a la clase más numerosa, que se encuentra en todos los grupos sociales. Jesús mismo declaró que los que andan por la senda ancha son muchos. Es triste pensar que la mayoría de los seres humanos son incrédulos. Muchos de nuestros centros de educación secular producen paganos pulidos. La mente natural simplemente no está dispuesta a recibir y creer el mensaje del Salvador crucificado y resucitado.

Los abominables. En este grupo se encuentran todos los moral y físicamente depravados. Aquí se ve nuevamente la corrupción de los días de Noé. Las guerras han dado oportunidad de que se liberen distintas clases de pecados detestables.

Los homicidas. Las estadísticas nos informan que los homicidios están aumentando. Jesús llamó a Satanás homicida. Él es el padre de todos los que destruyen las vidas de otros. ¡Qué día tan terrible el que les aguarda a todos los asesinos y verdugos del mundo que han matado a hombres, mujeres y niños inocentes!

Los fornicarios. La Escritura usa la palabra "fornicación" para referirse a la inmoralidad sexual de toda clase. El adulterio, el incesto y la idolatría son considerados como fornicación (Mateo 5:32; 1 Corintios 5:1; 2 Crónicas 21:11). También las doctrinas no bíblicas se consideran como fornicación espiritual (Apocalipsis 19:2).

Los hechiceros. Anteriormente hicimos mención del hecho de que esta palabra está conectada con la palabra "farmacia". En el pasado las drogas jugaban un papel muy importante en la hechicería. Una vez más nos encontramos en una sociedad alcohólica, drogada y esclava de toda clase de estimulantes y calmantes. En esta categoría podemos colocar a todos los que se identifican con el espiritismo y el demonismo.

Los idólatras. La interpretación general de esta clase es que représenta a los paganos adoradores de ídolos de madera o de piedra. Sin embargo, no todos los idólatras están en África o en la India; hay incontables multitudes de idólatras alrededor de nosotros en nuestros países "cristianos". Estos se adoran a sí mismos, su dinero, sus negocios, sus deportes. ¿Que es un (dolo? Un ídolo es cualquier cosa o persona que toma el lugar de Dios en la vida de un individuo.

Los mentirosos. Toda clase de mentirosos deberán comparecer ante el trono de Dios. Satanás, el padre de la mentira, ya estará en el lago de fuego, y ahora sus hijos van al mismo lugar. Todos los que niegan o contradicen a Dios y a su Palabra son mentirosos.

Ninguno de los condenados podrá apelar en contra del juicio que pesa sobre ellos. Todos estarán totalmente conscientes de su culpabilidad. Si bien los castigos serán proporcionales en intensidad, es decir, según la culpa de cada uno, la duración del castigo será por toda la eternidad en todos los casos.

El mar. Al describir la nueva creación, Juan declara que el mar no existe más. Esto era muy significativo para Juan, quien en su prisión de Palmos sabía que el mar Egeo lo separaba de aquellos a quienes deseaba ver y ministrar. Pero, ¿cual es el sentido total de la frase que indica que el mar entregará a los muertos que están en él? ¿Debemos interpretar aquí "mar" como símbolo de la intranquilidad y agitación de la humanidad, y por tanto, un anuncio de que las masas y todos los alborotadores serán apaciguados en el juicio? ¿O debemos aceptar la interpretación común: que todos los que han muerto ahogados en el mar deberán salir de su tumba submarina? A nuestro parecer la siguiente frase, la cual indica que "la muerte" entregó "los muertos" que estaban en ella incluye a todos los que han muerto y han sido sepultados en la tierra y en el mar.

George Pember, en su interesante libro Earth's Earliest Ages (Las edades primitivas de la Tierra), sugiere que el mar es la prisión de un vasto número de demonios que siguieron a Satanás en su expulsión del cielo, y quienes, cuando fue formado el mar, quedaron aprisionados en él. Es probable que a estos se refiera el versículo 6 de Judas al indicar que Dios "los ha guardado en obscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día". Cuando pasen el cielo y la tierra, también el mar pasará. Por lo lanío, todos los seres que se encontrasen allí tendrían que comparecer ante el que creó los mares.

La muerte y el infierno. La muerte o la tumba encerraba los cuerpos de los perdidos, mientras que el Hades encerraba sus espíritus. Ahora se unen los espíritus a los cuerpos y en esos cuerpos eternos de perdición y en esos espíritus eternos de condenación salen a la muerte de la muerte. Pronto este monstruo será destruido: "El último enemigo en ser destruido será la muerte." El Hades o infierno es la morada actual de los pecadores muertos. Pero esa habitación temporal desaparecerá y en su lugar existirá el lago de fuego, que será un sitio de sufrimientos terribles y eternos. Se habla de esta resurrección como de vergüenza y confusión perpetua (Daniel 12:2); de los injustos (Hechos 24:15); de condenación (Juan 5:29). ¡Cuan diferente será la resurrección de los creyentes cuando Cristo venga por su Iglesia! (Vea 1 Tesalonicenses 4:16, 17; Eilipenses 3:21; 1 Corintios 15.)

La muerte y el infierno siguieron inmediatamente a sus anteriores ocupantes en el lago de luego (Apocalipsis 20:14). Puesto que existen como consecuencia de la introducción del pecado en el mundo por obra de Satanás, ahora lo siguen al lugar de eterna condenación. Ya que las llaves del infierno y de la muerte cuelgan del cinto de Cristo, Él puede actuar como quiera con ellos. "Yo soy. . . el que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades" (Apocalipsis 1:17, 18) El lago de fuego viene a ser el depósito final de todos los que fueron desobedientes a Dios y Cristo Jesús. El terrible nombre "lago de fuego" aparece cinco veces en el Apocalipsis, y debiéramos considerar el significado de esta morada final de Satanás, la bestia y el infierno. ¡Indudablemente, tan terrible expresión nos hace ver que este indescriptible castigo es eterno y definitivo!

Hay quienes aseguran que aquí el lenguaje es figurado solamente y que no se refiere a llamas verdaderas. Si esto es así, entonces la realidad simbolizada debe ser aún más terrible que la figura. "Hay que recordar," dice Broadus, "que el lenguaje puede ser altamente figurado sin ser ficticio. Solamente es necesario entender qué se quería decir con las figuras de las Escrituras, y dicho significado será tan real y verdadero como si se dijera en lenguaje común y corriente. De manera que el fuego que nunca se apaga puede ser considerado como una figura, si asi se prefiere; sin embargo, siempre significará que en el infierno habrá algo tan terrible como el fuego; tan cruel y atormentador como lo es el fuego al cuerpo material. Es más: la realidad del infierno, como la del cielo, sobrepasa enormemente a los cuadros imaginativos que las cosas y figuras terrenales puedan evocar." A esto podemos agregar el hecho de que Cristo jamás hizo una falsa amenaza, de modo que al hablar del fuego eterno. Él estaba previniendo al hombre contra un castigo real descrito con unas figuras tan vivas, que indican el más extremo sufrimiento.

Este juicio de fuego fue preparado para el diablo y sus ángeles:

"Entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Maleo 25:41). Ellos serán los primeros en sufrir el tormento de las llamas.

El lenguaje usado para describir la morada eterna de los perdidos es suficiente para horrorizar el corazón del pecador. El lago de fuego; la muerte segunda; tinieblas; abismo y obscuridad para siempre; llanto y crujir de dientes. La enseñanza de Cristo indica claramente que el tormento será eterno (Lucas 16:24-26). En el lago de fuego los condenados estarán totalmente conscientes, lo cual hará su angustia más intensa aún. No existe un purgatorio, ni medio de escape alguno. "Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera (pie los que quisieren pasar de aqui a vosotros, no pueden, ni de allá pasar para acá" (Lucas 16:26). Todos los condenados serán atormentados para siempre jamás (Apocalipsis 20:10).

La repetida frase la muerte segunda se explica muy fácilmente. La primera muerte es física: la separación del espíritu y el cuerpo. La segunda muerte es eterna: la separación definitiva entre espíritu y Dios. Esta segunda muerte no tendrá potestad sobre los salvos (Apocalipsis 20:6). Donaid G. Barnhouse, en su libro God's I.ast Word (La última palabra de Dios) afirma: "Como para darles una palabra final de consolación a aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero y a la vez, una palabra final de advertencia a aquellos que no conocen a Dios, se presenta una vez más la distinción: ''Todo aquel que no fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.' "

E. Los libros del juicio

Ahora llegamos a la complicada cuestión de los diversos registros que según la declaración de Juan están delante del Juez cuando Él juzga a los condenados que estarán de pie delante del trono. "Los libros," "otro libro," "el libro de la vida" y "el libro de la vida del Cordero" son términos que deben ser distinguidos e interpretados.

"Los libros" (20:12) es una expresión que implica la existencia de más de un registro en el cielo. Se puede entender claramente que son el registro de las obras de todos los que están a punto de ser juzgados. "Y fueron juzgados los muertos por las cosas que están escritas en los libros, según sus obras" (Apocalipsis 20:12). El Señor mantiene un registro fiel de todos los pensamientos, obras y palabras de los pecadores. Nada es tan insignificante como para que no sea registrado.

Este no será un juicio general; los méritos de cada persona serán considerados: "cada uno según sus obras". El rico de Lucas 16, cuando murió y fue al Hades, clamaba: "Estoy atormentado en esta llama." Pero Abraham respondió: "Hijo, acuérdale." Entonces el rico empezó a recordar las oportunidades pasadas y perdidas. Recordó lo que Moisés y los profetas habían dicho. Se acordó del mensaje de la Santa Palabra de Dios. ¡Se acordó, pero ya era demasiado tarde!

Aunque una persona tenga un buen historial de vida, es evidente que lo único que realmente cuenta es si Cristo ha inscrito su nombre en "el libro de la vida" (Apocalipsis 20:12). "Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos" (Lucas 10:20). La base para la condenación no es que haya ausencia de obras, sino que sus nombres estén ausentes. "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mateo 7:22, 23).

Cristo ejerce autoridad sobre este registro, como se indica en Apocalipsis 3:5. (Vea también 13:8; 21:27). El libro de la vida del Cordero es el registro dorado de aquellos que pertenecen al Señor. Esos nombres fueron escritos en estos libros mucho tiempo antes de los acontecimientos del gran trono blanco. Donaid G. Barnhouse señala los puntos siguientes sobre los diversos libros que hay en el cielo:

"Los libros" es un plural. Hay más de un libro en los registros que se llevan en el cielo. Hay por lo menos dos libros relacionados con los que han creído en el Señor Jesucristo. Existe uno que es el rollo de los escogidos en Cristo y es conocido como "el libro de la vida del Cordero" (Apocalipsis 21:27) o simplemente "el libro de la vida" (Filipenses 4:3; Apocalipsis 13:8). De esto estaba hablando el Señor Jesucristo cuando les dijo a sus discípulos que debían regocijarse de que sus nombres estuvieran escritos en el cielo (Lucas 10:20). Hay otro libro que también tiene que ver con los creyentes. Contiene el registro de todos sus pensamientos y meditaciones relacionadas con su Señor. Esto lo leemos en el bello pasaje de Malaquías 3:16 que dice: "Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memorias delante de Él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre." Es muy posible que este libro sea el que contiene la diferencia entre aquellos que son salvos y reciben la recompensa y la corona y aquellos que son salvos como por fuego, cuyas obras serán quemadas (1 Corintios 3:14, 15).

En el pasaje que estamos considerando en el Apocalipsis se hace evidente que también hay libros que tienen que ver con los no salvos... El más fácil de describir es el libro que recoge la vida y las obras de los que no serán salvos. Aquí leemos en términos nada dudosos que las obras de los incrédulos están registradas en los cielos. Cómo se realiza todo esto, no pretenclemos saberlo ni nos arriesgamos a adivinarlo. Está en el secreto de Dios, pero no resulla difícil creerlo, ya que los mismos hombres han alcanzado la capacidad de grabar en discos grandes sinfonías y elocuentes discursos, y han podido reducir enormes bibliotecas y conservarlas en microfilms. Aquí se nos presenta una realidad. Dios la declara. El incrédulo puede mofarse de ella, pero por este mismo registro tendrá que ser juzgado.

Tal parece que en el "libro de la vida" habrá algo así como el registro de un censo, en el cual se encontrarán todos los nombres de los humanos que han existido, y que los nombres de los que no han creído en Cristo serán borrados del libro, dejando la lista de los escogidos en Cristo. Ya hemos visto (Apocalipsis 3:5) que una de las promesas hechas a los que vencieren es que sus nombres nunca serán borrados del libro de la vida. Esto indicaría que algunos si han sido borrados; indudablemente, son los nombres de los perdidos. Esto se indica con mayor énfasis en la declaración que se hace en el último párrafo de la Biblia (Apocalipsis 22:19). Los nombres de aquellos que quiten algo de la revelación de Dios en las Escrituras, serán quitados a su vez del libro de la vida.

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