sábado, 19 de junio de 2010

Las Siete Cosas Nuevas. Las siete cosas ultimas.



"Vi un cielo nuevo.. . el primer cielo pasó" (Apocalipsis 21:1). Al comparar todo este versículo con el 20:11, encontramos el orden invertido. Delante del gran trono blanco la tierra y el cielo huyeron. Este cambio de orden es significativo. En la creación antigua, que termina en 20:11, Dios estaba íntimamente relacionado con la tierra, sobre la cual El tenía un templo para su pueblo. Pero ahora que su pueblo mismo es el templo (21:3), todo tiene naturaleza celestial.

La estrella resplandeciente de la mañana brilla con más intensidad un poco antes del amanecer. Es un símbolo perfecto del regreso de Cristo, quien traerá el amanecer de una era de luz radiante (22:16).


El último libro de la Biblia, tan lleno de juicios, termina en gracia y no en maldición, como terminaba el Antiguo Testamento. "Amén." Así sea. La certeza absoluta de la verdad queda confirmada, y toda la gloria de la eternidad será nuestra solamente a través de su gracia.


Estudio sobre Apocalipsis




Las Siete Cosas Nuevas
Apocalipsis 21:2 - 22:1

Un cielo nuevo | Una tierra nueva | La nueva Jerusalén | La nueva comunión |
El nuevo templo | La nueva luz | El nuevo Paraíso |

Cuando Satanás y los pecadores hayan sido echados de la tierra, cuando la muerte y el infierno hayan sido derrotados y Cristo haya sido reconocido y venerado como el Señor de todos, dará inicio una nueva era en la cual Dios será el todo en todo. ¡Por fin, la eternidad! Las sombras habrán pasado y la gloria empezará. Un eterno y glorioso amanecer anunciará una nueva creación, porque el último día oscuro del mundo habrá terminado. La historia del hombre estará consumada y empezará el nuevo orden de Dios.

Estos últimos capítulos del Apocalipsis contienen una conclusión perfecta de los planes eternos de Dios y su maravillosa providencia por su pueblo (Efesios 2:7). ¡Habremos llegado a la meta de toda la revelación! El deseo y los esfuerzos de Satanás a través de los siglos han sido dirigidos a separar a Dios del hombre, pero al final es Dios quien hace su voluntad. Por fin, los planes divinos para el eterno bienestar del hombre son realizados y toda promesa divina es cumplida.

Con sublime e inigualable lenguaje, Juan describe la transición de los glorificados al pináculo de la paz eternal. La competencia moral del apóstol para presenciar y entender las glorias de la eternidad no venía de él mismo, sino del Espíritu Santo. Bajo el control absoluto del Espíritu de Dios, Juan vivió y se movió en otro ámbito de la existencia y fue preparado así para recibir la visión de las realidades del cielo.

Sentimos que estos capítulos invitan a la contemplación más que a la interpretación; a la reverencia más que a la investigación. Nos vemos invadidos del deseo de que se supiera mucho más acerca de nuestra morada eterna. Una de las razones por las cuales escasean los detalles acerca del estado eterno, es la limitación del lenguaje para expresar lo que Juan vio y vivió. Las mejores palabras son únicamente palabras, un medio inadecuado de expresión cuando se trata de la gloria eterna. Una vez en el cielo, en medio de aquel esplendor maravilloso, haremos nuestra la exclamación de la reina de Sabá: "Ni aun se me dijo la mitad" (1 Reyes 10:7).

La frase clave en la sección final del Apocalipsis está en 21:5: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas." Algunos sugieren que aquí se confunden la época milenial y la eternidad para constituirse en un cuadro perfecto de la gloria interminable. (Cronológicamente, Apocalipsis 21:9-27 podría preceder a 21:1-8. Los versículos 7 y 8 apuntan hacia un período previo al amanecer de la era eterna.) La escena presentada es magnífica en verdad. Por fin Cristo es el héroe de los siglos y está a punto de entregar el reino a su Padre. ¡Qué conmovedor va ser éste acto de rendimiento, tanto para el Padre como para el Hijo! ¡Cuan necesario es que vivamos más el futuro Como lo hizo el apóstol Pablo, aprendamos a equilibrar el triste "ahora" con el glorioso "mañana".

1. Un cielo nuevo (21:1)

"Vi un cielo nuevo.. . el primer cielo pasó" (Apocalipsis 21:1). Al comparar todo este versículo con el 20:11, encontramos el orden invertido. Delante del gran trono blanco la tierra y el cielo huyeron. Este cambio de orden es significativo. En la creación antigua, que termina en 20:11, Dios estaba íntimamente relacionado con la tierra, sobre la cual El tenía un templo para su pueblo. Pero ahora que su pueblo mismo es el templo (21:3), todo tiene naturaleza celestial.

Por "cielos" en 21:1 no se quiere dar a entender la presencia inmediata de Dios, sino los cielos aéreos; es decir, todo lo que está entre la tierra y la morada de Dios. El cielo antiguo es el lugar desde donde operaba Satanás, por lo que no era limpio ante los ojos de Dios. El cielo nuevo habrá de ser constituido de una manera tan diferente, que el sol, la luna, las estrellas y todas las propiedades atmosféricas actuales no serán necesarios. Por fin habrá un amanecer sin que haya anochecer.

En las Escrituras se mencionan tres cielos:

1. El tercer cielo, o cielo verdadero, es el lugar al cual fue arrebatado Pablo en la presencia inmediata de Dios. Esta es la región de la gloria divina y también es la morada de los ángeles y los santos (2 Corintios 12:1-5).

2. El segundo cielo o cielo astronómico, es la zona donde se encuentran el sol, la luna y las huestes de estrellas y demás cuerpos celestes (Job 38:31-33).

3. El primer cielo o cielo atmosférico, es el aire que está alrededor de nosotros y sobre nosotros. Se dice que Satanás es el príncipe de esta región (Efesios 2:2).

Puesto que el tercer cielo (la morada de Dios) es eterno, no estará sujeto a cambio alguno. "Los cielos nuevos" nos sugieren una transformación de los cielos atmosféricos y astronómicos. Con nuestro cuerpo celestial, podremos recorrer el nuevo cielo y la nueva tierra.

Es necesario un nuevo cielo intermedio debido a que el actual ha sido contaminado por la presencia de Satanás, el príncipe de la potestad del aire. Esta es la razón por la cual las estrellas no son limpias a los ojos de Dios (Job 25:5). El espacio situado entre nosotros y la morada de Dios ha sido invadido también con cohetes, satélites y toda clase de desechos espaciales lanzados por los hombres del siglo XX.

2. Una tierra nueva (21:1)

"Una tierra nueva. . . la primera tierra pasó" (Apocalipsis 21:1). Realmente pasará sin que lo lamentemos mucho. La tierra antigua debe desaparecer porque ha sido escenario del pecado y la violencia del hombre. También se ha empapado con la sangre de millones de mártires y ha sido teñida con la sangre del Redentor. Además ha sido inundada con mares de lágrimas por los hombres y las mujeres de Dios. La tierra nueva nunca experimentará el pecado, el dolor ni la muerte. Algunos eruditos creen que el cielo nuevo va a ser la habitación de los santos redimidos en gloria, mientras que la tierra nueva será la morada de los redimidos que serán salvos durante la Tribulación, quienes pasarán por el milenio.

Una notable omisión en la nueva creación de Dios serán los océanos: "El mar ya no existía más" (21:1). ¡Cuánto ha de haberse consolado el corazón de Juan con tal revelación, ya que en la isla de Patmos el apóstol sufría la separación más triste que el mar puede causar! En el cielo, sin embargo, nada nos podrá separar de nuestros seres queridos. Todos los que son del Señor estarán unidos para siempre.

Hay una diferencia de opinión entre los eruditos bíblicos en cuanto a si la nueva creación (la cual no aparecerá antes que desaparezca la antigua) va a ser totalmente nueva, o si sólo será una renovación de la antigua. Algunos señalan que el fuego no simboliza aniquilación, sino sólo purificación y que Dios únicamente va a purgar la creación vieja para convertirla en un lugar de habitación adecuado para sus santos glorificados. Otros escritores dicen que el lenguaje usado por el Nuevo Testamento es claro y enfático, y que habrá una desaparición total de la antigua creación. Esta huirá, "pasará con gran estruendo" y será quemada, lo cual implica (según ellos) no una mera transformación, sino una destrucción. La vieja creación será desechada como ropa inservible, como andrajos completamente inútiles.

Pero, ¿no hay una forma de hacer que la ropa vieja reaparezca como nueva? Cuando Dios dijo: "He aquí yo hago nuevas todas las cosas" (21:5), la palabra que usó para "nuevas" no fue la que tiene el significado de nuevo en cuanto a tiempo o de aparición reciente, sino nuevo en forma o calidad, de una naturaleza diferente a la antigua. Así es como se usa esta misma palabra en el "hombre nuevo" de Efesios 4:24, que implica un hombre totalmente distinto del primer Adán. Pablo describe el nuevo carácter del hombre, el cual es espiritual y moral de acuerdo con el modelo de Cristo. Y así ocurrirá con el cielo nuevo y tierra nueva, los cuales diferirán completamente en forma y calidad de los originales.

Sin importar cuál sea nuestro punto de vista, el período que transcurre entre la primera y la antigua creación es el que está incluido en la Biblia. La primera creación es la esfera y escenario de las primeras cosas. El pecado, iniciado en el cielo por Lucifer, ha devastado a la primera creación. La nueva creación será totalmente diferente, como puede verse a través de un estudio de los males que no existirán más, según Juan. Al describir las bendiciones de la nueva creación, Juan sólo pudo usar una serie de frases negativas:

• No habrá más enfermedad

• No habrá más dolor

• No habrá más hambre

• No habrá más sed

• No habrá más tristeza

• No habrá más lágrimas

• No habrá mar

• No habrá más muerte

• No habrá más pecado

• No habrá más noche

Y no estando presente Satanás, tampoco habrá tentación. A las puertas de las edades eternas, alcanzaremos un mundo sin tragedias, sin tribulación y sin maldad. Allí morará "la justicia" (2 Pedro 3:13). Compárese esto con los pasajes de Mateo 24:35; Hebreos 1:1-12; 12:25-29; 2 Pedro 3; Isaías 34:4; 65:17; 66:22. Con tan gloriosa perspectiva, ¿no deberíamos luchar por llevar una vida de acuerdo a los principios y valores de la eternidad? Las pruebas y desilusiones del presente no pueden compararse con la gloria que será manifestada en aquel dichoso e interminable día.

3. La nueva Jerusalén (21:2, 9-21)

En su descripción perfecta sobre la unidad perfecta, Juan nos hace ver la relación de gobierno que hay entre la Iglesia y todo lo demás. (Aquí también debemos tomar nota de los verbos que usa Juan para describir su experiencia: Vi y oí.) Aquí se hace un contraste entre la nueva Jerusalén y la antigua. La presente Jerusalén terrenal, la llamada "Ciudad Santa" es una ciudad que tiene poco de santa, mientras que la nueva Jerusalén será una ciudad perfecta procedente del cielo. Como una esposa ataviada con su bella vestidura nupcial, la Iglesia desciende con toda su gloria. Formada por el solícito afecto del Espíritu Santo en el desierto de este mundo, fue raptada por el Esposo al cielo y ahora, después de sus bodas con El, aparece adornada con todos los encantos de la eternidad.

Algunos escritores creen que Apocalipsis 21:1 tiene relación con la cena de bodas del Cordero (19:7). La primera boda de la Biblia (Génesis 2:18-24) puede ser usada como un cuadro típico del origen de la Iglesia y su relación con Cristo. La novia falsa, la ramera (17:5), lucía una gloria terrenal, pero la novia del Cordero resplandece por la belleza y la gloria que proceden de Dios. Aun en su estado eterno la Iglesia no posee ninguna gloria inherente, "teniendo la gloria de Dios" (21:11). (Véase también Filipenses 3:20, 21).

Juan también compara a la Iglesia con una ciudad (vea también 3:12). William Neweil tiene una útil exposición de la sociedad de los redimidos como una ciudad. A continuación se da un resumen adaptado de algunos de sus puntos:

Será una ciudad verdadera. En este pasaje se da una descripción literal de todas las cosas: oro, calles, medidas, piedras, etc. Esta ciudad desciende del cielo, porque sería imposible construir una ciudad santa aquí. En esta nueva morada de la Iglesia todos los materiales son provistos por Dios. (La ramera y la ciudad de Babilonia son una falsificación que había hecho Satanás de 21:2, que es un sumario de 21:9-11.)

Será una ciudad celestial. Esta ciudad desciende del cielo porque es para un pueblo celestial. Sin una naturaleza celestial (la cual es provista por el Espíritu Santo en la regeneración), no se podría vivir en ese ambiente eterno. "Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad" (Hebreos 11:16).

Será una ciudad residencial. La ciudad que Juan describe con lujo de detalles será la residencia eterna de Cristo y de los suyos, cuyos cuerpos glorificados serán semejantes al de Cristo. Los demás, por supuesto, también compartirán esta gloria (21:24-26), pero la iglesia será como una esposa en su casa. La palabra morar (Salmo 23:6) significa estar en su casa. ¡Qué gloriosa esperanza: estar en nuestra propia casa con el Señor para siempre!

Será una ciudad enorme. La descripción de las medidas de esta ciudad sorprende a la imaginación humana. La longitud, la anchura y la altura de esta ciudad son exactamente iguales: 12.000 estadios (cerca de 3.300 kilómetros). La perfección de gobierno se sugiere en la constante repetición del número doce. Hay doce puertas, doce ángeles, doce tribus, doce fundamentos, doce apóstoles, doce piedras preciosas y doce perlas. Las doce puertas están relacionadas con Israel (Mateo 19:28) y los doce fundamentos, con la Iglesia (Efesios 2:20).

Será una ciudad gloriosa. La gloria de Dios será la luz de esta ciudad:

"Teniendo la gloria de Dios; y su fulgor será semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal" (21:11). El Cordero será su lumbrera; es decir, la fuente de toda la iluminación necesaria. No habrá necesidad de luz natural. La mención de "una caña de medir" (21:15), implica que cuando Dios mide una cosa es porque le pertenece y la quiere usar. Todo será medido para que esté de acuerdo a sus requisitos para bien de sus santos glorificados; su Iglesia estará adornada con todos los encantos eternos del cielo.

Será una ciudad capital. La eterna morada de Dios se encontrará en esta ciudad capital y será más resplandeciente que todas las capitales modernas del mundo. Este será el centro de la presencia y el gobierno divino en el universo de Dios y del Cordero. Cada vez que se habla de la ciudad, se menciona el nombre del Cordero, y las siete referencias que se hacen de El (21:9, 14,22,23,27; 22:1, 3), indican que aunque Cristo le entrega el reino_al_Padre, El lo comparta también con los" redimidos.

4. La nueva comunión (21:3-7)

Por fin aquella comunión que fue rota en el huerto del Edén (Génesis 3), es restaurada plena, total y eternamente. Nunca jamás podrán ni Satanás ni el hombre romper dicha comunión. ¿Qué es el cielo? ¿No es una sociedad de almas completamente restauradas en comunión espiritual ininterrumpida con Dios? Entonces aquí tenemos un cielo que desciende del cielo.

Pero Dios no descenderá a morar con los hombres hasta que la antigua creación desaparezca. La tierra actual está muy corrompida para ser la morada de Dios. La frase "con los hombres" aparece tres veces, sugiriendo que habrá una eterna y bendita comunión entre Dios y los hombres. El deleite de Dios es habitar con los hijos de los hombres (Proverbios 8:31). El resultado de esta preciosa comunión será un mundo sin lágrimas, porque sólo Dios puede enjugar nuestras lágrimas: "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni dolor, ni clamor; porque las primeras cosas pasaron" (21:4). ¡Qué glorioso día!

5. El nuevo templo (21:22)

Por fin las sombras y figuras ceden el paso a la realidad, a la substancia (Hebreos 9:23, 24). Todas las cosas que estaban relacionadas con el tabernáculo y el templo solamente tenían el propósito de tipificar a Jehová Dios y al Cordero. El templo milenial de Ezequiel era el centro de adoración en la ciudad terrenal, pero ahora todo está centralizado en torno al trono, al cual todos tienen acceso. En tiempos antiguos, Dios tenía un templo para su pueblo y durante la época de la Iglesia, tiene un cuerpo de redimidos como templo. Juan describe ahora la edad eterna, en la cual Dios se ofrecerá a sí mismo como templo para su pueblo.

Cuando Juan habla de que el templo de Dios está abierto en el cielo, usa la palabra griega que significa "el lugar más santo", el lugar santísimo, al cual sólo el sumo sacerdote entraba una sola vez al año. Dios manifestará su gracia inmutable en medio de su pueblo. Su trono y su santa presencia sobrepasarán gloriosamente al arca del pacto que estaba en el tabernáculo y en el templo. Esta referencia, junto con la anterior acerca de la maldición del templo (11:1,2), indica que será en ese momento cuando se revelará la morada secreta de los hijos de Dios.

En medio de la demolición de imperios y la desaparición del mundo antiguo, Juan nos asegura que todos los santos estarán bajo la sombra del Omnipotente y que habrá acceso inmediato a Dios sin la intervención de un sacerdote o mediador. La ausencia de templo implica pleno y libre acceso para todos los verdaderos adoradores. Walter Scott lo expresa apropiadamente:

¿Qué necesidad habrá de templo? Dios en la grandeza de su ser y como el que ha estado activo y gobernado al mundo por los siglos, es revelado ahora en gloria por el Cordero. La presencia divina se difunde por igual a todas partes. Dios y el Cordero se harán manifiestos en todos lo» rincones de la enorme ciudad de oro.

Dios ha reconocido a su pueblo como templo, pero ahora él es su templo vivo y verdadero, la verdadera arca y el eterno maná escondido. Así como hubo relámpagos y truenos en la cumbre santa del monte Sinaí, donde fue erigido el primer tabernáculo — señales divinas a favor de la ley santa que el poder del mundo había desafiado — también la morada de Dios estará siempre abierta como un santuario de la fe, pero al mismo tiempo será un Sinaí cubierto de nubes y fuego consumidor para todos los que rechacen a Dios (Hebreos 12:18-24).

6. La nueva luz (21;23-25; 22:5)

La ciudad eterna y santa tendrá un sistema especial y sobrenatural de iluminación. Ahora tenemos la luz natural que proviene del sol, la luna y las estrellas. El sol es la fuente de vida y luz para todo lo que existe sobre la tierra. La luna y las estrellas son sólo reflectores de su luz. Pero estos cuerpos celestes que fueron creados para desempeñar ciertas funciones, habrán pasado con los cielos antiguos y a no existirán. En la actualidad también tenemos una iluminación artificial, porque la tecnología ha logrado producir nuevas fuentes de luz para iluminar la oscuridad de la noche. Pero en la nueva Jerusalén, Dios y el Cordero emanarán toda la luz que sea necesaria. Cristo declaró que El era la luz del mundo, y será la luz del mundo eterno también. Juntamente con el Padre, El será la luz del nuevo mundo como lo es del antiguo. En esa gran ciudad no habrá más noche; será un eterno amanecer, un día sin final.

Las puertas de la ciudad nunca se cerrarán. No habrá necesidad de policías para que cuiden a los moradores de la ciudad, porque tampoco habrá ladrones. Las naciones podrán salir y entrar libremente. Todo lo que pertenece al pecado y a las tinieblas habrá desaparecido. Todo lo natural y artificial se habrá desvanecido. ¡Verdaderamente, la perspectiva de algo tan perfecto nos asombra! En medio de este mundo, debemos resplandecer como antorchas (Filipenses 2:15), pero en aquel mundo brillaremos más al reflejar la eterna gloria de Cristo.

7. El nuevo paraíso (22:1-5)

Hay muchas características importantes que debemos tener en cuenta al estudiar este capítulo.

1. Un libro sólo posee valor en proporción al valor de la verdad que revela. "Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas" (22:6). Aquí tenemos una solemne afirmación de la veracidad de las Escrituras. Un ángel del cielo viene a autenticar las profecías del Apocalipsis. Todos los profetas de antaño actuaron bajo el control del Espíritu de verdad.

2. Un libro siempre está íntimamente relacionado con su escritor. El nombre de Juan aparece cinco veces en el Apocalipsis, mencionándolo como su escritor: "Escribe en un libro lo que ves" (1:11), y todo este dramático libro fue escrito por Juan, quien estaba acostumbrado a escribir (2 Juan 12; 3 Juan 13). La "alta crítica" niega que Juan haya escrito el Apocalipsis y lo atribuye a otro Juan que no era el apóstol, pero como bien dice Hilgenfield: "Un Juan desconocido, cuyo nombre ha desaparecido de la historia, dejando escasos rastros de sí, difícilmente pudo haber sido el que escribiera mandamientos expresos en el nombre de Cristo y del Espíritu Santo para las siete iglesias." Las cinco veces que se usa el nombre de Juan demuestran que quien escribió el cuarto evangelio y las tres epístolas que llevan su nombre, fue también e] que escribió el Apocalipsis, tal como se le ordenó que lo hiciera (1:1, 4, 9; 21:2; 22:8).

3. Un libro no sellado no es más que un libro que está abierto para que pueda ser leído y usado. Lo que fue había estado sellado desde el tiempo de Daniel (Daniel 12:4) queda ahora expuesto. No olvidemo que Apocalipsis significa revelación, y esto es justamente lo que contiene todo el libro. Mientras más nos acercamos a los acontecimientos que se registran en él, más claras nos parecen sus profecías (22:10).

El punto culminante de la redención, que se alcanza aquí, es el milagro de un huerto del cual han sido excluidos para siempre la serpiente y el pecado. Observemos brevemente alguna característica del glorioso futuro del pueblo de Dios. En la antigua creación todos los ríos corrían hacia el mar, pero aquí tenemos un río sin mar; un río que proveerá la fertilidad y la vegetación de la nueva creación. Los ríos abren la Biblia (Génesis 2:10) y la cierran (22:11). Este río corre desde el trono, el cual es su origen y manantial. El agua de este río divino es clara como el cristal, es decir, completamente pura. No requerirá ningún tratamiento para purificar. Todos los tronos ceden su lugar al trono de Dios y del Cordero (1 Corintios 15:24-28).

La Biblia también empieza con un árbol de vida y termina con otro. Este estará en medio de una calle, lo cual significa que no habrá aislamiento ni exclusión. Todos podrán tener acceso a este árbol de sanidad. Las hojas de este árbol producen salud y vida. Los frutos son para los santos (Ezequiel 47:12). Puesto que toda enfermedad y muerte han desaparecido (21:4), la sanidad provista por ese árbol no está asociada con el cuerpo. Como la existencia de sanidad implica la de la enfermedad, la traducción "para la salud de las naciones" es preferible.

En Génesis 2:8-15 Dios creó un hogar material para el hombre en el huerto. Pero aquel huerto original presenció la rebelión de Satanás y la transgresión del hombre (Génesis 3:1-7). Ahora tenemos aquí un huerto que sobrepasa al primero en todo sentido. Nada se marchitará ni morirá jamás. Habrá desaparecido para siempre la maldición que Dios pronunció sobre el primer huerto de la tierra. La calamidad del Edén nunca volverá a ocurrir, ya que ha desaparecido el pecado para siempre y tampoco habrá más maldición. La última palabra del Antiguo Testamento es maldición: "El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición" (Malaquías 4:6). Pero el Nuevo Testamento empieza con Jesucristo, el que vino para llevar la maldición sobre sí mismo (Gálatas 3:13). En el glorioso final de la Biblia encontramos una bendición en lugar de una maldición (Apocalipsis 22:3, 21).

El triunfo de Cristo puede ser presentado de la manera siguiente:

• En el Génesis: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra." En el Apocalipsis: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva."

• En el Génesis: "A las tinieblas llamó noche." En el Apocalipsis: "Allí no habrá noche."

• En el Génesis: "De cierto morirás."

En el Apocalipsis: "No habrá allí más muerte."

• En el Génesis: "Multiplicaré en gran manera tus dolores." En el Apocalipsis: "Ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor."

• En el Génesis: "Maldita será la tierra por tu causa." En el Apocalipsis: "No habrá allí más maldición."

• En el Génesis: Fueron apartados del árbol de la vida. En el Apocalipsis: Aparece el árbol de vida.

• En el Génesis: Aparece Satanás. En el Apocalipsis: Desaparece Satanás.

• En el Génesis: "Abraham buscaba la ciudad con fundamentos." En el Apocalipsis: Se ve una ciudad de perfección y gloria definitivas.

Juan sigue declarando que en la nueva creación los siervos de Dios estarán activos incesantemente. Nosotros reinaremos para siempre jamás con El: "Y reinarán por los siglos de los siglos" (22:5). Esto significa que los santos no permanecerán sentados tocando arpas todo el tiempo. Provistos de cuerpo y mente perfectos y glorificados, tendremos el gozo de servir al Señor como no lo podemos hacer ahora debido a la perturbadora influencia del pecado. Tendremos privilegios nunca imaginados en aquella tierra que será más esplendorosa que el mismo día: allí veremos su rostro. ¿El rostro de quién? ¡El del Cordero (22:3,4)! ¿Estamos viviendo ya en la esperanza gozosa de ese momento conmovedor, cuando por primera vez contemplemos con nuestros ojos al Rey en toda su belleza y resplandor?

Inefable maravilla la que contemplaremos al ver la faz ante la cual han huido el cielo y la tierra. Pero el mayor portento ocurrirá cuando seamos transformados a su semejanza. "Su nombre," dice Juan, "estará en sus frentes" (Apocalipsis 22:4). Por el término "nombre" debe entenderse al carácter y la naturaleza de Dios. El sello, por supuesto, es un distintivo de propiedad y seguridad. Pero, ¿por qué la referencia a la frente? El sello estará en un lugar donde todos puedan verlo con facilidad. Vamos a reflejar perfecta y públicamente el carácter de Dios (7:3). ¡Cuan impresionante es pensar que nuestra frente será sellada por El y luciremos ese sello para siempre!

Antes de terminar su maravillosa descripción de la resplandeciente herencia de los santos, "la Jerusalén de arriba," Juan dice algo más sobre su radiante gloria y su incomparable luz: "No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará" (22:5). No habrá noche, ni lámpara ni sol: una gloriosa ciudad de luz que se yergue en contraste con el presente mundo de densas tinieblas. Ahora sólo la mitad del mundo puede tener luz a la vez, pero cuando el Señor irradie su luz, ésta brillará en todo lugar al mismo tiempo. Esta luz eterna está fuera del alcance de toda investigación científica; trasciende nuestra comprensión humana y limitada. ¡Qué ciudad! ¡No habrá allí noche con sus tinieblas y su terror; no habrá necesidad de servicio de iluminación; no habrá más amanecer ni anochecer!

La revelación de Cristo se ha consumado. Su gloriosa manifestación como el Cordero omnipotente no sólo es ratificada, sino también aplicada. Después de mostrar el maravilloso panorama de su gloria, gracia y gobierno, el Apocalipsis concluye con una doxología sumamente sencilla, tierna y breve. Tanto en el prólogo como en el epílogo del Apocalipsis, se habla de la segunda venida (1:7; 22:20). En el epílogo (22:6-21) encontramos un estilo conciso y breve que le da una impresionante conclusión a este extraordinario libro. Al hacer un análisis cuidadoso de las palabras, nos damos cuenta de que encierran un resumen de los temas de primordial importancia tratados a través de todo el libro. Esto es, la certeza del cumplimiento de la profecía y la inminencia de dicho cumplimiento.

El ángel que aparece, habla de sí mismo en tercera persona y agrega una bienaventuranza a la promesa del regreso de Cristo (22:6). Existe un admirable paralelismo entre estas palabras y las del prólogo (1:1-8).

Juan queda tan sobrecogido al contemplar la santa ciudad, la nueva Jerusalén que cae postrado sobre su rostro a los pies del heraldo angélico para rendirle adoración. Sin embargo, éste le recuerda que la alabanza y la reverencia pertenecen exclusivamente a Dios.

Entonces se le indica con toda claridad que considere muy cercana la segunda venida de Cristo. Las cosas que se le manifestaron no eran para ser guardadas en secreto, como si el día de su cumplimiento estuviera todavía lejos. Estas visiones pertenecen al presente, porque Cristo está a punto de aparecer.

Hay una solemne declaración sobre el destino fijo e inalterable de la decisión humana deliberada. El carácter humano sigue produciendo su inevitable desarrollo y su fruto; la condenación está sellada para los impíos (22:10, 11).

En la repetida declaración "Yo soy el Alfa y la Omega" (1:8, 11; 22:13), tenemos una contundente evidencia de la divinidad de Cristo.

En lo que respecta a los perros, éstos simbolizan la repugnante y ofensiva inmundicia de todos aquellos que rechacen la limpieza de la sangre del Cordero y queden fuera de la Ciudad Santa (22:15).

La estrella resplandeciente de la mañana brilla con más intensidad un poco antes del amanecer. Es un símbolo perfecto del regreso de Cristo, quien traerá el amanecer de una era de luz radiante (22:16).

De la misma manera en que se pronuncia una bendición para los que hagan un uso apropiado de este libro, así también hay una solemne advertencia para los que abusen del mismo. Se pronuncia un ay contra todos los que adulteren cualquiera de estas enseñanzas. Esta advertencia se refiere a aquellos que voluntariamente y a sabiendas distorsionan y pervierten sus grandes verdades. Todos los que amen este Libro de Dios deberán velar por su integridad (22:18, 19) y declarar todo el consejo de Dios.

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Estudio sobre Apocalipsis
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Las siete cosas últimas
Apocalipsis 22:8-21

El último testimonio de que la visión es cierta | La última bienaventuranza apostólica | El último testimonio divino |
La última invitación celestial | La última promesa de su venida |La última oración sincera | La última bendición

El Génesis es el libro de las primeras cosas, y el Apocalipsis es el de las cosas postreras. Es muy importante comparar los principios con las conclusiones. En esta última sección del último libro de la Biblia hay siete cosas últimas que deben ser consideradas.

1. El último testimonio de que la visión es cierta (22:8)

Los verbos que denotan experiencia son prominentes en este versículo: "Yo. . . soy el que oyó y vio. . . Me postré." Es probable que esta sea una referencia a la suprema visión del nuevo paraíso (22:1-7). Pero estos verbos que describen experiencias también confirman la autenticidad del Apocalipsis como un todo.

2. La última bienaventuranza apostólica (22:14)

Anteriormente describimos todas las bienaventuranzas del Apocalipsis. Aquí se nos recuerda que la obediencia a todo lo que Dios ha revelado trae consigo ricas recompensas (Juan 13:17). Los creyentes debemos caminar sobre dos pies: la confianza y la obediencia.

3. El último testimonio divino (22:16, 18, 20)

Cristo, quien vive para siempre jamás, confirma todas las profecías del Apocalipsis, salidas de la mente divina para revelarlo a El en toda su gloria y majestad. Tres veces encontramos la expresión "dar testimonio", "testifico". La expresión "Yo, Jesús", declara que El es el Jesús de toda la historia. ¡Qué declaración tan sobria, pero a la vez tan enfática: Yo, Jesús! El pronombre personal es enfático. El Apocalipsis es el libro de la revelación de Jesucristo y El es el tema central de todo su mensaje. La raíz pertenece a la tierra y simboliza su humanidad, pero la estrella -es del cielo y simboliza su divinidad. Puesto que las palabras de Jesús significan exactamente lo que dicen, entonces la falsificación de cualquier parte de este libro sublime tiene que ser algo trágico. La mutilación de una parte de este libro (o de la Biblia) merece el juicio divino.

4. La última invitación celestial (22:17)

Para entender correctamente las tres formas en que Juan usa el verbo venir, debemos examinarlas a la luz del contexto. Las primeras dos veces realmente significan "¡Ven!" El primer ven es doble: El Espíritu y la esposa dicen "¡Ven!" ¿A quién se dirigen? Al que dice tres veces en el capítulo: "Yo vengo pronto" (22:7, 12, 20). El Espíritu Santo habla a través de la esposa de Cristo, la Iglesia, y se une a ella en respuesta a la voz del que viene como la estrella de la mañana. Entonces cada cristiano, tanto individual como colectivamente, dice:

"¡Ven!" ¿Tenemos nosotros el deseo ferviente de dar la bienvenida al Señor a su regreso? El tercer ven está relacionado con el pecador que como alma sedienta, debe buscar el agua de vida antes de que sea demasiado tarde.

5. La última promesa de su venida (22:20)

Antes de su muerte, resurrección y ascensión, el Señor prometió regresar por su Iglesia verdadera (Juan 14:1-3). Aquí, por última vez, confirma su promesa con las palabras "Yo vengo pronto". La Biblia está llena de promesas, como lo he demostrado en mi libro titulado Todas las promesas de la Biblia. Pero ésta es la promesa más bienaventurada entre todas.

6. La última oración sincera (22:20)

La Biblia está inundada de oraciones. Esta es la última. Juan se hace eco del anhelo de los santos a través de todas las edades en su corta pero sincera súplica: "Sí, ven. Señor Jesús."

7. La última bendición (22:21)

El último libro de la Biblia, tan lleno de juicios, termina en gracia y no en maldición, como terminaba el Antiguo Testamento. "Amén." Así sea. La certeza absoluta de la verdad queda confirmada, y toda la gloria de la eternidad será nuestra solamente a través de su gracia.

El Apocalipsis empieza con "la revelación de Jesucristo" y termina con "la gracia de Cristo Jesús". Así lo expresa Christina Rossetti:

"Todo lo que hay entre estas dos frases no cumple su propósito en nosotros, a menos que le demos culminación a todo en la gracia que nace del temor de Dios y de la obediencia a sus mandamientos."

Se está haciendo tarde y el tiempo está a punto de vencerse. ¡Ojalá el Señor nos encuentre viviendo como hijos del día, con nuestro rostro vuelto hacia el eterno amanecer! ¡Que todas las cosas de este mundo se nublen ante la luz de semejante gloria! En medio de las sombras, caminemos con la seguridad de que tenemos una herencia de dicha que aún no podemos ver. Las mismas manos que se dejaron clavar en una cruz por nosotros, esperan el momento de podérnosla entregar.

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