viernes, 8 de octubre de 2010

“ME SERÉIS UN REINO DE SACERDOTES”


















Esto es lo que dice Exodo 20:24
Un altar de tierra me has de hacer, y tienes que sacrificar sobre él tus ofrendas quemadas y tus sacrificios de comunión, tu rebaño y tu vacada. En todo lugar donde yo haga recordar mi nombre, vendré a ti y ciertamente te bendeciré.






“ME SERÉIS UN REINO DE SACERDOTES”
(Éxodo 19:6)

Éxodo 19 Y 20.
LECTURA DEVOCIONAL: Hebreos 8:6-13.



A. ISRAEL JUNTO AL MONTE SINAÍ (Éxodo 19:1-25)

La cima de Gebel Musa (Monte de Moisés) a 2250 m. de altura, es el Sinaí, el sitio tradicional donde la Ley fue dada. Sin embargo, los eruditos aún debaten su localización exacta.
Tres meses después de salir de Egipto, los israelitas llegaron al pie del Monte Sinaí (o Monte Horeb). Su estación anterior había sido Refidim (vss. 1, 2). Los eventos relatados desde Éxodo 19:1 hasta Números 10:10, ocurrieron en el Sinaí, donde acamparon casi un año.

Moisés ascendió nuevamente al monte donde Jehová se le había revelado por primera vez y lo había enviado a liberar a Israel. Esta vez lo llamó para darle instrucciones para el pueblo. Dios iba a prepararlo para concertar el Pacto Mosaico o Sinaítico. “Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel” (vs. 3). Jacob e Israel son sinónimos (Génesis 32:28).

Según la corriente escatológica dispensacionalista, desarrollada por C. I Scofiel, a la cual nos adherimos los Amigos Evangélicos, Dios ha efectuado los siguientes pactos con la humanidad:

1. Pacto Edénico (Génesis 1:28).
2. Pacto Adámico (Génesis 3:15).
3. Pacto Noético (Génesis 9:1).
4. Pacto Abrahámico (Génesis 15:18).
5. Pacto Mosaico (Éxodo 20).
6. Pacto Palestino (Deuteronomio 30:3).
7. Pacto Davídico (II Samuel 7:16).
8. Nuevo Pacto (Hebreos 8:8).

“Sobre alas de águilas”, posiblemente se refiere al águila hembra que vuela debajo de sus crías mientras aprenden a volar, para sostenerlas en sus alas (Deuteronomio 32:10-11). Así había conducido Dios a Su pueblo y lo seguiría haciendo (vs. 4).

Si Israel obedecía la voz del Señor y guardaba su pacto, sería su “especial tesoro sobre todos los pueblos de la tierra”. Él apoya su promesa sobre el hecho de que de Él es toda la tierra (vs. 5).

Así, por escogimiento divino y por un pacto solemne, Israel sería para Dios “un reino de sacerdotes y gente santa”. Sería entrenado en los caminos de Dios y Su verdad, para llevar luz a todas las naciones. En I Pedro 2:9, un pasaje similar, nos dice a los que participamos en el Nuevo Pacto: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable”.

Éxodo 19:5 y 6 es a menudo llamado la Gran Comisión del Antiguo Testamento, así como Mateo 28:18-20 lo es en el Nuevo Testamento.

Realmente dice que las doce tribus de Israel serían una teocracia, una nación gobernada por Dios, teniendo como su constitución los Diez Mandamientos, que eran la expresión de la voluntad de Dios en diez grandes principios, y la regla por medio de la cual Él gobernaría a sus súbditos. Para aplicar estos principios, se les dio la ley civil, con castigos y directrices para hacerla cumplir.

Cada creyente debe involucrarse en un ministerio sacerdotal, intercesorio y reconciliador (Isaías 61:6). El pueblo de Dios, individual y colectivamente, debe ser santo, apartado para cumplir Su voluntad (Apocalipsis 1:6).

Moisés llamó a los ancianos del pueblo y les comunicó lo que él había recibido de Dios (vs. 7). El pueblo unánimemente respondió: “Todo lo que Jehová ha dicho haremos”. Y Moisés repitió a Dios el ofrecimiento del pueblo (vs. 8).

La Biblia se divide en Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. “Testamento” puede traducirse también como “pacto”, un término que implica una relación íntima y significativa entre dos partes -individuales o colectivas-. (II Corintios 3:14-15; Hebreos 9:15-22).

El Antiguo Testamento básicamente es la historia de la redención ratificada por el “Antiguo Pacto” o Pacto Mosaico. El Nuevo Testamento es básicamente la historia de la redención ratificada por el “Nuevo Pacto”, instituido por Jesús en su Última Cena (Lucas 22:20). Ambos llegaron a ser efectivos mediante el derramamiento de sangre (Éxodo 24:8; Mateo 26:28).

Dios instruyó a Moisés sobre cómo les daría Su Ley: vendría en una nube espesa para que el pueblo oyera y viera la forma especial en que Él hablaba con su siervo, para que así le creyeran (vs. 9).

Dios comenzó un proceso para enseñarles acerca de Su Santidad. El pueblo, antes de recibir la Ley, debía estar limpio: “Santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos” (vs. 10). Hay dos principios:

a. La limpieza, pureza y santidad interna deben mostrarse también en la apariencia exterior: orden, modestia, pudor, honestidad, decencia.
b. La limpieza exterior, sin pureza y santidad internas, no pasa de ser mera higiene física y decoración. Si con ella se pretende aparentar virtud interior, se cae en hipocresía.

Dios se mostraría con poder sobre el Sinaí, para ser visto y oído por el pueblo. En medio de una nube con truenos (vs. 11). También les enseñó reverencia. No debían subir al monte, ni tocar sus límites, pues había pena de muerte para los infractores: tanto humanos como animales serían lapidados (apedreados) o asaeteados (con saetas o flechas). Así, los que ejecutaran a los infractores, no los tocarían, pues morirían igualmente. La montaña no era sagrada, era una limitación temporal mientras Dios daba Sus leyes (vss. 12-15).

El pueblo se santificó. Los israelitas lavaron sus vestidos, se abstuvieron de relaciones sexuales -no porque fueran pecado, sino por el baño ceremonial que debían efectuar después, para estar ritualmente purificados- (Levítico 15:18; I Corintios 7:15).

Hubo dos días de purificación. El tercer día llegó con truenos, relámpagos, una nube espesa y un sonido de bocina tan fuerte, que todo el pueblo se estremeció (vs. 16). Moisés guió al pueblo “para recibir a Dios; y todos se detuvieron al pie del monte” (vs. 17).

El monte humeaba, pues Dios había descendido en fuego. Subía el humo y el monte temblaba grandemente (vs. 18).

Era un espectáculo sobrecogedor: el sonido subía de volumen en extremo. El diálogo entre Moisés y Jehová era impresionante: el humilde siervo hablaba con la divinidad. Esto vindicó al líder ante su pueblo (vs. 19). En Éxodo 33:11 leemos: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como cualquiera a su compañero”.

Dios llamó a Moisés hasta la cima (vs. 20). Allí le reiteró la recomendación de que el pueblo no debía pasar más allá de los límites establecidos, pues podría haber mortandad (vs. 21).

Los sacerdotes (los ancianos, pues aún no había sido establecido el sacerdocio), debían santificarse para no ser castigados. No debían confiar en su posición privilegiada (vs. 22). Moisés le dijo a Dios que ya había ordenado no trasponer los límites (vs. 23).

Dios envió a traer a Aarón, (quién más tarde sería Sumo Sacerdote), pero los demás sacerdotes no debían pasar los límites fijados (vs. 24). Moisés instruyó al pueblo debidamente (vs. 25).

Israel debía aprender los conceptos de purificación, santidad y reverencia, pues estaba tratando con Dios todopoderoso y santo.


B. LOS DIEZ MANDAMIENTOS (Éxodo 20:1-17)

Los diez mandamientos o Decálogo (del griego: deca = diez; logos = palabra) se hallan en dos pasajes: Éxodo 20:1-17; Deuteronomio 5:1-21.
Los diez mandamientos son una definición de los términos bajo los cuales Dios, como un gran monarca, acepta a Israel como su súbdito, bajo un tratado de sujeción.

A Éxodo 20:18 a 23:1-33 se le ha llamado el Libro del Pacto; y es una ampliación de los Diez Mandamientos.

Éxodo 20:1 dice: “habló Dios”. Así, los Diez Mandamientos vinieron por revelación divina. Dios se expresa por medio de imperativos morales, más que a través de proposiciones filosóficas.

El versículo 2 es el preámbulo del pacto. Dice que, por cuanto Dios redimió a Israel “de casa de servidumbre”, comprado por el precio de los primogénitos para ser Su pueblo, Él tiene el derecho a exigirle las siguientes normas morales. Jehová es el Dios de la historia, más que de una especulación. Él ha hecho y ha dicho: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto”. Es el Dios viviente que ha actuado a favor de Israel.

JESÚS RESUMIÓ LOS DIEZ MANDAMIENTOS EN DOS
a. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37); citando a Deuteronomio 6:5.
b. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39); citando a Levítico 19:18.
Jesús enseñó: “que de estos dos mandamientos depende toda la Ley y los profetas” (Mateo 22:40). El amor para Dios, que es obedecer los primeros cuatro mandamientos; y el amor para el prójimo, que es obedecer los otros seis, constituyen la enseñanza básica del Nuevo Testamento.


C. EL TERROR DEL PUEBLO (Éxodo 20:18-26)

El pueblo se impresionó con los relámpagos, el fuerte sonido y el monte humeando, y se alejó con temblor (vs. 18). Aceptó la mediación de Moisés para no hablar con Dios directamente. Eran conscientes de su pecado y temían oír la voz de Dios (vs. 19). Aun los santos temen (Isaías 6:5). Pero Moisés sí lo deseaba (Éxodo 33:18-23). En Hebreos 12:22 se contrasta la comunicación del cristiano con Dios. Moisés aseguró al pueblo que aquello era para probarlos, para ver si de veras temían y reverenciaban a Dios, y evitaban pecar, (vs. 20).

Al revelarse como un Dios viviente que les hablaba con poder desde el cielo, les advirtió no caer en idolatría (vss. 22, 23). Sus altares serían sencillos: de tierra o piedras. Como nómadas, debían abandonarlos y no volver a ellos, (vs. 24). Allí ofrecerían sus holocaustos (ofrendas toda quemada), y ofrendas de paz (de comunión), sus formas más primitivas. Los sacrificios elaborados se establecerían con detalles más adelante en Éxodo 29 y Levítico 1 – 7.

Si hacían altar de piedras, éstas no debían labrarse (vs. 25). Era otra prevención contra la idolatría. Además, el altar es un medio no un fin. Debería ser sencillo. Se prohibía hacerles gradas para que los sacerdotes no descubrieran su desnudez al subir, (vs. 26). La desnudez ritual era un rasgo relacionado con los cultos primitivos a la fertilidad.

Nadie puede cumplir la Ley a la perfección. Su fin es mostrar las altas normas y demandas de Dios, que el hombre no logra alcanzar, para llevarlo a clamar salvación sólo por gracia y misericordia de Dios. Mientras llegaba Cristo a cumplir la ley por nosotros, y a efectuar Su salvación por gracia, se dio la Ley para conducirnos a Él. La Ley con sus muchas figuras, tipos y alegorías, señalaba a Jesús, mientras regulaba a la sociedad.

Los antiguos israelitas, como los cristianos de hoy debían obedecer la Ley, no para ser redimidos, sino porque ya habían sido redimidos (Romanos 3:19, 20; 5:20; Gálatas 2:16; 3:24).
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Jesús es mi Luz, mi vida y mi Salvación Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
...
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

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